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HERENCIA DEL SILENCIO

HERENCIA DEL SILENCIO

Status: Terminada
Genre:Romance / Comedia / Malentendidos / Amor-odio / Atracción entre enemigos / Grumpyxsunshine / Completas
Popularitas:17.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Yazz García

Manuelle Moretti acaba de mudarse a Milán para comenzar la universidad, creyendo que por fin tendrá algo de paz. Pero entre un compañero de cuarto demasiado relajado, una arquitecta activista que lo saca de quicio, fiestas inesperadas, besos robados y un pasado que nunca descansa… su vida está a punto de volverse mucho más complicada.

NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Encuentro casual

*⚠️Advertencia de contenido⚠️*:

Este capítulo contiene temáticas sensibles que pueden resultar incómodas para algunos lectores, incluyendo escenas subidas de tono, lenguaje obsceno, salud mental, autolesiones y violencia. Se recomienda discreción. 🔞

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...M A N U E L L E...

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La chica caminaba con seguridad hacia la pista de baile, como si ya supiera que iba a prenderle fuego al lugar. Yo, por mi parte, intentaba mantener la dignidad, recordarme que solo estaba “socializando” y que en teoría tenía un plano que entregar como parte de mi trabajo en equipo, al otro día.

La teoría murió en cuanto empezó a sonar un dembow en inglés —una canción híbrida, con bajo fuerte y letra pretenciosa que repetía lo mismo una y otra vez.

Clarissa se giró de espaldas a mí, apoyó su cuerpo al ritmo del beat y empezó a moverse con una fluidez que no era normal. Cada vaivén era milimétricamente calculado para desafiar mis capacidades neuronales.

Y hormonales.

—¿Siempre bailas así con extraños? —le dije, intentando sonar casual.

Ella giró la cabeza apenas para mirarme por encima del hombro.

—¿Te estoy intimidando?

Me reí. Era aguda. Peligrosamente aguda.

Creo que me puse algo nervioso.

No. Me está poniendo nervioso.

Mi padre estaría decepcionado de mi en estos momentos.

Nos acercamos más, sus caderas contra mí, mi respiración descontrolada, y aún así, el tono seguía siendo casi cómico.

—¿Y tú qué estudias? —pregunté, buscando mantener la conversación a flote mientras me enterraba lentamente en su perfume.

—Diseño textil. Pero debería estudiar cómo desconcentrar chicos egolatras.

—Me parece que ya te graduaste con honores.

Ella se giró para quedar frente a mí, sus ojos brillando bajo las luces naranjas.

—Tú eres el famoso Manuelle Moretti, ¿cierto?

—Depende quién pregunte.

—La mejor amiga de tu compañera de trabajo.

Arqueé una ceja.

—¿Aina?

—La misma. Habla mucho de ti. Pero sinceramente, lo que dijo no te hace justicia.

—¿Ah, no? —arquee una ceja.

—Dijo que eras brillante, responsable, un poco seco.

—¿Y tú?

—Yo digo que eres sexy, sarcástico, y que probablemente estás igual de jodido que yo. Lo cual… me encanta.

—¿Eso es una invitación?

—Básicamente—dijo con una sonrisa torcida. Por cierto, soy Clarissa.

Bailamos un rato más, pero en algún punto nos rendimos, a la música, a la gente, a la posibilidad de mantener esto casual. Terminamos en el mismo balcón donde nos conocimos, sentados en el suelo con dos cervezas que Clarissa había sacado por ahí.

Hablamos de temas triviales, de sus ganas de irse a Berlín, de mis ganas de quedarme quieto en algún lugar, aunque no supiera dónde, de sus padres ausentes, expectativas, ansiedad, de esas cosas que solo se dicen bajo una farola medio fundida y con alcohol en la sangre.

—¿Quieres que vayamos a mi apartamento? —preguntó de pronto, rompiendo el momento.

La miré. Se mordía el labio inferior, pero no parecía insegura. Solo decidida.

—Podríamos profundizar en algunos temas, más cómodos y claro, con algo de vino.

—¿Profundizar tipo terapia? —pregunté con sarcasmo y una sonrisa ladeada.

—Profundizar tipo: te vas a arrepentir si no vienes.

La respuesta fue pararme sin decir nada y tenderle la mano.

Ella la tomó. Y nos fuimos.

