Después de escapar de las brutalidades de mi manada, he estado viviendo en las sombras como humana durante años, tratando de olvidar el pasado y construir una vida nueva. Pero cuando una incursión real amenaza con desestabilizar todo, me veo obligada a enfrentar mis demonios y proteger a los inocentes que me han aceptado. No puedo permitir que me arrastren de regreso a esa vida de opresión y miedo. Kaiden el rey alfa descubre que soy su compañera predestinada. Desde entonces me persigue e insiste en que mi lugar está junto a él.
Pero me niego a pertenece a alguien y lucharé por mi libertad y por aquellos que me importan, sin importar el costo.
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un problema
POV ADELINE
El amanecer apenas comenzaba a despuntar, tiñendo el cielo de grises pálidos y rosados inciertos. El aire de la mañana era frío y cortante, y cada paso que dábamos sobre la hojarasca crujiente del bosque parecía amplificar el silencio inquietante que nos rodeaba, el bosque se sentía como una boca oscura y hambrienta a nuestro alrededor. Lili y Surley, con sus ropas de ciudad y sus miradas de pánico, se aferraban a mí como si yo fuera su única tabla de salvación mientras caminaban a mi lado, apresuradas y sus miradas nerviosas, revoloteando a mi alrededor como pájaros asustados.
—Adeline, ¿por qué salimos a esta hora?— susurró Lili, su voz temblando ligeramente. —Deberíamos haber aceptado que Kaiden nos llevara. Al menos estaríamos seguras en su coche, no aquí, perdidas en medio de la nada—
—Sí, Adeline, esto da mucho miedo— añadió Surley, apretando mi brazo con fuerza. —Podría haber cualquier cosa aquí afuera. Esto es una locura. ¿Qué hacemos aquí solas?—
—Tengo miedo, Adeline— gimió Lili, mientras sus ojos escanean la penumbra con terror. —Siento que nos están mirando—
Yo también sentía ese nudo en el estómago, esa inquietud profunda que no se iba. Mi lobo interior, normalmente una presencia reconfortante y poderosa, ahora estaba tenso, alerta, como un resorte a punto de saltar. Un instinto primario me decía que algo estaba terriblemente mal, que no estábamos solas, que algo nos acechaba entre las sombras de los árboles.
Mi lobo ya estaba en máxima alerta. Cada fibra de mi ser gritaba peligro, pero no era solo la amenaza física lo que me ponía los pelos de punta. Era algo más, algo que mi instinto reconocía, algo antiguo y aterrador.
—Tranquilas", dije, intentando que mi voz sonara firme, aunque por dentro el miedo empezaba a roer. Mi lobo se erizó, sus sentidos estan agudizándose a un nivel casi insoportable. Podía oler el miedo en el aire, pero también algo más... algo salvaje, depredador. —Solo... no se alejen de mí. Manténganse juntas—
—¿Qué pasa, Adeline?— preguntó Lili. —¿Sucede algo?—
Sucedia todo. El susurro del viento entre las ramas sonaba como advertencias. Cada crujido de una ramita bajo mi pie me hacía saltar. Mi lobo aullaba en mi cabeza, un grito silencioso de peligro inminente. —Algo anda mal— logré decir, en un susurro ronco. —Muy mal. No se separen. ¡Nunca!—
Con un movimiento rápido y casi instintivo, metí la mano en mi bolsillo y saqué mi cuchillo. El frío metal en mi palma era un consuelo precario, una pequeña defensa contra lo que mi lobo me estaba gritando que se acercaba. El miedo se transformó en una alerta cruda, una preparación para la batalla que sentía en mis huesos. El terror se cernía sobre nosotras, tangible, pesado, y yo sabía que estábamos en el punto de mira de algo que no podíamos ver, pero que podíamos sentir con cada fibra de nuestro ser.
De repente, una voz resonó entre los árboles. Era una voz risueña, juguetona, pero para mí, era un sonido repulsivo, cargado de una malicia que helaba la sangre. Era la clase de sonido que anunciaba la caza.
