LA FAMILIA OLVIDADA DEL CEO

Después de visitar las instalaciones del nuevo kinder se dispusieron a comer. El chofer estacionó el auto frente a un restaurante de lujo.

El maitre los condujo a una mesa privada a padre e hijo. Julio acomodó con cuidado a su hijo en la silla alta, se aseguró de que estuviera cómodo y ordenó una comida suculenta pero saludable.

Cuando los platos llegaron, no dudó en inclinarse para darle de comer en la boca al pequeño, sin importarle las miradas curiosas de alrededor.

Aron, divertido, dejaba que su padre lo consintiera mientras le lanzaba comentarios traviesos.

En ese instante, las puertas del restaurante se abrieron, Rocío Walton entró acompañada de un grupo de empresarios.

Su andar seguro se detuvo en seco al posar la vista en una mesa cercana: Julio Mars, dándole de comer con ternura a un niño.

Sus ojos se abrieron con incredulidad, y por un instante sintió que el mundo se le movía bajo los pies.

"Aron…" pensó con un vuelco en el corazón. Casi se desmaya de la impresión, su amiga Dalila no le había dicho nada, y las llamadas sin respuesta cobraban sentido. Ahora todo encajaba: el niño estaba viviendo con Julio.

Quiso correr hacia esa mesa, reclamar, preguntar, confirmar… pero se contuvo. Estaba en medio de una reunión de negocios y no podía arriesgar su imagen frente a los socios. Apretó el puño y tragó saliva, resignándose a observar desde la distancia.

Quién lo viera… Julio Mars, en esta faceta. Jamás lo habría creído.

Mientras tanto, padre e hijo permanecían ajenos a esas miradas, entre risas, bocados compartidos y gestos de complicidad, disfrutaban el almuerzo como si nada más existiera.

Al terminar, Julio pagó la cuenta, cargó de nuevo a Aron en brazos y salieron felices, rumbo a la empresa.

Detrás de ellos, Rocío los siguió con la mirada, con el corazón ardiendo de preguntas que exigían respuestas.

Después de almorzar Julio y Aron llegaron a la empresa, Isaías los esperaba en la entrada del piso ejecutivo.

Para sorpresa de Julio, el asistente sonrió con calidez al ver al niño "Hola, pequeño Aron" saludó con cariño.

Julio lo miró con leve extrañeza, pocas veces había visto a su asistente mostrar sentimientos tan abiertos.

Aron saludó a su tío y fue a su oficina del asistente, su padre ya le había explicado de la reunión.

"Voy a la junta programada, quédate con Aron" ordenó el CEO, antes de empezar a caminar a la sala de reuniones.

Isaías asintió, seguro de poder manejar a un niño, sin embargo, no tardó en darse cuenta de que no estaba ante un pequeño cualquiera.

Mientras se preparaba una taza de café, Aron se deslizó hacia su escritorio y comenzó a teclear en la computadora, abriendo ventanas al azar, cerrando documentos importantes y hasta cambiando el fondo de pantalla por un dibujo infantil.

Aburrido pronto, tomó el iPad de Isaías y empezó a jugar, riéndose entre dientes. El asistente, ocupado charlando un momento con unos colegas del área financiera, se distrajo apenas unos minutos… pero cuando regresó, el niño ya no estaba.

Su corazón dio un vuelco "¿Aron?" llamó en voz baja, buscando en la oficina, debajo del escritorio, entre los sillones y nada.

El sudor frío lo invadió, la idea de perder de vista al hijo de Julio Mars era una sentencia de muerte laboral, y quizás algo peor.

Corrió por los pasillos preguntando a todos "¿Han visto al niño? ¿Al hijo del jefe?"

Los empleados, nerviosos negaron y comenzaron a buscar también. Ascensores, baños, pasillos, incluso la cafetería. El tiempo pasaba y Aron no aparecía...

Treinta minutos después, Isaías estaba al borde del colapso, su corbata estaba torcida, la frente perlada de sudor, y el miedo lo carcomía, si algo le pasaba al niño, él sería el responsable directo.

"Diablito… ¿dónde te metiste?" pensaba, mientras corría otra vez hacia el lobby, con el pulso acelerado y el rostro pálido.

