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LIBERAME. Saga Destruyeme Parte II

LIBERAME. Saga Destruyeme Parte II

Status: En proceso
Genre:Posesivo / Arrogante / Dominación / BDSM / Escena del crimen / Enfermizo
Popularitas:3.8k
Nilai: 5
nombre de autor: DayMarJ

Soy Eros Montalbán. A simple vista, un estudiante brillante de medicina. Pero por dentro, soy otra cosa. Algo que no encaja. Algo que no se puede domar.

Desde niño he sentido esa pulsión: el cosquilleo en los dedos, la sed, la oscuridad. Mi madre me enseñó a mantenerla bajo control, a domar la bestia… pero incluso ella sabe que es cuestión de tiempo. Porque la sangre de Lucas Santori corre por mis venas, y su legado me pertenece.

Mientras el mundo celebra mi genialidad, yo observo desde la sombra. No busco amor, ni redención. Busco respuestas. Y si el precio es desatar lo que llevo dentro… entonces que el mundo arda.

NovelToon tiene autorización de DayMarJ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPITULO 8

EROS.

La universidad fue un maldito caos.

Durante horas no se hablaba de otra cosa. El cadáver. Las confesiones. Serrano. Todos los pasillos parecían una sala de redacción improvisada, y cada estudiante se sentía con el derecho de opinar, inventar o juzgar. Al final, como todo en este lugar, el escándalo fue bajando de volumen hasta convertirse en un murmullo constante, en una sombra que nadie podía ignorar pero que todos fingían olvidar.

Las clases se reanudaron como si nada. Hipocresía en estado puro.

Incluso Anatomía se llevó a cabo con una normalidad irritante. Como si el muy bastardo de Marconni no se hubiera burlado en mi cara. Como si no supiera exactamente qué teclas tocar para hacerme perder el control.

Intenté concentrarme. Lo juro.

Pero mi cabeza era una espiral descendente de imágenes violentas. Lo veía de pie, tan arrogante, tan seguro de sí mismo, moviéndose por el salón como si fuera el dueño del mundo. Y yo ahí, sentado, tragándome las ganas de arrancarle la lengua a punta de bisturí.

Lo imaginaba una y otra vez.

Yo, sujetándolo contra una camilla.

Yo, rompiéndole los dedos uno por uno con unas pinzas de disección.

Yo, haciendo que suplicara, que entendiera lo que era realmente el dolor.

No sé cuánto tiempo pasé en ese estado. Solo sé que cuando el profesor pidió que abriéramos los manuales, ya iba por la tercera forma detallada en la que lo haría desaparecer sin dejar rastro.

La rabia me hierve por dentro, como un animal enjaulado al que apenas puedo contener.

Y lo peor de todo es que él lo sabe.

Sabe que me tiene justo donde quiere.

Marconni lanza otra pregunta.

Más difícil. Más retorcida.

Una que cualquiera consideraría un intento sutil por humillar a alguien en público.

Nadie responde.

Ni siquiera Helena, que hasta ese momento había sido su sombra más brillante.

Todos guardan silencio, expectantes.

Y entonces, sin pensarlo demasiado, abro la boca.

—La causa más probable sería un aneurisma disecante de la aorta, provocado por una degeneración de la túnica media. En casos como ese, el sangrado interno es tan masivo que la muerte sobreviene en minutos, incluso sin signos externos evidentes si ocurre en la región torácica.

Mi voz es firme.

No titubeo.

Y cuando termino, explico con tal precisión que hasta el aire en la sala cambia de densidad.

Marconni me observa.

Y sonríe.

Esa maldita sonrisa ladeada.

Una que a cualquiera le parecería una expresión de reconocimiento…

Pero a mí me provoca ganas de levantarme de la silla y partirle la cara contra el mesón de acero más cercano.

Porque no quiero su aprobación.

No me interesa ganarme su simpatía.

Lo único que quiero es cerrarle la maldita boca.

Demostrarle que no soy uno de sus niñitos tontos, esos que lo miran con fascinación por su acento y sus historias de autopsias internacionales.

No.

Yo no soy eso.

Y algún día se lo voy a demostrar.

Con sangre, si es necesario.

La clase termina.

Los estudiantes se van uno a uno.

Algunos comentan lo que dije, otros ni siquiera notan que estoy al borde de una implosión.

Yo solo quiero largarme.

Salir de ahí.

Respirar otro aire que no esté contaminado con el olor arrogante de ese malnacido.

Pero no llego ni a cruzar la puerta cuando su voz me detiene.

Grave.

Seca.

Como una orden.

