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Entre el Deber y el Deseo

Entre el Deber y el Deseo

Status: Terminada
Genre:Venganza / Matrimonio contratado / Mujer poderosa / Matrimonio arreglado / Completas
Popularitas:32
Nilai: 5
nombre de autor: Dana Cardoso

A los dieciséis años, fui obligada a casarme con Dante Moretti, un hombre catorce años mayor, poderoso y distante.
En sus ojos, nuestro matrimonio era solo un contrato; en los míos, era amor.
Fui enviada al extranjero para estudiar y, durante cinco años, viví con la esperanza de que algún día él realmente me viera.
Ahora, graduada y decidida, he vuelto a Florencia.
Pero lo que encuentro me destruye: mi esposo tiene a otra mujer y planea casarse de nuevo.
Solo que esta vez no será a su manera. Ya no soy la chica ingenua que dejó partir.
He vuelto para reclamar lo que es mío: el nombre, la fortuna, el respeto… y quizá, mi lugar en su cama y en su corazón.

NovelToon tiene autorización de Dana Cardoso para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 9

Punto de vista de Dante

Carlos llamó a la puerta de mi oficina dos veces antes de entrar. Siempre hacía eso — demasiado respetuoso, pero con una mirada que delataba cuando algo le incomodaba.

—Sr. Moretti— comenzó, vacilante —, necesitamos conversar sobre la Sra. Bianca.

Solté la pluma y me recosté en la silla, arqueando las cejas.

— ¿Qué le pasa?

Carlos se acomodó la corbata.

— Ella está preguntando sobre la empresa. Quiere saber cómo funcionan los sectores, quiénes son los directores, contratos, inversiones... todo.

Me quedé en silencio por algunos segundos. La punta del nerviosismo me atravesó. Yo conocía aquella mirada curiosa de ella, la misma de cuando era niña y quería entender el mundo. Pero ahora... el mundo era el mío. Y mi mundo tenía fronteras que yo no estaba listo para dividir.

— ¿Ella comentó el motivo? — pregunté, intentando mantener la voz neutra.

— Dijo apenas que quiere “entender lo que heredó” — respondió Carlos, cuidadosamente.

Suspiré hondo. Aquella frase pesó.

“Entender lo que heredó.”

Sí, mitad de la empresa ahora era de ella — una herencia legal, fruto de una sociedad entre mi padrino y mi padre, hoy soy responsable por todo el imperio que nuestros padres construyeron y por ella pues hice una promesa de protegerla cuando ella aún era muy joven. Nunca imaginé que un día ella realmente iría a reivindicar ese derecho.

— Deje que ella hable conmigo directamente — finalicé, seco. — No quiero que nadie pase información sin mi autorización.

Carlos asintió y salió, pero el desconforto quedó.

¿Por qué ella quería involucrarse con aquello? ¿Era orgullo? ¿Curiosidad? ¿O tal vez una forma de desafiarme?

De alguna manera, yo sentía que Bianca estaba comenzando a reivindicar no solo lo que era de ella por derecho... sino también el espacio que antes no le pertenecía en mi vida.

POV: Bianca

La fachada de nuestra empresa era tan imponente como el CEO que la comandaba "Dante": fría, de vidrio y acero, reluciente bajo el sol de la mañana. El nombre De Moretti Corporation brillaba en letras metálicas, y por un instante sentí un escalofrío — no de miedo, sino de poder. Aquel también era mi nombre.

Entré confiada, con la cabeza erguida y el sonido de mis tacones resonando en el vestíbulo. El ambiente olía a café caro y ambición. Había un ritmo allí, una pulsación constante de personas hablando bajo, teclas digitando, puertas automáticas abriéndose.

Me dirigí a la recepción, donde una mujer de uniforme elegante y expresión calma me recibió con una sonrisa profesional.

— Buenos días. ¿En qué puedo ayudarla?

— Vine a ver al señor Moretti — respondí con gentileza. — ¿Podría avisarle que Bianca está aquí?

Ella digitó algo en la computadora y, sin levantar los ojos, preguntó:

— ¿La señora tiene horario agendado?

Sonreí.

— No, pero creo que él va a querer verme. Soy su esposa.

La mirada de ella finalmente subió. Por un segundo, vaciló. Después, la sonrisa educada volvió a su lugar.

— Comprendo, señora, pero… muchas mujeres ya vinieron aquí diciendo lo mismo. Espero que entienda que necesito confirmar antes de autorizar la entrada.

La forma como ella dijo no fue ríspida. Era apenas una mujer haciendo su trabajo — y bien, por cierto.

— Está todo bien — respondí, aún sonriendo. — Me gusta la gente que se toma el deber en serio.

Antes de que ella pudiese llamar a alguien, una voz masculina sonó detrás de nosotros.

— ¡Sra. Bianca!

Carlos atravesó el vestíbulo con un semblante entre divertido y sorprendido.

— ¿Qué está sucediendo aquí?

La recepcionista explicó rápidamente, visiblemente constreñida. Carlos soltó una risa breve.

— Ah, no se preocupe — dijo, gentil. — Esta es la señora Moretti. Ella tiene acceso libre. Además de ser la esposa del jefe, también es dueña de mitad de la empresa.

El rostro de la recepcionista palideció.

— Dios mío… señora, me perdone. No tenía idea.

— No hay por qué disculparse — interrumpí, sincera. — Está todo bien. Usted solo estaba haciendo su trabajo.

Ella asintió, aliviada, y yo añadí, antes de alejarme:

— Continúe así. Es bueno saber que alguien cuida tan bien de mi marido.

Guiñé con levedad y caminé en dirección a los elevadores. El silencio detrás de mí era casi palpable — las miradas curiosas de los funcionarios me acompañaban, mezcla de sorpresa y murmullo.

Cuando las puertas se abrieron en el piso de la dirección, Dante estaba allá, parado delante de la mesa, con la expresión tensa de quien fue tomado desprevenido.

— Bianca — dijo, la voz grave. — ¿Qué estás haciendo aquí?

Me encogí de hombros, fingiendo inocencia.

— Tú no hablas mucho sobre el trabajo más yo viví en él. Pensé que estaba en la hora de conocer tu mundo… o mejor, nuestro mundo.

Él pasó la mano por los cabellos, un gesto nervioso que denunciaba lo que intentaba esconder.

— Podrías haberme avisado antes.

— ¿Y perder tu reacción? — repliqué, divertida. — Jamás.

Por un instante, la mirada de él se suavizó, como si no supiese si me reprendía o si sonreía.

— Tú nunca haces lo que espero — murmuró.

Me aproximé a la ventana amplia, observando la ciudad allá abajo.

— Tal vez sea por eso que aún me mantienes cerca, marido.

Él no respondió. Pero el silencio que se instaló decía más que cualquier palabra.

Era un campo de batalla invisible — entre el poder y el deseo, el orgullo y la necesidad.

Y por primera vez, sentí que yo realmente estaba pisando el territorio de él… y que él comenzaba a percibir el peligro emocional y profesional que eso representaba.

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