La puerta de la sala de juntas se abrió con estrépito, Julio salió acompañado de dos directores, ajustándose el saco y revisando los apuntes de la reunión.

Isaías, pálido como un cadáver, lo esperaba en el pasillo, incapaz de articular palabra "¿Qué pasa contigo?" preguntó Julio al notar su semblante.

El asistente tragó saliva, la voz apenas un susurro "Señor… es Aron, no lo encuentro"

Julio se detuvo en seco, su mirada gélida barrió el pasillo, y de inmediato los directores que lo acompañaban se apartaron, intuyendo la tormenta.

"¿Qué acabas de decir?" su tono era bajo, pero tan cortante que Isaías tembló.

"Lo dejé un momento en mi oficina y… desapareció. Lo busqué por todas partes. Movilizamos a varios empleados, pero lleva más de media hora sin aparecer" susurró el asistente.

El silencio que siguió fue mortal, Julio lo miró como si pudiera atravesarlo. En su mente, mil escenarios oscuros se dibujaron: secuestro, accidente, un error fatal.

El corazón le golpeaba el pecho con fuerza, pero su rostro seguía imperturbable.

Con voz seca, ordenó "Cierren todas las salidas del edificio, nadie entra ni sale sin mi autorización. Quiero cámaras revisadas, cada piso registrado. ¡Ahora!"

Su voz retumbó por el pasillo, y de inmediato la orden se propagó como fuego.

Isaías, tembloroso, intentó justificarse "Señor, yo solo…"

"Si algo le pasa a mi hijo" lo interrumpió Julio, acercándose con mirada letal "no habrá lugar en la tierra donde puedas esconderte"

El asistente palideció aún más, sabiendo que no eran palabras al aire.

Julio respiró hondo, conteniendo la furia, y murmuró apenas audible "Aron, dónde demonios te metiste…"

Julio entró a la sala de seguridad con paso firme.

"Quiero las grabaciones de las cámaras ¡ahora!" ordenó.

Los guardias obedecieron de inmediato, en las pantallas apareció la imagen de Aron, caminando con el iPad de Isaías en brazos, saliendo de la oficina rumbo a un pasillo poco transitado.

El rastro lo llevó directamente al área de limpieza "Ahí está" dijo Julio, y sin perder un segundo salió acompañado de varios empleados y socios que habían presenciado la tensión.

Cuando llegaron, lo encontraron. Aron estaba de pie frente a una supervisora, los puños cerrados y la mirada en llamas. A su lado, un anciano con uniforme de limpieza se apoyaba contra la pared, visiblemente adolorido.

"¡Soy el hijo del CEO y no te permito que lo dañes! ¡Estás despedida!" gritó Aron, poniéndose delante del hombre como un pequeño escudo humano.

La supervisora lo miró con incredulidad, tragando saliva, había escuchado rumores sobre el niño, pero verlo en persona era otra cosa.

"Señorito Mars, yo… disculpe, pero este vejestorio…" se excusó la mujer.

"¿Qué está pasando aquí?" tronó la voz de Julio, interrumpiéndola. Su sola presencia hizo que todos enmudecieran.

La mujer, nerviosa, se apresuró a hablar "Señor, este anciano no cumple con sus labores. Yo solo…"

Pero Aron no le permitió continuar "¡Y eso no te da derecho a maltratarlo!" exclamó con enojo, volteando hacia su padre "Papá, esa mujer lo golpeó. Él no puede con este trabajo por su edad, ¡Nmerece ser tratado así!"

El anciano intentó balbucear algo, asustado de perder el empleo "Señor Mars, yo… yo puedo…"

Julio levantó una mano, lo detuvo con calma y miró fijamente a su hijo. Luego asintió con solemnidad "Entiendo, hijo"

Se giró hacia Isaías, que había llegado corriendo detrás "Llévenlo a la enfermería para que lo curen bien. Y prepárenle un bono mensual para que no tenga la necesidad de volver a trabajar"

La mirada de Julio se endureció cuando se dirigió a la supervisora "Y usted… está despedida. Recoja sus cosas y márchese hoy mismo"

La mujer palideció, bajó la cabeza y no dijo una palabra más.

