Shiro es un soldado el cual no revela nunca emociones, pero al llegar una carta de una desconocida su futuro qué parecía oscuro se ve iluminado por un sentimiento que no sabe de donde proviene ¿descubrira Shiro quien es esa persona o sabrá cual es ese sentido?
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Camino a la capital
En la aldea, el sol tocaba los techos mientras Yuki salía del establo con una carta en las manos.
Era sencilla, con el hilo rojo atado con suavidad.
Ella la acababa de enviar una nueva carta a su receptor:
Gracias por responder.
Me alegra saber que sigues ahí.
Yo tambien seguiré aquí recibiendo tus cartas.
La dejó en manos del mensajero del pueblo con su habitual sonrisa tímida.
—Como siempre —dijo. El hombre asintió, ya conociendo el destino.
—Sí —dijo Yuki con una sonrisa tan brillante como el sol.
Justo cuando iba a volver a casa, otro jinete llego a donde estaba Yukk con una carta.
El jinete la extendió con expresión seria.
—Es de la capital —anunció.
Yuki estaba algo desconcertada.
《Justo acabo de enviar una carta y ahora me llega otra, ¿Qué de podrá ser? o ¿Quién?》
Yuki, confundida, la tomó y la abrió en el momento.
Leyó en voz alta y muy concentrada.
Por orden del archivo central del reino:
A todos los hombres y mujeres de aldeas rurales, mayores de dieciocho años y aún no entrados en la vejez, que dominen la lectura y la escritura:
Se solicita vuestra asistencia temporal en la capital, en tareas de transcripción y orden de documentos oficiales. Esta labor es de suma importancia para la buena marcha del reino y la conservación de sus memorias.
Transporte y comida incluidos.
Su presencia es requerida en tres días.
Yuki bajó la carta, desconcertada.
—¿Yo… en la capital?
Los vecinos comenzaron a rodearla, curiosos.
—¿Qué dice, Yuki?.
—Me están llamando a la capital —dijo Yuki aun sorprendida por lo que acaba de pasar.
—¿Vas a ir a la capital —dijo un anciano de por ahí.
—Pero de que podría servirles alguien como Yuki —dijo un niño con una sonrisa de satisfacción.
—No seas así Matias, Yuki puede hacer cualquier cosa si se lo propone —Y mirando a Yuki sonriendo —¿Cierto Yuki?
Pero Yuki no respondió. Estaba intentando procesar lo que estaba pasando
《Pero ¿Cómo se supone que viva e la capital, los de la capital siempre actúan raro, ¿Cómo vivire así?》
Y ahí Yuki se imagino a ella con un vestido muy elegante y bebiendo una copa y hablando con otras chicas.
Pero ahí cuando la ilusion de Yuki intenta caminar esta se cae por el vestido y todos empiezan a burlarse.
Y ahi una anciana toca el hombre de Yuki —En la realidad— Diciendole que no tenia de que preocuparse —Y acercándose a su oído— Y tal vez puedas encontrar al chico de la carta.
Lo que hace que Yuki se sobresalte y salga corriendo.
《Es verdad, tal vez podría encontrarme con él》
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El cielo de la aldea estaba despejado cuando Yuki se despidió.
Su madre la abrazó con fuerza, conteniendo las lágrimas.
—Recuerda visitarnos.
—Y si los de la capital te miran mal, tú míralos peor.
—No te preocupes —sonrió Yuki— Estare bien mamá.
El carro partió con ella entre libros, recuerdos y una extraña mezcla de miedo y entusiasmo.
Con un solo pensamiento.
《Podre conocerte persona de las cartas》
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Unas horas después, la capital se alzaba frente a ella como un mar de piedra y techos infinitos.
El aire olía diferente.
La gente caminaba con prisa.
Todo era más grande, más ruidoso… más desconocido.
Un soldado la guió hasta los muros del fuerte central, donde varios ciudadanos recién llegados eran organizados y enviados a distintos sectores administrativos.
—¿Yuki…? —leyó un hombre en una lista—. Te asignaron a la biblioteca interna del fuerte. Pasillos tres a seis. Limpieza, orden y apoyo en transcripción.
Yuki asintió, un poco nerviosa, sujetando su bolsa con fuerza.
—Gracias…
Tomó el pasillo indicado, cruzando puertas de piedra pulida, admirando los estandartes colgados en lo alto.
Doblando una esquina, chocó contra alguien.
—¡Ay! ¡Perdón! ¡Lo siento! No miraba por dónde iba, es mi primera vez aquí, acabo de llegar —empezó a decir de muy rápido mientras bajaba la cabeza repetidamente.
—No hay problema —dijo una voz profunda, tranquila.
Cuando levantó la vista, vio a un hombre de cabello negro y ojos serenos. Su postura era firme, su mirada directa… pero había una calma extraña en él.
Una presencia imponente o incluso amenazante.
Yuki asintió torpemente, aún sin entender con quien había chocado o si él estaba enojado.
—Disculpe otra vez…
Él asintió una última vez.
Y se fue, sin mirar atrás.
Yuki, aún de pie, parpadeó. Luego siguió su camino.
《Es mi primer día y ya estoy poniendo el pie izquierdo》.
Al llegar a la biblioteca, una mujer mayor le indicó su lugar.
Estantes altos, libros antiguos, mesas largas.
Mientras ordenaba unos pergaminos, sus dedos iban más lentos de lo normal.
《Pero ¿Quién era él?》
Pensaba con una cara se curiosidad y algo avergonzada.
No lo sabía.
Pero sin querer, ya había hablado con aquella persona.
Aquella con la que había hablado sin saber quien era.