No sé si fue el alcohol, el olor a humo, o la forma en que ella dijo mi nombre en voz baja cuando salimos por la puerta… pero ya lo presentía: esa noche no íbamos a seguir hablando.

Tomamos un taxi apenas salimos de la fiesta. El sudor ya se me había secado en la espalda, pero podía sentir el calor de Clarissa a mi lado. Iba con la cabeza apoyada en la ventana, dándose pequeños golpecitos en la rodilla como si tratara de contener una idea.

Yo, por el contrario, no pensaba en nada. O sí. En cómo se le marcaban los labios cuando hablaba. En cómo su cuello parecía una invitación abierta al pecado. En cómo…

Carajos, ya no había vuelta atrás.

—Es aquí —dijo cuando el taxi se detuvo frente a un edificio alto con fachada de ladrillo blanco.

El apartamento estaba cerca del campus, pero lo bastante apartado como para no irse caminando. Subimos en el ascensor en silencio. Me miró solo una vez, justo cuando se abrió la puerta en su piso.

Era un apartamento grande. Muy grande. Techos altos, luz tenue, una lámpara de papel gigante colgando como una luna sobre la sala. Todo tenía un aire artístico, algo vintage. Había cuadros por doquier, tejidos, retazos de telas, una máquina de coser antigua.

Tenía las luces bajas, cálidas, y lo primero que noté —además del aroma dulce con un dejo a vainilla— fue el caos ordenado de cajas, bolsas con etiquetas, prendas perfectamente dobladas o colgadas en percheros minimalistas. Parecía una boutique disfrazada de apartamento.

—¿Tú vives sola aquí?

—¿Esperabas que compartiera con cinco compañeras de diseño y un gato con problemas alimenticios?

—Esperaba algo más… modesto.

Ella se quitó los zapatos y caminó sobre la alfombra sin responder.

—¿Creías que esto me lo paga papá? —preguntó con una sonrisa ladeada mientras dejaba su bolso en un taburete alto—. Tengo mi propia marca digital. Colaboraciones, envíos, campañas… es agotador, pero amo lo que hago.

—Vaya, señorita CEO. Deberías advertirle a uno antes de seducirlo en la pista.

—¿Seducirte? Pensé que fuiste tú quien me siguió hasta aquí —replicó mientras se acercaba a la cocina. Sacó dos copas, abrió una botella de vino y me tendió una sin dejar de mirarme.

—Tal vez. Pero no pareces alguien que se deja seguir. Eres más del tipo que arrastra.

—Tal vez.

Me detuve frente a su cuerpo, apenas unos centímetros.

—¿Qué pasa? —murmuró.

—Esto ya no se siente como solo una charla profunda.

—¿Y?

—Y si no te molesta…

Dejé la copa sobre la barra y crucé el espacio que nos separaba. Mis manos la tomaron de la cintura, la atrajeron con delicadeza. Ella no se apartó. Me miró a los ojos como si supiera exactamente lo que iba a pasar. Como si lo estuviera esperando.

Mis labios rozaron los suyos con una lentitud desesperante. Una prueba. Una provocación. Clarissa tomó mi nuca con una mano y acortó la distancia con una mordida leve en mi labio inferior.

Se me escapó un gruñido.

—No te hagas el tímido, Moretti —murmuró—. Sé que tienes experiencia.

La besé entonces, con hambre. Con manos decididas. La levanté sin dejar de besarla y sus piernas me rodearon. El sabor a vino y deseo se mezcló en nuestras bocas mientras me llevaba a tientas hacia su dormitorio.

La habitación era blanca, elegante, minimalista. Todo olía a ella.

La dejé caer en la cama y me quité la camisa mientras la observaba desnudarse con una calma hiriente. Como si no tuviera prisa. Como si supiera que ya estaba rendido.

Su ropa cayó una prenda tras otra. Luego, ella se estiró hasta la mesa de noche, para sacar algunos preservativos.

Sus piernas abiertas me recibieron con un calor eléctrico. La recorrí desde la clavícula hasta sus caderas. Ella gemía suave, conteniendo el sonido entre dientes, y cuando mis dedos la encontraron, ya estaba empapada.

La hice girar con un tirón. Le sujeté el cabello mientras la tomaba por detrás, lento al principio, escuchándola maldecir mi nombre. Su espalda se arqueaba, sus uñas arañaban las sábanas y su voz se quebraba con cada embestida más profunda.

