Dylan Peterson está pasando por una mala racha en su vida. Acaba de regresar del ejército y su hermano menor está metido en problemas, debiendo dinero a un prestamista conocido y peligroso. Amenazado de muerte, Cameron recurre a su hermano mayor para que lo ayude.
Dylan simplemente no esperaba tener que recurrir a un antiguo conocido suyo, Tristan Manson, uno de los hombres más ricos de la ciudad.
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Capítulo 20
—Necesito que te relajes.
Él se ríe ahora, pero con tono de ironía y dice:
—Es difícil relajarse, créeme.
Esto sería más fácil si ya hubiera estado con alguien así antes, pero eso también me excita, ser su primero.
—¿Qué tal un trago de whisky? Eso siempre ayuda.
Pongo un trago en el vaso y se lo ofrezco, él lo toma de una vez y pide otro, yo sirvo y digo:
—Mejor ir con calma.
Lo guío hasta la cama y digo:
—Acuéstate.
Él lo hace, no me cuestiona ni nada así, me gusta eso. Solo quisiera que estuviera menos tenso como estaba por la mañana. Me siento a sus pies y me quedo mirándolo, parece incómodo aquí frente a mí. Yo digo:
—Quítate la camisa.
Él me mira unos segundos, luego lo hace, puedo ver sus dedos temblorosos. Esto debería desanimarme o algo así, pero solo me instiga a hacer todo lo que planeo con él aún más. Él termina después de equivocarse y sentirse un poco avergonzado al hacerlo. Pone la camisa en un rincón y me mira de nuevo, parece avergonzado, no debería. Ya lo he visto así antes, no para este propósito, pero ya lo he visto. Él coloca sus brazos a los lados y finalmente puedo ver de cerca así su abdomen definido como una de esas estatuas griegas perfectamente esculpidas en cada centímetro.
La lujuria me invade, pero me prometí a mí mismo que esta noche sería inolvidable para él, así que necesito pensar en él primero, luego resuelvo mis asuntos. Él mira a los lados al verme mirándolo así con deseo. Respiro hondo y digo:
—No, tenso así como estás, esto no va a quedar bien.
Él me mira medio nervioso y yo digo:
—Ya vuelvo.
Voy hasta el armario y tomo unos frascos que recordé que tenía aquí. Elijo uno, vuelvo calmadamente hasta la cama y él me observa. Yo digo:
—Realmente necesitas relajarte, no voy a lastimarte de ninguna manera. Tienes mi palabra. ¿Puedes confiar en mí?
Él parece medio reacio, pero él mismo sabe que necesita hacer esto y asiente con la cabeza afirmativamente. Yo digo:
—Cierra los ojos.
Él me mira aún desconfiado, pero acaba haciéndolo. Yo digo:
—Respira hondo.
Él lo hace, luego digo:
—Aguanta el aire unos segundos y luego suéltalo por la boca.
Él lo hace, le pido que repita esto tres veces más mientras abro el pequeño frasco en mis manos y él pregunta:
—¿Qué olor es este?
Yo digo:
—Es aceite de lavanda.
Él abre los ojos, le muestro el frasco y explico:
—Sirve como calmante natural.
Él pregunta:
—¿Por qué tienes esto?
Yo río y digo:
—Sirve para usar en el ambiente, me gusta el olor.
Yo entonces digo:
—Continúa con los ojos cerrados. Voy a pasarte un poco, pero no te preocupes, no te va a causar alergia o algo así, solo te va a relajar.
Él no dice nada, solo se mantiene con los ojos cerrados y yo froto mis manos y paso el aceite lentamente en su pecho. Nuevamente él se retiene cuando siente mi toque, pero hago movimientos suaves y percibo que se relaja mientras desciendo por su abdomen despacio.
Llevo mi mano hasta su rostro y le digo:
—Inspira.
Él lo hace y yo también, realmente adoro el olor a aceite esencial de lavanda. Él dice después de un tiempo:
—El olor es bueno.
Pregunto:
—¿Estás menos tenso ahora?
Él abre los ojos y dice sin mucha convicción:
—Creo que sí.
Yo digo:
—Óptimo, ahora quítate el resto de tu ropa.
