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Amor Sin Límites

Amor Sin Límites

Status: Terminada
Genre:CEO / Cambio de Imagen / Mujer despreciada / Amante arrepentido / Completas
Popularitas:114
Nilai: 5
nombre de autor: Edna Garcia

A los cincuenta años, Simone Lins creía que el amor y los sueños habían quedado en el pasado. Pero un reencuentro inesperado con Roger Martins, el hombre que marcó su juventud, despierta sentimientos que el tiempo jamás logró borrar.

Entre secretos, perdón y descubrimientos, Simone renace —y el destino le demuestra que nunca es tarde para amar.
Años después, ya con cincuenta y cinco, vive el mayor milagro de su vida: la maternidad.

Un romance emocionante sobre nuevos comienzos, fe y un amor que trasciende el tiempo — Amor Sin Límites.

NovelToon tiene autorización de Edna Garcia para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 8

Las luces del salón se ajustaron y todos los presentes se acomodaron en sus sillas, cada uno con su cartón en las manos. El ambiente era de pura expectativa. Risas nerviosas, miradas atentas y un murmullo que crecía a cada segundo.

En el escenario, el director tomó el micrófono nuevamente.

— Señoras y señores, ¡llegó la hora de nuestro gran bingo! — anunció con entusiasmo. — Recuerden: ¡cincuenta mil reales para el ganador, entregados personalmente por nuestro CEO, Roger Martins!

Un aplauso cálido recorrió el salón. Yo, al lado de mamá, apretaba su mano. Ella temblaba levemente, pero su sonrisa era serena.

La primera piedra fue anunciada.

— ¡Número 12!

Algunos marcaron, otros suspiraron. El bingo seguía, con cada número aumentando la tensión en el aire. Las personas se inclinaban sobre las mesas, ojos fijos en los cartones.

Tamara, en su mesa, mordía los labios de ansiedad. Núbia intentaba animarla, pero ella mal parpadeaba, siempre con el rabillo del ojo vuelto hacia mamá.

Marcelo, por otro lado, parecía dividir la atención entre el sorteo y la postura impecable de Simone, como si estuviera viéndola de verdad por primera vez en muchos años.

Cuando ya varias piedras habían sido cantadas, mamá me dio un codazo discretamente.

— Gio… falta solo un número. — susurró, casi sin aire.

Mi corazón se disparó. Yo misma ya estaba cerca de completar el cartón, pero el de ella estaba a un paso de la victoria.

El salón quedó en silencio cuando la próxima piedra fue elevada por el sorteador.

— Atención… ¡número 47!

Mamá abrió los ojos, llevó la mano a la boca y gritó, casi sin creerlo:

— ¡BINGO!

El salón explotó en aplausos, mientras ella, tímida y emocionada, se levantaba. El director sonrió, animado.

— ¡Tenemos una ganadora! ¡La señora Simone Lins!

Miré a Tamara en ese momento. Su rostro se puso rojo, la expresión endurecida. Golpeó la mano sobre la mesa, furiosa, mientras Núbia intentaba contenerla. Los celos la consumían.

Marcelo, por el contrario, abrió una sonrisa amplia, casi infantil, y dijo alto:

— ¡Maravilla, este dinero me va a ayudar mucho!

Lo miré con indignación y murmuré, firme, solo para que él escuchara:

— Papá, quien ganó este premio fue mamá. No voy a permitir que usted tome este dinero de ella. Ella lo va a usar para comprar ropa, cuidarse y tener lo que siempre mereció.

Mamá escuchó y sonrió con ternura. Colocó la mano sobre la mía y dijo, calmada:

— Hija… es mucho dinero. Puedo dividir con usted y con tu padre.

La encaré, emocionada y al mismo tiempo frustrada con su generosidad. Ella, incluso después de años de humillaciones, aún pensaba en compartir.

En ese instante, mientras el director invitaba a mamá al escenario para recibir el premio, percibí que Simone no había ganado solo cincuenta mil reales. Ella había ganado algo mucho mayor: el reconocimiento de todos y, principalmente, la chance de reconstruir la propia vida con dignidad.

El nombre de mamá resonaba por el salón, seguido de aplausos entusiastas. Con pasos vacilantes, ella subió al escenario. El director sonreía, preparado para anunciar la entrada especial del CEO.

De repente, las puertas laterales se abrieron. El salón silenció. Roger Martins entró, caminando con imponencia. A los 49 años, era un hombre de presencia marcante, elegante en su traje oscuro. Su mirada firme recorría el espacio hasta fijarse en Simone.

Por un instante, el tiempo pareció parar.

Él paró en medio del escenario, observándola como quien reencuentra algo perdido en el tiempo. La expresión seria dio lugar a una mezcla de sorpresa y emoción. Roger la reconocería en cualquier lugar — no importaba cuántos años hubiesen pasado.

Simone… pensó, sintiendo el corazón acelerar. Aún era la misma mujer que había marcado su juventud, linda y delicada, ahora con un aura aún más madura y encantadora.

Mamá, por otro lado, no lo reconoció. Apenas bajó los ojos, sin gracia, ante aquel hombre imponente y bonito que la encaraba en silencio. Un rubor leve subió a sus mejillas, incómoda con tantas miradas vueltas hacia ella.

El salón quedó confuso. Funcionarios y familiares murmuraban entre sí, intentando entender por qué el CEO parecía hipnotizado por Simone. ¿Sería encanto? ¿Admiración?

Hasta que Roger, despertando de su trance, tomó el micrófono. Su voz sonó grave, firme, pero aún cargada de emoción:

— Como CEO de esta empresa, quiero agradecer a todos los colaboradores presentes. La idea de nuestro bingo fue traer alegría y dar a uno de ustedes la oportunidad de ganar un buen premio.

Respiró hondo, desviando rápidamente los ojos de Simone antes de continuar:

— Y la ganadora de hoy es… Simone Alcântara.

Un murmullo corrió por el salón. Mamá abrió los ojos, sorprendida. Antes de que pudiera reaccionar, el director se acercó, corrigiéndolo con una sonrisa constreñida:

— Perdón, señor. El nombre correcto es Simone Lins.

Roger parpadeó, como si hubiese cometido un desliz involuntario. Bajó los ojos por un instante y se recompuso.

— Sí, claro… mis disculpas.

Por error dijo el nombre de soltera. Es que hoy ella está casada y, naturalmente, heredó el nombre del esposo.

Mamá sonrió tímida, intentando tomar aquello como una coincidencia, pero una sombra de extrañamiento la atravesó. ¿Cómo él sabía mi nombre de soltera?

Los aplausos recomenzaron, ahogando el silencio constreñidor. Roger, sin embargo, aún parecía afectado. Cada vez que la miraba, era como si reviviera un pasado que jamás conseguía olvidar.

Concluyó, firme, pero con los ojos brillando de emoción:

— Felicidades, señora Simone Lins. Luego tendré el honor de entregarle el premio personalmente.

El salón volvió a vibrar en aplausos, pero allí, en aquel instante, una conexión silenciosa había sido restablecida — solo Roger sabía la intensidad de lo que estaba sintiendo.

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