# 5

Me levanté como pude y me recosté en la cama, estaba tan adolorida que no quería moverme más. Me acomode lo mejor que pude y empecé a llorar. No se cuánto tiempo pasó, hasta que me quede dormida.

Así pasaron dos días, en los que no salí de la cama, Samuel, se quedaba en otra habitación, así que, solo lo escuchaba cuando se iba o llegaba del trabajo. La cocinera, me llevaba algo de comida, que casi siempre se volvía a llevar. Estaba cansada, frustrada, acaso, ¿Nunca llevaría nuevamente las riendas de mi vida?, ¿Fue tanto pecado, el hablar con alguien que conocí en el pasado?

Al tercer día, me levanté y me duche, me puse una pijama, ya que no iba a salir a ningún lado. Los moretones en mis muñecas, hombros, caderas y piernas, se pusieron de un color violeta muy obscuro, pero mi cara y cuello estaban intactos.

Estaba viendo una película romántica, peleando con la protagonista para que no fuera estúpida, que el amor no existe. Cuando sonó mi teléfono, mi corazón dio un vuelco, cuando vi el nombre de Samuel en la pantalla.

- Bueno.- Contesté.

- Abigail, en mi estudio, deje una carpeta amarilla. Dasela al chófer y que me la traiga de inmediato.-

- El chófer fue a dejar a tu madre al aeropuerto.-

- Entonces, llama un taxi y me la traes, pero ya, es urgente.-

- De acuerdo.-

Me levanté y me cambié lo más rápido que pude, me puse una camisa amarilla de manga larga, y unos jeans azules con unas zapatillas amarillas, no me maquille, igual regresaría inmediatamente.

Llego el taxi y me subí. Cuando llegue subí al piso de mi esposo, el estaba en su oficina, su secretaria me anuncio, pero no quiso recibirme, así que deje la carpeta y me fuí.

Estaba llegando al ascensor, cuando de el salió Aaron.

- Hola, que agradable sorpresa.-

- Hola, igualmente, pero tengo que irme. Adiós.-

Estaba por abordar el ascensor para irme, cuando el me tomo por la muñeca y me detuvo.

No presionó fuerte, sin embargo no pude evitar una mueca de dolor.

- ¿Que pasa?.- Pregunto levantando un poco la manga de mi blusa y viendo las marcas que tenía. Vi como tenso la mandíbula.- Fue el, ¿Verdad?.- Dijo señalando hacia la oficina de Samuel. Camino hacia allá, pero lo detuve.

- No, por favor, no quiero más problemas.-

- ¿Más problemas? ¿De que diablos estás hablando?.- Estaba muy enojado.

- Ven, sígueme.-

Lo jale para que subiera al ascensor y presione el botón de la azotea. Sabía que estaba furioso y no quería que hiciera alguna tontería. Cuando llegamos al último piso, salió sin decir nada, ni siquiera volteo a verme.

- Escucha, tuvimos una pelea, no lo hizo intencional, solo que se puso celoso cuando supo que nos habíamos visto.-

- ¿De verdad crees que me voy a tragar ese cuento? Todo lo que una persona hace, es intencional.- Sus ojos echaban chispas mientras se pasaba una mano por el pelo. -¿Desde cuándo está pasando?-

- Eso no importa, solo por favor, no hagas nada que me perjudique. Solo fueron unos moretones.-

- ¿Moretones?-

Én cuánto dije eso me arrepentí. Se me acercó y me levanto la blusa para ver mi abdomen e intento desabrochar unos botones.

- ¿Que haces? ¡Detente!- No quería que viera mi cuerpo.

- ¿A esto llamas unos moretones? Abigail, yo sé la cantidad de fuerza que se necesita para provocar esto.- Se escuchaba frustrado. - Lo voy a matar, te juró, que lo voy a matar.-

- No, tú no vas a hacer nada, el es mi esposo y está es nuestra vida. Te prohibido inmiscuirte.-

- ¿Estás loca? Tienes que salir de ahí, estás en riesgo. ¿No te das cuenta?- Me tomo la cara entre sus manos, se veía preocupado y me maldije a mi misma por ponerlo en esta situación.

-Estoy bien.- Le dije soltandome de su agarre. - Debes dejar de intentar cuidarme. Solo déjame sola. No vuelvas a hablarme.- Me di la vuelta y me dirigí al ascensor.

-¡Si me necesitas, llámame, yo siempre estaré para ti.!- Grito antes que las puertas se cerrarán. Sentía que mis piernas no respondían, salí del edificio lo más natural posible.

Tomé un taxi y me fuí de ahí. Solo quería llegar a mi casa y encerrarme, no quería volver a salir hasta que el se fuera de aquí.

De por sí, no tenía apetito, con lo de hoy, no pude probar bocado. Tenía un dolor horrible de cabeza, así que antes de que Samuel saliera de trabajo, me tomé un calmante y me dormí. No quería pensar en nada.

Por la mañana, desperté sobresaltada, tuve una pesadilla, en la que caía en un agujero negro y sin fin. No tenía salvación.

Estaba aún recostada en la cama, cuando entro Samuel.

- Levántate, acompáñame a desayunar.- Era una orden.

Me levanté y me cambié, baje lo más rápido que pude.

- Ayer, te dormiste muy temprano. Y dicen que no has comido bien. ¿Estás enferma?-

- No, solo me sentía aburrida.-

-¿Estás segura que solo es eso?.- Asentí con la cabeza.- Bien, puedes volver al gimnasio, pero el chófer te acompañará en todo momento.-

- Gracias.-

- Me voy, ayer tu amiguito, me dejó plantado en una reunión. Espero que hoy sea más formal. Come bien.-

- Que te vaya bien.-

Solo estaba esperando que Aaron no hiciera nada malo. Si se negaba a firmar, Samuel, daría por hecho que fue mi culpa.

Estuve toda la tarde rezando para que todo saliera bien. Si hoy, llegaban a un acuerdo, Aaron se iría de la ciudad y mi vida volvería a ser lo más normal posible. Sin embargo no fue así.

Era bastante tarde, cuando Samuel, llegó algo ebrio y de muy mal humor. Lo primero que hizo fue gritarme para que bajará.

- Aquí estoy, ¿Que pasa?- Pregunté.

- Tu amiguito, canceló el contrato, el muy idiota, dice que tengo movimiento raros. No sabe con quién se está metiendo.-

- No te preocupes, ya lo convenceras. - Lo tomé del brazo. Intentaba controlarlo. Si lograba que se fuera a su cama, todo pasaría.

- ¡Tu! Maldita traidora. ¿Que le dijiste?-

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