Alianza Con El Mafioso

 La puerta se cerró frente a sus narices y el clic del seguro retumbó en el cuarto interrumpiendo el silencio ensordecedor del lugar. Loreta comprendió inmediatamente que se encontraba en las garras de Dimitrio y por más raro que pareciera no tenía miedo de estar a solas con un mafioso, al contrario se sentía segura y protegida.  Con nerviosismo se mordió el labio inferior esperando el ataque de su cazador, sin embargo,a pesar de que podía sentir su mirada penetrante sobre su espalda  y como escaneaba cada centímetro de su cuerpo, él se mantuvo en calma como calculando sus movimientos.

Impaciente por no saber que estaba a punto de suceder se abrazó a sí misma, estaba simplemente avergonzada por su comportamiento, pero deseosa por disculparse y salir de ese embrollo sin sumar  más complicaciones a su vida, así que armándose de valor rompió el silencio

— Dimitrio, lo siento, sé perfectamente lo que me vas a decir y lo lamento— suspiro aliviada hablar no era tan difícil—. Aunque en mi defensas sus gemidos y la forma en que le hablabas a tu amigo daban a confusión y yo suelo ser muy curiosa , habló sin pensar y  eso siempre me ha traído problemas y creo que por eso, me encuentro aquí a punto de ser asesinada por un mafioso—explicó sin siquiera voltearse, ya que sabía que su rostro estaba colorado, sus mejillas ardían de vergüenza y si lo miraba una vez más con ese torso perfectamente trabajado perdería el control de la situación—. Lo lamento, no los quise ofender, ni a ti ni a Danilo y haré lo que sea con tal de que me acepten las disculpas.

—  Deja de decir que harás lo que sea, esa es una promesa muy difícil de cumplir—dijo con seriedad.

—  Lo siento, no lo volveré a hacer. Ahora si me permites solo en mi defensa diré que es raro ver cómo dos hombres de su edad viven juntos.

Dimitrio, estaba perdiendo la paciencia, así que  se acercó lo suficiente para que su aliento le rozara la nuca de la joven  y la hiciera temblar, entonces con una mano la sujetó de la cintura, la atrajo contra su cuerpo y le susurró.

— Primera lección: Nunca juzgues ni subestimes a tu enemigo, no debes sacar conclusiones antes de tiempo y siempre asegúrate de tener la información correcta antes de enfrentarlo o puedes cometer un error fatal —pronunció cada palabra mientras que con su mano libre acariciaba la pierna de la joven y con la otra la sostenía con fuerza pero sin lastimarla—. ¿ Te quedó claro?—preguntó con voz áspera, ronca y más gruesa que de costumbre al sentir como la respiración de su discípula se volvía errática con un simple roce.

—Sí.

— Segunda lección: Tu cuerpo es tu mejor arma. Úsalo para conseguir lo que deseas, sin embargo no permitas que tus emociones te venzan o te dejen al descubierto, como ahora que tiemblas bajo mis caricias. Debes tener siempre el control, ser fría y calculadora, pase lo que pase, te hagan lo que te hagan, tú decides hasta dónde llegar —dijo desatando el nudo de la bata, dejando su cuerpo expuesto en una bella lencería negra de encaje. Él levantó la vista y observó las bellas curvas de esa mujer a través del espejo, con firmeza la sujetó de su vientre desnudo  y la acercó mucho más a su cuerpo para que pudiera sentir como su miembro respondía a su cercanía—. Controla tu respiración, no me dejes ver que te gusta. Se indiferente —ordenó mientras que su mano ascendía con suaves caricias hasta sus pechos y se posaban en uno simplemente para provocarla—. Relájate, es tu cuerpo, tú mandas, tú decides—le recordó mientras deposita un sendero de besos en su cuello sin  dejar de agarrarla.

Ella respiró hondo soportando la tortura ejercida por su maestro, su cuerpo temblaba bajo ese simple tacto y con cada palabra que salía de los labios de ese hombre su piel se erizaba como nunca antes lo hizo en su vida. Sin pensarlo cerró sus ojos, tomó la mano de Dimitrio que estaba sobre su pierna y la fue guiando hasta su intimidad.

—¿Qué haces?—preguntó sorprendido, sin apartarse y dejándose llevar.

— Tomó el control de la situación, es mi cuerpo, yo decido lo que quiero, ¿no es así como debe ser? —respondió casi sin aliento entre gemidos y pequeños espasmos que la sacudían de repente, haciendo que pierda el control de su cuerpo.

— ¡Exacto! —contestó masajeando su pecho con suavidad mientras que su mano se posaba  sobre la tela y con unos de sus dedos le provocaba un poco de placer sobre el encaje.

— ¡Tócame más!— gritó casi sin aliento y agarrando con desesperación el firme brazo que la sostenía y a tal punto que le clavó las uñas sobre su piel.

Ella necesitaba sentir la caricia real de un hombre y esa era una gran oportunidad, aunque lo negara una y mil veces en el fondo extrañaba estar con alguien y sentirse amada.

Dimitrio sonrió triunfal por su respuestas y por ver la reacción ante sus estímulos, entonces antes de perder el control habló sobre el cuello de Loreta observando como su vena se dilataba conteniendo el deseo y su piel cambiaba de color enrojeciéndose, encendiéndose como un incendio que no quiere ser apagado.

