En un mundo donde zombis, monstruos y poderes sobrenaturales son el pan de cada día... Martina... o Sasha como se llamaba en su anterior vida es enviada a un mundo Apocaliptico para sobrevivir...
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capítulo 10
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Esa misma noche, el ambiente en el salón era tenso. El fuego crepitaba, proyectando sombras largas en las paredes. Algunos murmuraban entre sí; otros intentaban dormir con un ojo abierto. La pesadilla de Martina había calado hondo, aunque nadie se atrevía a decirlo en voz alta.
Mike, sentado junto a su hermana, le ofreció una taza de agua.
—¿Quieres contarme qué viste?
Martina negó con la cabeza. Apretó los labios, mirando fijamente las llamas, como si en ellas buscara respuestas. Su voz salió baja, apenas un susurro.
—No era una pesadilla común… era como si estuviera viendo algo que aún no ha pasado. Tú… estabas herido. Muy herido. Y los demás… todos usaban poderes. Como si estuviéramos en otra historia.
Mike se tensó.
—¿Poderes?
—Sí… tú lanzabas fuego. Los demás también tenían habilidades que nunca se habían mencionado antes. Pero lo más raro… es que lo entendí todo de golpe. Como si nuestras tramas se hubieran mezclado porque alguien desvió el camino del protagonista original.
Mike frunció el ceño, confundido.
—¿Estás diciendo que... estamos dentro de una historia distinta?
—No exactamente. Lo que quiero decir es que… esto no era lo que debía pasar. Alguien, en algún punto, rompió el orden de los hechos y ahora las realidades se cruzaron. Nosotros... no deberíamos tener poderes.
Antes de que Mike pudiera responder, el capitán Stiven se acercó a ellos con expresión grave y dijo en voz baja:
—El hielo en la pared se está descongelando...
Martina lo miró fijamente y asintió. Luego se volvió hacia los demás y anunció:
—Descansen. Mañana, les contaré a todos lo que vi.
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A la mañana siguiente, ya de vuelta en la casa, todos se reunieron en la oficina del padre de Martina. Observaban en silencio los monitores de vigilancia, atentos a cualquier señal. Martina, de pie frente a ellos, con el rostro serio y la mirada firme, finalmente habló:
—Las cosas cambiaron.
Se giró hacia las pantallas, donde se veían distintas zonas del refugio: la entrada principal, los pasillos, los almacenes y el patio trasero. Las cámaras mostraban calma, pero su expresión decía lo contrario.
—Anoche tuve una visión. —Su voz era firme, pero en su interior sentía el peso de cada palabra—. No fue solo un sueño… vi lo que puede ocurrir en un futuro no muy distante.
Todos guardaron silencio. Incluso los más escépticos no se atrevieron a burlarse. Ya habían visto cómo, en más de una ocasión, sus advertencias les habían salvado la vida.
—Vi a Mike herido. Vi un refugio no muy lejos de aquí convertido en una prisión, donde encerraban a los sobrevivientes como si fueran bestias. Vi fuego. Poderes que jamás deberíamos tener. Y en el centro de todo… vi a alguien más.
Sus ojos se posaron en James.
—No deberías estar aquí, pero lo estás. Y tu presencia... lo está alterando todo.
Lara, desde una esquina, preguntó con cautela:
—¿Qué significa eso? ¿Qué tiene que ver mi hermano en todo esto?
Martina negó con la cabeza lentamente.
—No lo sé, no con certeza. Pero sí sé esto: si seguimos como hasta ahora, más realidades van a colapsar sobre la nuestra. Y cuando eso pase, ya no habrá reglas. Ni lógica. Ni destino. Solo caos.
Stiven cruzó los brazos y habló por primera vez desde que entraron:
—¿Qué propones?
Martina alzó la mirada hacia él.
—Prepararnos. Revisar los archivos de mi padre. Ver qué sabía realmente. Este lugar no fue creado por casualidad. Ellos sabían. Hay respuestas aquí, enterradas entre líneas, grabadas en códigos. Necesito que confíen en mí, como lo han hecho hasta ahora.
Un silencio denso se extendió por la sala. Nadie se movió, pero uno a uno, comenzaron a asentir.
Mike se colocó de pie junto a ella.
—Estoy contigo, hermana. Hasta el final.
Stiven asintió también, y poco a poco, los demás siguieron. Había miedo, sí. Pero también determinación.
Y así, con la amenaza invisible acechando y un futuro incierto por delante, comenzó la verdadera batalla: no contra zombis, ni mutantes… sino contra el destino mismo.