—Buen análisis —dice Marconni, sin el menor asomo de amabilidad—. Hasta para un mocoso con complejo de superioridad, fue bastante decente.

Me doy la vuelta.

Lo miro a los ojos.

Y escupo las palabras sin filtro.

—No me interesa lo que sea que tenga para decirme. Sé perfectamente quién soy sin su aprobación.

Él ríe.

Una risa áspera, como si su garganta raspara hierro oxidado.

Esa risa que me dan ganas de arrancarle con las uñas.

—¿Tanto te afecta lo que pienso, Eros? —me lanza con veneno—. No puedes controlarte ni cinco minutos. Patético. Te llenas la boca hablando de carácter, de fuerza… y lo único que haces es hacer el ridículo. Eres débil. Cualquiera podría pisarte, y ni siquiera te darías cuenta. El típico niñato de mamá que espera que sea ella quien se ensucie las manos por el y solucione su mierda.

No lo pienso.

No lo analizo.

Solo siento cómo la furia se me sube al cuerpo como si me prendieran fuego desde adentro.

Y entonces mi puño vuela.

El golpe suena seco.

Firme.

Certero.

Le rompo el labio.

Un hilo de sangre se desliza por su boca…

Y él vuelve a reír.

Pero esta vez su risa es distinta.

Más oscura.

Más real.

Como si acabara de disfrutar de un banquete macabro servido en su honor.

—Apuesto a que desearías matarme, ¿verdad?

Me sorprende solo por un instante.

Pero no hace falta que responda.

Mi rostro lo dice todo.

Claro que quiero matarlo.

Claro que me encantaría despedazarlo.

Desfigurarle esa cara de soberbia hasta que no quede nada reconocible.

Él se acerca. Demasiado.

—¿Qué te lo impide? —pregunta, con esa voz maldita que parece no tener alma—. ¿Las creencias que te metieron desde niño? ¿Los valores que finges tener? ¿O esa estupidez de que Dios te va a castigar y te vas a ir al infierno?

—No creo en Dios —respondo con los dientes apretados—. Ni en esa ridiculez que la sociedad intenta imponerme.

Se limpia la sangre de la boca con el dorso de la mano.

Como si le molestara más mancharse que el golpe en sí.

—Cuando tengas los huevos suficientes para hacer algo… me vas a encontrar porque yo voy a estar esperándote.

Y mientras tanto —dice, alzando su maletín con total calma— voy a seguir disfrutando de tu maldita debilidad.

Da media vuelta.

Sale como si nada.

Como si no acabara de incendiarme desde adentro.

Y yo me quedo ahí.

Con la furia en la piel.

Con las manos temblando.

Y con una sola certeza clavada en la cabeza: Algún día lo voy a destruir.

Salgo del salón con la rabia mordiéndome por dentro.

Marconni… ese malnacido.

No puedo sacarme de la cabeza que mencionara a mi madre.

No lo habría hecho sin una razón.

Tal vez sí estuvo en su casa.

Tal vez la conoció.

Y si lo hizo… ¿qué mierda hizo ella?

El calor me sube por la nuca.

Apenas piso la entrada de la universidad, las veo.

Un grupo de chicas.

Tres de ellas ya han pasado por mi cama.

La cuarta no… pero hoy parece estar dispuesta.

—Eros —dice una, con sonrisa coqueta—, ¿vienes con nosotras a tomar algo? Hay una nueva cafetería justo cruzando la calle.

No tengo ganas.

Pero tampoco tengo nada mejor que hacer.

Y quizá el sexo me saque esta mierda de la cabeza, al menos por un rato.

—Vamos —respondo sin entusiasmo, pero caminando con ellas.

Y entonces la veo.

Helena.

Pasa por el mismo pasillo, en dirección contraria.

Me mira como si yo fuera una plaga.

Una enfermedad que la asquea.

¿Y ahora qué mierda le pasa?

No entiendo su problema.

No sé qué carajos quiere de mí.

Pero lo que sí sé… es que me encantaría follármela.

Hacer que me mire de otra forma.

Que deje de verme con desdén y empiece a suplicarme con la mirada.

Dominarla.

Romper esa fachada de chica correcta.

Verla rendida, jadeando, mientras la penetro con toda la rabia que me carcome el pecho.

Pero no.

No hoy.

Hoy me toca fingir que estoy bien.

Que solo quiero café.

Aunque por dentro lo único que quiero…

Es quemar el mundo.

...****************...

Después de aguantar el maldito café y las conversaciones huecas de las chicas, al fin salimos de ese lugar. No sé cómo carajos logré mantenerme sentado tanto tiempo sin estallar.

Pero entonces lo siento.

