La muerte llega para darte una segunda oportunidad
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Un encuentro desagradable
Al salir de la cafetería, se encontraron con Óscar y Estela. Él, al ver a Mariela, frunció el ceño con molestia. Ella, por su parte, se puso rígida. Regina notó cómo la observaba con furia contenida.
—Tranquila, estoy aquí —le susurró con suavidad.
Óscar se acercó a ellas con paso decidido.
—¿Qué haces con esta mujer, Regina? —preguntó, como si ella le debiera una explicación.
—Óscar, esto no es asunto tuyo. Te sugiero que sigas tu camino —respondió con frialdad y firmeza.
Molesto por su negativa a responder, Óscar la ignoró y tomó a Mariela del brazo, jalándola con brusquedad hacia él.
—¡Aléjate! No quiero que te acerques a nadie que pertenezca a mi familia —ordenó, lleno de ira.
—Señor Óscar, ¿le puedo pedir amablemente que suelte a mi asistente? O me veré en la penosa necesidad de comunicarle a Manuel lo que está ocurriendo aquí —advirtió Regina, en tono seco y autoritario.
—Regina, no seas así. Óscar lo dice porque esta mujer también fue asistente de Alicia, y se aprovechó de su bondad —intervino Estela, que hasta ese momento se había mantenido en silencio—. Solo intenta ayudarte.
—Qué buena persona eres —dijo Regina con sarcasmo—. Pero no te he pedido tu opinión. Mi prometido la contrató especialmente para mí, y yo confío en su juicio. ¿O acaso dudas de la capacidad de Manuel para elegir a su personal?
—N-no, yo no quise decir eso... Óscar, yo no quería que sonara así... —titubeó Estela, sintiéndose expuesta.
—Regina, no seas tan dura. No pongas en su boca palabras que Estela no ha dicho —reprendió Óscar, molesto.
—¿Y tú quién eres para decirme cómo debo hablar? Por si lo has olvidado, pronto seré la esposa de Manuel. Así que deberías mostrar un poco más de educación —le dijo, con mirada fija en Estela—. Recuerda de qué familia vienes.
La frialdad y el desprecio en la mirada de Regina hicieron temblar a Estela. Al mirarla a los ojos, percibió un destello que le resultaba inquietantemente familiar... como el que tenía Alicia.
Óscar también lo notó. Ese brillo lo dejó intrigado.
Regina subió a su auto junto a Mariela. Estela, aún aturdida, se sintió furiosa por la manera en que Regina la había tratado.
—Óscar, deberías hablar con tu tío. Ella aún no está casada con él y ya te está menospreciando —intentó sembrar discordia, con la esperanza de evitar que Regina ocupara el lugar de Eylin.
—No te metas en problemas con ella —advirtió él con seriedad. Sabía que Regina ya contaba con el respaldo de Manuel, y hablar mal de ella sería un mal negocio.
—Pero...
—¡He dicho que no! —alzó la voz, irritado. Por alguna razón, Estela lograba sacarlo de sus casillas cada vez que intentaba hacer quedar mal a Regina.
Estela se mordió los labios, molesta, pero decidió dejarlo pasar. No comprendía el cambio de actitud de Óscar. Para recuperar su atención, fingió unas lágrimas.
—Lo siento... siempre te causo problemas —dijo sollozando.
Óscar, al verla llorar, se sintió culpable. La tomó entre sus brazos y la consoló. Estela sonrió, satisfecha al recuperar su simpatía. Debía tener más cuidado si quería seguir a su lado. Además, tenía que advertirle a Eylin sobre Regina; era alguien peligrosa, y podría arruinarlo todo.
…
Dentro del auto, Mariela iba rígida, con las manos apretadas en forma de puño.
—Lamento haberte causado problemas. ¿Aun así quieres trabajar conmigo? —preguntó Regina.
—Ya no tengo nada que perder. Ya lo he perdido todo —respondió con la voz apagada. Era huérfana y conoció a Alicia por casualidad. Con el tiempo, ella se convirtió en su única familia. La única persona cercana a ella ya no estaba.
Regina apretó el volante. Recordó cómo Estela manipuló a Óscar para que despidiera a Mariela, inventando rumores sobre un robo. Alicia trató de defenderla, pero fue imposible hacerlo entrar en razón.
—Lo entiendo... Bueno, dejemos de hablar del pasado. Cualquier cosa que necesites, cuenta conmigo —dijo, tomando con cariño su mano.
—Gracias...
—Ahora hablemos de trabajo. Necesito que consigas a un experto en computadoras. Alguien que pueda invadir el sistema de vigilancia de la casa de Óscar y obtener los videos del día en que su esposa murió.
Mariela se quedó en shock. ¿Por qué quería esos videos? ¿Qué tenía que ver la muerte de Alicia con todo esto?
—No me malinterpretes. Digamos que... le debo un favor —añadió Regina, sin dar más explicaciones.
El auto se detuvo frente a un edificio desconocido.
—¿Qué hacemos en este lugar? —preguntó Mariela, confundida.
—Aquí es donde vivirás a partir de ahora. Óscar sabe dónde vives y que ahora trabajas para mí. Vendrá a buscarte, así que necesitas un lugar nuevo.
—Esto es muy caro... No puedo pagar algo así —replicó con incomodidad.
—Es parte de nuestro contrato. Mañana mandaré un chofer por ti para firmarlo. Mientras tanto, concéntrate en lo que te pedí. Es urgente.
Ambas se despidieron. Tan pronto Mariela entró al edificio, fue recibida por una mujer encargada de confeccionar su vestuario de trabajo. Luego, pasó a recepción por su llave y fue guiada a su habitación. Se sentía ansiosa por todas las cosas que Regina estaba haciendo por ella. Solo una persona la había tratado tan bien antes... y ya no estaba. Por eso, ahora sentía una profunda gratitud. Su decisión estaba tomada: pondría toda su lealtad en Regina.