Soy Salma Hassan, una sayyida (Dama) que vive en sarabia saudita. Mi vida está marcada por las expectativas. Las tradiciones de mi familia y su cultura. Soy obligada a casarme con un hombre veinte años mayor que yo.
No tuve elección, pero elegí no ser suya.
Dejando a mi único amor ilícito por qué según mi familia el no tiene nada que ofrecerme ni siquiera un buen apellido.
Mi vida está trasada a mí matrimonio no deseado. Contra mi amor exiliado.
Años después, el destino y Ala, vuelve a juntarnos. Obligándonos a pasar miles de pruebas para mostrarnos que no podemos estar juntos...
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En Urgencias
Me levanté como todos los días, asearme, desayunar, ayudar a alistar a Senre y llevarla a la escuela antes de ir al trabajo.
Cuando estoy a punto de entrar a mi oficina, Leila mi asistente me detiene.
—Señorita, me ha llegado la notificación de los inversionistas y me informan que desean reunirse con usted en una cafetería cerca de aquí—
—¿Qué? ¿Hace cuánto fue eso?—
—Hace un aproximado de cuarenta minutos, la están esperando— observo la hora y son casi las ocho. Se suponía que ellos vendrían a las ocho y media aquí a la empresa.
—Está bien, envíame la dirección a mi teléfono— ella siente y no me queda de otra que devolverme por donde vine, para asistir a donde lo han solicitado.
Diez minutos pasaron cuando llegue a la dirección que me envió Leila. Y esta es una cafetería muy bonita.
Entro doy mi nombre y una mujer elegante me lleva a una mesa. Mis nervios surgen al ver que solo está él.
Emir.
No hay nadie más, creí que vendrían los demás inversionistas.
—Buenos días, señor Emir— digo cuando llegó a la mesa. Él se pone de pie y extiende su mano.
—Buenos días, señorita salma— toma mi mano. —Disculpe por haber cambiado el lugar a último minuto—
—No se preocupe, por suerte ya estamos aquí— dije tomando asiento.
—¿Viene usted sola?— asiento.
—Igual que usted, por lo que veo— también asiente y la camarera llega para tomar nuestros pedidos.
—¿Deseas algo en especial?— me pregunta.
—No, solo un café expreso, por favor—
—Lo mismo para mí, gracias— la mujer asiente y se va dejándonos solos. —¿Cómo has estado, salma?—
Su pregunta hace que tragué en seco, y es que espere que siguiera siendo profesional.
—Muy bien gracias. ¿Y tú?— Mi voz pesa un poco.
—Eh estado bien, pero pude haber estado mejor—
¡Por Dios!
Me remuevo un poco incómoda y agradezco que la camarera haya llegado a interrumpir este momento tan intenso con nuestras órdenes.
—¿Podemos por favor, proseguir a su respuesta sobre la inversión?—
Su expresión se vuelve curiosa mientras toma un sorbo de su café. Es como si le hubiera molestado mi sugerencia.
—¿Tanta prisa tiene por irse ya señorita, Salma?—
Me rasqué un poco mi frente, tratando de mantener mis nervios controlados.
—No es eso señor Emir, voy a lo que es debido para no desviarnos del motivo por el que ahora estamos aquí—
—La entiendo perfectamente, no soy quien para quitarle su preciado tiempo— ¿A dónde quieres llegar? —Pero, como usted dijo, estamos aquí para hablar sobre el trabajo— Asiento mientras tomo un sorbo de mi café. —Me complace informarles que mis colegas y yo hemos llegado a la decisión de invertir en su proyectó, puede contar con nuestro apoyo total y absoluto—
Una pequeña sonrisa se dibuja en mi rostro.
—Han tomado una buena decisión—
—Eso lo sé, sé perfectamente de lo que es capaz usted, y me alegra que seas quien lleve este proyecto por eso no dude en dar mi voto—
Siento un ligero ardor en mis mejillas por su intensa mirada y la forma en que se dirige a mí.
—Muchas gracias, sé que todo saldrá muy bien—
—Confió en usted señorita, Salma—
En ese momento mi teléfono suena, abro mi bolso para ver de quién se trata, y al ver que se trata de la escuela de mi hija no dudo en contestar. —Necesito contestar está llamada, disculpa— él asiente y me coloco de pie para irme a un lado.
—¿Hola, sucede algo maestra?—
-Buenos días, disculpe llamarla, pero necesitamos que vaya de inmediato al hospital-
—¿Hospital? ¿Le pasó algo a Senre?— mis nervios se alteraron.
-Se empezó a sentir un poco mal, le sangro la nariz y perdió el conocimiento, llamamos a una ambulancia y vamos camino al hospital central-
—De inmediato salgo para allá— cuelgo la llamada y me voy apresurada a la mesa, tomó mi bolso con angustia y mis nervios de punta.
—¿Sucede algo señorita, salma?— me pregunta él al ver el estado en el que estoy.
—No, todo está bien, pero necesito irme. Después miramos lo de las firmas, por favor discúlpeme— Me apresuro a irme en dirección a la salida, pero él me detiene tomándome de un brazo.
—Espera— me dé tengo y lo miro. —Dime que sucede, estás alterada, ¿A dónde vas?—
En ese momento rompo en llanto, alarmándolo más.
—Lo lamento, pero tengo que ir al hospital—
—Permíteme llevarte por favor. No puedes conducir en ese estado— ahora mismo no estoy para discutir con él. Solo asiento y salgo con él hacia el estacionamiento. Me subo en su auto y ambos nos dirigimos al hospital.
No pienso en nada más solo en llegar a tiempo al hospital.
Llegamos y bajé de inmediato del auto y me dirijo a la entrada.
Nerviosa entro en busca de la recepción, y cuando llegó le pregunto a la enfermera por mi hija dándole su nombre.
—La niña, se encuentra en observación. Pasillo cuatro a la izquierda—
—Gracias— digo y corro hacia donde me ha dicho.
Mi mirada está desesperada buscando el lugar y cuando llegó, ahí la veo.
Mi pequeña niña está acostada sobre una cama, se ve algo pálida. Tiene un catéter en su brazo y está con la maestra.
Llegó a ella y la abrazó con fuerza.
—¿Estás bien, mi amor?— le pregunto sobando su pequeña cabecita. Ella asiente con su cabeza y me da una sonrisa delicada.
—El doctor vendrá en un momento, y le informará sobre que le pasa a Senre—
—Está bien, maestra muchas gracias, si gusta puede irse, yo me quedaré con ella y los mantendré informado de lo que me digan— asiente y sale de la habitación.
Me quede tan concentrada viendo a mi hija que no me percaté del hombre detrás de mí, quien nos miraba sin intervenir.
—¿Quién es él, mamá?— volteo y lo veo
Por Dios, como quisiera decirle que él es su verdadero padre y a él que ella es su hija. Pero no puedo, fue algo que prometí nunca hacer. Iba a decir algo, pero mis palabras no salieron.
—Soy Emir, un viejo amigo de tu mami— ella lo mira con mucha curiosidad.
—Soy Senre, que bueno que mi mami tenga un amigo, nunca le he conocido uno— le sonríe y él se acerca aún más.
En sus ojos puedo ver la sorpresa, me mira y no puedo mantenerle la mirada. El nombre que le puse a mi hija fue el nombre que él y yo siempre planeamos si hubiéramos tenido una niña.
Ahora no sé cómo voy a enfrentar esto.
Tengo más que claro que entre el sol y la tierra no hay nada oculto.
Tarde o temprano el sabrá la verdad, y ahora no estoy lista para enfrentarlo...