— Resiste, no debes acabar, no así, ni ahora —le indicó acariciando la pequeña tanga que cubría su intimidad y tirando de su elástico—. Juega con tu enemigo, juega con sus más bajos instintos y cuando veas que está rendido a tus pies, déjalo derrotado y podrás conquistar el mundo —sugirió al ver que de sus labio se escapaba un leve suspiro, luego con delicadeza retiró su mano que estaba sobre la fina tela humedecida de la mujer, se separó de su agarre y se alejó en busca de una toalla e informó de manera casual—. ¡Muy bien, terminamos por hoy!

—¡¿Qué, eso es todo?! —preguntó acomodándose la ropa y casi sin aliento.

—Sí, creo que te di material suficiente en qué pensar, así que repasa mentalmente estas lecciones. Nos vemos mañana.

—¡Dimitrio, no puedes hacerme esto, regresa!—le ordenó al ver que se dirigía a la puerta—. ¡Yo tengo el control, yo decido cuándo parar!—musito entre dientes ofendida.

— Lo siento preciosa, siempre cumplo con mis promesas, te dije que te haría gemir y así lo hice —entonces sonriendo confesó—. Solo para que lo sepas, nunca tuviste el control de nada, jugué con tu mente, me adueñé de tu cuerpo y obtuve lo que quise—ella lo miró sorprendida —. Ahora espero que lo hayas entendido o tendremos que seguir practicando la lección número dos hasta que al fin domines a tu enemigo.

— ¡Eres un desgraciado!

— Di lo que quieras, pero no puedes negar que te gusto y que quieres más de este pobre hombre afeminado y gay.

Ella lo miró con odio, por un momento realmente creyó que lo estaba controlando entonces nerviosamente respondió como si con eso lo pudiera ofender

—  Y tú no puedes negar que tienes un gran problema entre las piernas y fui yo la que te lo provoque.

— No estés tan segura, puede que me lo haya provocado Danilo—gritó mientras colocaba la clave en el tablero y se retiraba del lugar dejando la puerta abierta de par en par.

Loreta estaba furiosa y  por el monitor vio como él se alejaba y se dirigía a su cuarto caminando como si nada, con su torso desnudo irradiando sensualidad y limpiándose el sudor con la toalla.

— ¡Idiota, te juro que esta lección jamás la olvidaré!

Ella miró todo a su alrededor por primera vez desde que entró en esa habitación y se dio cuenta que era un gimnasio bien equipado con varias máquinas para hacer ejercicio.

—  ¡Eres una mal pensada Loreta Rosietti y por tu gran boca ahora estás en problemas!—se recrimino llevando una mano a su rostro para tapar su cara avergonzada ya que al fin vio que frente a ella había  un espejo de cuerpo entero.

Luego de unos minutos de hacer un recorrido visual del lugar pensó que seguramente a partir de ahora pasaría mucho tiempo entrenando con Dimitrio y tendría la oportunidad de vengarse por haber sido tan atrevido. Sintiéndose una adolescente sonrió como tonta pensando en cuánto se divertirá aprendiendo a defenderse de ese mafioso y salió de ese cuarto emocionada.

Dimitrio entró a su cuarto de baño, se desvistió y se metió bajo la ducha de agua fría, necesitaba con urgencia resolver el gran problema que tenía entre sus piernas y que sostenía con una de sus manos, así que con movimientos enérgicos y pensando en su nueva discípula, se liberó por completo haciendo que la tensión del día  por fin se acabará. Su respiración era errática, su corazón palpitaba con fuerza y sus piernas temblaban sin control. Esa mujer en tan solo unas horas estaba acabando con su cordura y en lo único que podía pensar era en tenerla en su cama y hacerla suya hasta que sus cuerpos se saciaran por completo.

Una vez en calma, pasó el jabón por todo su cuerpo, con suaves movimientos imaginando que eran las manos de Loreta quien lo acariciaba, maldiciendo abrió sus ojos al descubrir una nueva erección palpitante y deseosa por sentir el cuerpo de esa mujer.

— ¡Dios mío, ¿por qué me castigas así ?!—  preguntó mirando el techo.

 Mientras tanto Loreta ingresó al cuarto, ni los tres vasos de agua que tomó fueron suficientes para apaciguar el calor de su piel, así que desganada ingresó al cuarto de baño y tomó una larga y reparadora ducha de agua fría. Sin embargo en vez de calmar su deseo, comenzó a recordar cómo Dimitrio la sostenía, sus suaves caricias y como ella lentamente lo guio hasta su intimidad. Ella comenzó a acariciarse, nunca antes había experimentado algo así, sus dedos jugaban con su intimidad entrando y saliendo de manera suave, provocando pequeños espasmos de placer en todo su cuerpo hasta que sus movimientos se volvieron más enérgicos, sus dedos se llenaron de fluidos que se mezclaban con el agua y de sus labios salían gemidos incontrolables.

 Loreta cayó rendida al piso, esta experiencia era nueva para ella y por más insólito que pareciera sintió una conexión con Dimitrio.

Rápidamente se incorporó, se lavó de manera ágil y salió del baño envuelta en la bata, sin embargo no deseaba dormir junto a su hermana, quería estar en brazos de ese completo extraño que ahora la tenía desvelada pensando en él.