Fernanda siempre creyó que Víctor era su mate, su pareja destinada, un vínculo sagrado que ningún hombre lobo podía romper. Pero su mundo se desmorona al descubrirlo en los brazos de Natalia, su propia hermana, en un acto de traición que rompe no solo su corazón, sino el frágil equilibrio de la manada.
Devastada y sintiendo que algo oscuro ha corrompido el vínculo que los unía, Fernanda huye del territorio en busca de respuestas. En su camino encuentra a Marcus, un hombre lobo renegado que fue desterrado injustamente como alfa de su manada. Él también lleva el peso de una traición que cambió su vida para siempre. Unidos por el dolor y la necesidad de justicia, Marcus se convierte en un aliado inesperado para Fernanda.
NovelToon tiene autorización de A.Gaby para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
La Decisión de Marcus.
De un momento a otro, Fernanda se desplomó al suelo, su cuerpo cayendo como un peso muerto. Marcus intentó reaccionar, agarrándola antes de que golpeara el suelo, pero su cuerpo estaba inerte, como si la vida se hubiera escurrido de ella en un instante. La llamó, sacudió sus hombros, pero no hubo respuesta. Sus ojos permanecían cerrados, su respiración apenas perceptible.
—¡Fernanda! gritó Marcus, su voz llena de urgencia. ¡Despierta!
Pero no hubo respuesta. La fiebre que la consumía había ganado la batalla, al menos por ahora. Marcus la levantó con cuidado, sintiendo el calor abrasador de su piel incluso a través de su ropa. La llevó rápidamente a la habitación principal de la mansión, donde la acostó en una cama grande y acogedora. La penumbra de la habitación envolvía a Fernanda, cuya piel empapada en sudor brillaba bajo la tenue luz de la luna que se filtraba por la ventana.
Marcus se movió con rapidez, aplicando compresas frías en su frente y en las muñecas, pero la fiebre no cedía. Preparó una infusión con hierbas que había recolectado en el bosque, abrió su boca con cuidado y le hizo beber un poco, pero Fernanda no respondía. Su respiración era irregular, y su rostro mostraba el tormento de una lucha interna que Marcus no podía comprender.
—No puede ser solo fiebre… murmuró Marcus, pasando una mano por su cabello mientras observaba a Fernanda con preocupación. Algo más estaba sucediendo, algo que iba más allá de lo físico.
En ese momento, Marcel, su lobo interior, rompió el silencio de su mente.
—Está muriendo, Marcus.
La voz grave de Marcel en su cabeza, haciendo que Marcus se tensara. No era común que Marcel hablara con tanta urgencia, y eso lo alarmó aún más.
—¿Qué quieres decir? preguntó mentalmente, aunque ya temía la respuesta.
—Víctor marcó a Natalia. Ese vínculo estaba destinado para Fernanda, y al romperlo completamente, su alma quedó incompleta. La fiebre es su cuerpo resistiéndose a la desconexión. Si no haces algo, morirá antes del amanecer.
Marcus sintió que su corazón se detenía. Había escuchado historias sobre lo devastador que podía ser un vínculo roto, pero nunca había presenciado algo así. La idea de perder a Fernanda, a quien apenas conocía pero por quien ya sentía una extraña conexión, lo llenó de desesperación.
—¿Qué puedo hacer? preguntó desesperado, mirando el rostro pálido de Fernanda.
Marcel permaneció en silencio por un momento, como si estuviera midiendo las palabras que estaba a punto de decir.
—Tienes que marcarla, Marcus. Hazla tu luna.
La declaración golpeó a Marcus como una bofetada. Marcarla como su luna era algo que no había considerado, algo que iba en contra de todo lo que creía sobre los vínculos y el destino.
—¿Qué? Eso es imposible. Apenas la conozco. No puedo imponerle un vínculo de esa magnitud.
—No tienes elección. Si no lo haces, morirá. Y tú lo sabes.
Marcus apretó los puños, su mirada fija en el rostro febril de Fernanda. Había algo en ella que lo intrigaba, algo que le hacía querer protegerla a toda costa. Pero esto… marcarla como su luna era un compromiso que nunca había imaginado tomar. No quería forzar un vínculo que ella no había elegido.
—No es solo por ella, Marcus. Es por nosotros. Marcel necesita a Sacha, como tú necesitas a Fernanda. Esto es más grande que tú.
Marcus cerró los ojos, intentando calmar la tormenta de emociones que lo consumía. Sabía que Marcel tenía razón, pero la idea de forzar un vínculo lo hacía sentirse como un monstruo. Sin embargo, no podía permitir que Fernanda muriera. No después de todo lo que había pasado.
La noche avanzaba, y la fiebre de Fernanda no hacía más que empeorar. Su piel estaba tan caliente que parecía quemar al tacto, y sus labios empezaban a tornarse pálidos. Marcus no podía esperar más.
—Si voy a hacer esto, será para salvarla, no por mí se dijo a sí mismo, aunque sabía que era una mentira a medias. Había algo en Fernanda que lo atraía, algo que no podía ignorar.
Se sentó en la cama junto a Fernanda, inclinándose hacia ella con cuidado. Su aroma, a pesar de la fiebre, era dulce y reconfortante, como si su presencia llenara el vacío que Marcus llevaba años cargando.
—Perdóname por esto, Fernanda susurró, acariciando su rostro con una suavidad que no sabía que poseía.
Inclinó su cabeza hacia su cuello y, con un rugido bajo, permitió que sus colmillos salieran. Marcel rugió en su mente, ansioso y satisfecho.
Cuando Marcus la marcó, una oleada de energía lo atravesó. El vínculo se formó en un instante, poderoso y abrumador. La fiebre de Fernanda comenzó a descender de inmediato, y su respiración se estabilizó. Su cuerpo dejó de temblar, y su expresión se relajó.
Marcus se alejó lentamente, observando el lugar donde había dejado su marca. Una luna creciente comenzaba a aparecer en la piel de Fernanda, un símbolo del vínculo que ahora los unía.
—Lo hemos hecho bien dijo Marcel.
Pero Marcus no compartía ese sentimiento. Había salvado la vida de Fernanda, sí, pero ¿a qué costo? ¿Cómo reaccionaría ella cuando despertara y descubriera lo que había hecho?
Se levantó de la cama y salió de la habitación, dejando que Fernanda descansara. Necesitaba tiempo para procesar lo que acababa de suceder, para prepararse para las consecuencias de su decisión.
Porque sabía que, aunque había salvado su vida, también había cambiado la de ambos para siempre.