Me encantaba verla así. Preciosa, desbordada.

Minutos después me vine con un gemido grave, con su cuerpo temblando aún bajo el mío.

Pero no fue suficiente.

La besé de nuevo, la tomé de la cintura y la volví a girar. Esta vez la tomé mirándola a los ojos. Su rostro encendido, sus labios entreabiertos, sus ojos cerrados, sus pechos temblando con cada movimiento.

—Mírame —le ordené, con voz ronca—. No cierres los ojos.

Me miró mientras se corría, sus uñas clavadas en mi espalda. Yo la seguí segundos después, cayendo sobre su cuerpo como si me perteneciera.

Pasamos la noche entera entre sudor, vino, y dos cuerpos que hablaban el mismo idioma sin decir una palabra.

1
Carmen Cañongo
MUCHAS bendiciones para ti autora sí sufrimos a lo grande sobretodo por Aina qué sé convirtió en una mujer sin piedad pero cómo siempre triunfó él amor, y sí té decides a escribir una nueva historia porque no la dé los hijos dé Manuelle
Carmen Cañongo
Clarissa tu sí qué supistes ganarte a toda la familia Moretti, eres tu sin duda la indicada pará un final feliz
Carmen Cañongo
ay sí declárate a Clarissa antes qué la pierdas, lánzate sin miedo por algo eres un Moretti
Anonymous
Muchas felicidades escritora! Leí la primera parte y ahora esta, realmente las dos están buenísimas, pero creo que está saco más mis sentimientos, en la parte final, me hizo pensar y pensar que todos podemos tener un final feliz! De verdad te felicito mil gracias y porque no más delante la historia de las gemelas, muchas gracias
Carolina Nuñez
muy bueno
Linilda Tibisay Aguilera Romero
me facino muy bonita todo un caos Pero me encantó
Linilda Tibisay Aguilera Romero
que bellos me encantó esta historia todo un caos Pero muy bonita
Linilda Tibisay Aguilera Romero
me encanta como es Clari con ellos disfruta de esos momentos no como era la estirada y perfecta Aina
Linilda Tibisay Aguilera Romero
me encanta que tomarás cartas en el asunto para que Aina no te jodiera la vida, Pero ahora toma acción en tu relación es hora del siguiente paso
Denys Aular
yo creo q ese hijo no es Manuelle porq sino van a caer en mismo círculo vicioso y q de una vez la desenmascare a la fina ella siempre le tuvo envidia a clarisa y no es secreto q es caprichosa así q se le quite de una vez el papel de víctima y en realidad se muestre lo q realmente es igualita al padre de manipuladora y poner todo a su favor y en cuanto a clarisa Manuelle ellos se quieren realmente q qde juntos y ya
Linilda Tibisay Aguilera Romero
Aina está muy mal necesita ayuda ella siempre lo que ha sentido es un capricho ella solo quiso estás con Manuelle porque era lo contrario a lonqoe quería el papá para ella y por qué Clarissa era feliz con el siempre fue puro capricho
Carmen Cañongo
bravo por fin sé dan otra oportunidad no la cagues Manuelle defiende ése amor y manda a Aina al carajo
Linilda Tibisay Aguilera Romero
tienes una segunda oportunidad con Clari por favor no dejes que Aina lo arruiné
Linilda Tibisay Aguilera Romero
busca ayuda psicológica para Aina
Linilda Tibisay Aguilera Romero
Aina tu necesitas psicólogo
Linilda Tibisay Aguilera Romero
al fin Manuelle dijiste lo que tenías que haber dicho hace tiempo no era el momento pero Aina con su forma de ser te llevo al límite dándose golpes de pecho y haciéndose la víctima pero ella también fallo
Linilda Tibisay Aguilera Romero
jajajajajajaja me encantó este capitulo me rei mucho un papá y hermano súper celosos y tóxicos jajajaja
Dark
Esta vez Manuelle no la cagues y dale el mugar de Reina que se merece en tu corazón, y sobre todo respeto. Respeta la cono mujer y pon límites con la otra,q fue siempre un envidiosa.
Carmen Cañongo
provoca taparle la boca uyy qué cansona Aina
Carmen Cañongo
y todavía tienes el descaro dé reclamar Aina no jodas
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