Julio puso una mano sobre el hombro de Aron "Hiciste lo correcto. Nunca dejes de defender lo justo, pero tampoco te pongas en peligro"

El niño lo miró con orgullo y sonrió.

Mientras Julio felicitaba a su hijo por defender al anciano, en otra área de la empresa se desataba un revuelo distinto.

Isaías, revisando la plataforma de marketing digital, descubrió algo insólito: ¡el sistema había lanzado una campaña con diez imágenes nuevas!

No eran gráficas profesionales, ni diseños preparados… eran selfies improvisados de Aron.

Un primer plano de sus cachetes regordetes, un par de fotos de sus ojos, de sus manitas sobre el teclado, incluso una donde aparecía sacando la lengua.

En cuestión de minutos, esas imágenes circularon en las pantallas del sistema interno y algunas incluso alcanzaron clientes y redes sociales.

Los empleados no podían contener la risa ante la inocencia del niño, pero dentro del mundo empresarial era un error garrafal.

Publicidad sin filtros, un fallo en la seguridad de contenido… algo que no debía suceder jamás en una compañía del tamaño de Mars Corp.

Cuando Julio regresó a su oficina, Isaías le explicó apresuradamente lo ocurrido.

El rostro del CEO se oscureció como tormenta "¿Me estás diciendo que la campaña activa… son fotos de mi hijo?"

Isaías asintió, tragando saliva.

Julio cerró los ojos un segundo, respirando hondo para contener la furia. Aron, sentado en el sillón, no entendía del todo, pero percibió el enojo de su padre. Bajó la mirada, inquieto, mientras jugueteaba con sus dedos.

Julio se inclinó frente a él, hablándole con tono severo "Quédate aquí, Aron. Suficientes travesuras por hoy, ya pensaré en un castigo"

El niño abrió la boca para justificarse, pero se contuvo al ver la dureza en los ojos de su padre por lo que solo asintió en silencio.

Julio se incorporó, dio la vuelta y salió de la oficina. Antes de cerrar la puerta, se detuvo junto a su secretaria "No lo pierdas de vista, ni un segundo"

"Sí, señor Mars" respondió la mujer, nerviosa.

La puerta se cerró, dejando a Aron solo con la secretaria, que lo miraba con mezcla de ternura y miedo.

Afuera, Julio se preparaba para enfrentar el caos que su hijo había desatado sin querer… mientras en el interior, Aron empezaba a sentir que, aunque había obrado con inocencia, había tocado de lleno el mundo severo de su padre.

Después de dos horas de arduo trabajo, Julio y su equipo lograron controlar la situación de la empresa.

Agotado, pero con el carácter firme de siempre, decidió que era hora de enfrentar a su pequeño capitán.

Al llegar al pasillo, su secretaria estaba en plena llamada, pero al cruzar miradas con ella entendió el mensaje: todo estaba bien.

Julio abrió la puerta de su oficina… y se llevó una sorpresa, Aron estaba en medio del salón, haciendo sentadillas, con las mejillas rojas y un leve sudor en la frente.

"¿Qué haces, hijo?' preguntó apresurado, olvidando al instante el enojo.

El niño, jadeando un poco, respondió con inocencia "Estoy cumpliendo mi castigo, papá. Mamá, cuando me castiga, me hace correr con sus soldados"

Julio lo miró conmovido, la dureza de su expresión se derritió en segundos. Lo levantó en brazos y lo abrazó fuerte "No, mi amor, mi pequeño… olvidemos esto. Pero no lo vuelvas a hacer, ¿sí?" dijo mientras le limpiaba el rostro con un pañuelo.

"Perdón, papá, no lo volveré a hacer, pero cuando vuelva mamá… que no se entere. Tendré que rendir cuentas, y eso no se lo deseo a nadie. Sino pregúntales a los soldados" añadió Aron con total seriedad.

Un escalofrío recorrió la espalda de Julio, la sola idea de Dalila aplicando su disciplina militar sobre el niño o peor aún, sobre él le provocó un súbito pánico.