Esa mirada.

La conozco.

La he sentido antes.

Vuelvo el rostro y ahí está. A unos metros, entre la multitud, casi como una sombra.

Es él.

El mismo de siempre.

El que me ha seguido desde que tengo memoria.

Durante años pensé que era un puto fantasma, una pesadilla creada por mi mente retorcida.

Jamás se lo conté a mi madre.

¿Para qué? Ni yo me lo creía.

Pero ahí está.

De nuevo.

Después de tanto tiempo.

Y esta vez… no voy a dejarlo ir.

Sin decir una sola palabra, dejo a las chicas plantadas y echo a correr. Cruzo la calle sin mirar. Un carro frena con un chillido infernal a centímetros de arrancarme la vida, pero no me detengo. El hombre también corre. Lo hace bien. Como si lo hubiera estado esperando. Como si quisiera que lo siguiera.

Puedo verle más el rostro ahora.

Cabello negro, desordenado.

Ojos oscuros, expresión serena, pero con esa alerta constante que solo tienen los que han vivido demasiado en las sombras.

Cuarenta y tantos, quizá.

Y esa ropa… informal, práctica. Está claro que está acostumbrado a este tipo de mierda.

Estoy por alcanzarlo cuando choco de frente con alguien.

El golpe me hace perder el equilibrio.

La otra persona cae al suelo.

—¡Pero qué carajos…! —gruñe una voz femenina.

Helena.

—¿Además de idiota también eres ciego? —me suelta con veneno.

—Lo siento —le digo rápido, estirando la mano para ayudarla, pero ya estoy desesperado, mirando por encima de su hombro, buscando a ese cabrón.

—"Lo siento" —se burla—. Suenas ridículo.

Aprieta mi mano con fuerza para levantarse, como si quisiera arrancarme los dedos.

—Pareces criado en un mundo fresita —espeta, sacudiéndose la ropa.

Eso me pincha.

—¿Sabes qué? Eres una malcriada de mierda y una desagradecida —escupo, dándole la espalda sin mirarla más.

Miro hacia donde había corrido el hombre, pero ya no está.

Desapareció.

Como siempre.

El corazón me late con fuerza. No por Helena, sino por la impotencia de haber estado tan cerca.

Tan jodidamente cerca.

Camino hacia casa con la rabia mordiéndome el pecho, con la sensación de que algo mucho más grande se está moviendo.

Y esta vez, pienso estar preparado.

1
🤎 Lisseth 🤎
Excelente gracias
Nancy RoMo
lucas solo esta haciendo q lo odien y cuando sepan la verdad lo van a odiar mas 😮‍💨
Alejandra 🩷
ahora sí está mal todo!! Lucas está cometiendo un error al no decirle la verdad a Valeria , por qué ahora eros piensa que su mamá lo traicionó 🥹
Alejandra 🩷
eso! chingatelo por cobarde ! jajajaj
Alejandra 🩷
inteligente el muchacho 🥹👏de tal palo ya está la astillita
Mar
jajajaja esto está muy bueno maratón dame un lindo maraton /Sob//Sob//Sob//Sob/
Nancy RoMo
esto esta de infarto necesito mas x favor 🥺🙏🙏🙏
🤎 Lisseth 🤎
Excelente gracias
Alejandra 🩷
ahora sí Lucas sabrá lo que eros puede llegar hacer por su madre! maratón porfis porfis 🥹❤️‍🔥
Alejandra 🩷
a la madre!!!!! ahora sí se va a poner sabroso!!!!👏
Alejandra 🩷
y aquí eros demostrando que no lo va a perdonar cuando sepa la verdad!
Jesica Ortiz
entonces... si es Lucas, Dante es el papá de Helena, y serian primos con Heros?!
Nancy RoMo
entre mas tarde en contarle la verdad a valeria, mas va a odiarlo despues
Nancy RoMo
la q mas sufrio en todo esto fue valeria 😣, lucas siguio una vida sin dolor de perder a nadie
🤎 Lisseth 🤎
Excelente gracias 🙏
🤎 Lisseth 🤎
Vez Lucas aunque te cueste mucho trabajo aceptarlo la amas con locura
🤎 Lisseth 🤎
Aunque él no lo quiera aceptar el la ama 🤔🧐🤨
Melisa Salvador
Me encanta la descripción de los capítulos, muy buenos
Alejandra 🩷
deja te doy otra cachetada para que reacciones ! 😉 ella necesita saber para que no le llore a un muerto, por qué sin memoria o con memoria tu eres su lucas !
Alejandra 🩷
aaaaa verdad!! no que no !?😂😅👏ya callo!
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