—Vaya, vaya... ¿qué tenemos aquí?— la voz se burló, y cada sílaba que emanaba de su boca era un escalofrío. —Tres jugosos postrecitos, ¿solitas en el bosque? ¡Qué dulce coincidencia!—
Lili y Surley se giraron bruscamente, con unas mezclas de confusión y terror. —¡¿Quién anda ahí?!— gritó Lili,. —¿Qué quieren de nosotras?—
Surley se apretó aún más contra mí, sus ojos estan desorbitados buscado la fuente de esa voz escalofriante. —Adeline, ¿qué pasa? ¿Quién es?—
—No se separen de mí— ordené, ya a este punto estaba muy tensa, y mi mano apretaba el cuchillo con fuerza. Mi lobo rugía en mi interior, Mientras se preparaba para lo peor.
—¡Salgan! ¡Muéstrense!— grité hacia la oscuridad, mi voz resonó con una fuerza que me sorprendió a mí misma.
Y entonces, emergieron de entre las sombras. Primero, un hombre. Alto, musculoso, con tatuajes que serpenteaban por sus brazos y torso desnudo, solo vestido con unos pantalones oscuros. Su abdomen era una escultura de poder. Detrás de él, flanqueándolo, aparecieron otros dos hombres, igualmente corpulentos, con la misma aura amenazante.
El primer hombre sonrió, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—Rick— solo bastó con susurrar su nombre para que el me diera una leve sonrisa.
—Siempre tan predecible, Adeline— dijo el.
—¿Rick?— preguntó Lili, confundida, intentando procesar la escena. —¿Quién es Rick?—
En ese instante, mientras Surley miraba fijamente a Rick, un grito ahogado escapó de sus labios.
—¡Adeline! ¡Mira!— balbuceó, señalando frenéticamente hacia atrás, hacia la espesura de donde habían salido los hombres.
Mi mirada siguió la dirección de su dedo y mi corazón dio un vuelco. Allí, emergiendo de entre los árboles como una sombra viviente, estaba un lobo. Pero no era un lobo cualquiera. Era enorme, con un pelaje oscuro y unos ojos que brillaban con una inteligencia depredadora y una furia latente. Era la personificación de la fuerza salvaje, la criatura que mi propio lobo reconocía como igual, o incluso superior.
Un lobo.
Un lobo de verdad.
Y en el contexto de este mundo, eso solo podía significar una cosa.
— Adeline qué bueno verte de nuevo. Han pasado años, y qué compañía tan... suculenta traes—
Mi lobo rugió, un instinto ancestral tomando el control.
No era solo un lobo.
Era varias bestias colosales que emergían de la oscuridad, sus pelajes oscuros como la noche que se iba, sus músculos tensos bajo la piel. Sus ojos, brasas incandescentes.
Los ojos del hombre delante de mí se clavaron en los míos, no con la curiosidad de un animal salvaje, sino con el reconocimiento de un igual.
La forma en que me miraba... era un desafío. Un desafío a mi posición, a mi territorio.
El aire se volvió espeso, cargado de una tensión eléctrica. El miedo de Lili y Surley era un aroma dulce y tentador para ellos.
Pero para mí, era un detonante.
Mi propia naturaleza salvaje se revolvió, la adrenalina inundando mi torrente sanguíneo.
No era solo Adeline, la chica asustada. Era Adeline, la loba. Y estos hombres lobo, estos intrusos, habían cruzado una línea.
—No se les ocurra tocarme a mí o a mis amigas— mi voz resonó, ahora con un matiz salvaje que hizo retroceder un paso a los demás menos a Rick.
Mis ojos brillaron con una luz tenue, mi lobo mostraba los dientes en una advertencia silenciosa.
—¿Que quieres Rick? Este bosque no es tuyo—
—Tengo entendido que tampoco es tuyo, así que estamos igual, hermosa— me guiñó un ojo.
Y nunca había sentido tanto terror en mi vida como en este momento. No por mi, si no por la vulnerabilidad de mis amigas quienes se morían del pánico sin saber ni entender que era lo que pasaba.
Yo solo quería llevarlas a casa sanas y salvas. Y ahora me encuentro aquí.
En medio de una batalla de miradas con lobos hambrientos. Y Rick, el era mi mayor problema.
Un hombre que también fue el culpable de que huyera de mi manada, su loca obsesión por mi era algo desquisiable.
¡Maldición!
¿Y ahora cómo saldré de este lío?...