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Florecer De Las Cenizas

Florecer De Las Cenizas

Status: En proceso
Genre:Autosuperación / Traiciones y engaños / Cambio de Imagen
Popularitas:4.9k
Nilai: 5
nombre de autor: Orne Murino

A veces perderlo todo es la única manera de encontrarse a uno mismo

NovelToon tiene autorización de Orne Murino para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 7: Flores marchitas

Juliana despertó al día siguiente con una calma extraña. No era que el dolor se hubiera ido, ni que todo estuviera resuelto, pero sí había en su pecho una sensación diferente, como si un peso hubiera sido removido al cerrar la puerta detrás de Martín. Esa paz nueva era frágil, lo sabía, pero también era real.

Preparó un café fuerte, se miró al espejo y se sorprendió al encontrar una mujer distinta mirándola. El cabello corto le daba un aire renovado, casi desafiante. Se puso un traje beige sencillo, pero elegante, y decidió ir temprano a la empresa. Hacía semanas que se mantenía a medias, delegando decisiones importantes, como si su vida laboral estuviera en pausa. Era momento de retomar el control.

Al llegar, los empleados la saludaron con cierta sorpresa. No estaban acostumbrados a verla tan erguida, con los labios pintados de rojo y esa determinación en la mirada. Juliana recorrió los pasillos, saludó a cada uno, y se detuvo en la sala de producción, donde se diseñaban los nuevos modelos de carteras.

—Quiero ver lo que tienen preparado para la temporada —anunció, con una sonrisa ligera pero firme.

Mientras revisaba bocetos y muestras de cuero, sintió algo que hacía tiempo no sentía: entusiasmo. Esa empresa era parte de su historia, un legado de sus padres, y había permitido que se apagara por culpa de una relación rota. No más.

Sin embargo, la ilusión se vio interrumpida cuando su secretaria entró al despacho con un ramo de rosas rojas enorme, envuelto en papel dorado.

—Esto acaba de llegar para usted, señora Montona —dijo, dejándolo sobre el escritorio.

Juliana se quedó mirando las flores. Reconocía la caligrafía en la tarjeta incluso antes de abrirla. “Perdóname. Siempre vas a ser mi única mujer. M.”

Respiró hondo, tomó el ramo con ambas manos y, sin titubear, lo arrojó directamente al cesto de basura. La secretaria la miró con los ojos bien abiertos, sorprendida.

—¿Quiere que… lo saque?

—Sí. Y la próxima vez, ni siquiera lo reciba —respondió Juliana con firmeza—. Ese capítulo está cerrado.

Durante el resto del día, se concentró en el trabajo, en pequeñas decisiones que devolvían el ritmo a la empresa. Sin embargo, al volver a casa por la tarde, encontró otra sorpresa: un ramo más, esta vez de lirios blancos, apoyado contra la puerta. La tarjeta decía: “No puedo vivir sin vos. Pensalo. Martín.”

Juliana no dudó. Levantó el ramo, lo llevó directo al tacho de basura de la cocina y se lavó las manos como si quisiera borrar cualquier rastro de él.

Los días siguientes se repitió la escena. Flores en la oficina, flores en la casa. Mensajes en el celular a todas horas: “Sé que me extrañás”, “Podemos arreglarlo”, “Decime cuándo puedo ir a verte”. Ella los leía en la pantalla y luego los borraba sin responder. Al principio, su corazón todavía se agitaba al ver su nombre, pero con cada intento de él, el efecto era más débil. Donde antes había temblor, ahora había indiferencia.

Una tarde, Micaela la visitó en la empresa y la encontró revisando muestras de tela.

—Te veo distinta, amiga —dijo, con una sonrisa orgullosa—. Más vos.

Juliana rió suavemente.

—Estoy intentando recuperar lo que soy. Aunque Martín no me lo haga fácil.

—¿Sigue con sus shows?

—Todos los días. Flores, mensajes, excusas… Pero no me mueve. ¿Sabés qué hago cada vez que llega un ramo? Lo tiro. Sin mirar atrás.

Micaela la aplaudió en broma.

—¡Esa es mi chica! —exclamó—. Esa es la Juliana que siempre quise ver: la que no se deja comprar con rosas baratas.

Juliana se quedó pensativa un momento.

—Es raro, Mica. Antes me moría por un gesto suyo, por una palabra. Ahora, verlo arrodillado, llorando, me pareció patético. Como si por fin hubiera visto quién era en realidad.

—Porque ya lo viste sin el filtro del amor, Juli —dijo su amiga, acariciándole la mano—. Y cuando eso pasa, ya no hay vuelta atrás.

Esa noche, mientras cenaba sola en su departamento, sonó otra vez el celular. Otro mensaje de Martín: “Mañana paso por la empresa, no me podés evitar siempre.”

Juliana lo leyó, respiró hondo y lo eliminó. Luego apagó el teléfono y puso música suave. No iba a permitir que su voz invadiera su espacio otra vez.

Los días siguientes fueron un ejercicio de disciplina emocional. Cada ramo que llegaba era un recordatorio de quién había sido ella antes: una mujer dispuesta a conformarse con migajas de atención. Tirarlos, uno tras otro, era un ritual de liberación. Como si cada flor marchita simbolizara un pedazo de la cadena que la había tenido atada.

En paralelo, Juliana se volcó por completo a la empresa. Organizó reuniones con proveedores, revisó contratos, incluso propuso una nueva línea de carteras inspirada en mujeres que renacen después de las pérdidas. Sus diseñadoras se emocionaron con la idea.

—Podríamos llamarla “Resiliencia” —sugirió una de ellas.

Juliana sonrió.

—Me gusta. Que cada modelo sea un homenaje a la fuerza de empezar de nuevo.

Por las noches, aunque la soledad todavía pesaba, Juliana aprendió a ocuparla con cosas que le hacían bien: un libro, un baño relajante, un vaso de vino con música de fondo. No era un camino libre de tropiezos. Había momentos en que la tristeza la golpeaba de nuevo, en que recordaba viajes con Martín o las risas compartidas. Pero entonces pensaba en las flores marchitas, en los mensajes manipuladores, y volvía a encontrar el eje.

El jueves, mientras salía de la oficina, un mensajero se le acercó con otro ramo, esta vez de tulipanes amarillos. Juliana lo recibió, sonrió educadamente y, delante del repartidor, los arrojó en un tacho de la calle.

—Gracias, pero no. —dijo, antes de seguir caminando con la cabeza erguida.

Esa acción, aunque pequeña, la hizo sentir invencible. Martín podía insistir todo lo que quisiera, pero ya no era el centro de su vida. Lo había sido, sí, pero esa Juliana había muerto. La nueva se estaba construyendo día a día, y no había flores suficientes en el mundo que la hicieran volver atrás.

Esa noche, antes de dormir, se miró en el espejo otra vez. Se tocó el cabello corto, sonrió y susurró para sí misma:

—Bienvenida, Juliana.

Y apagó la luz con la certeza de que el renacimiento apenas estaba empezando.

1
Maritza Suarez
👍
Lorena Itriago
Martín no estaba preso? no entiendo porque está en su departamento?
Lorena Itriago
tengo una duda Micaela y Camila son la misma persona?
Edith Villamizar
Hola inicio de ésta historia 🌹
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