ALOJANDOME EN TU CORAZÓN

... LA AMENAZA DE ETHAN...

Después de una larga noche, Kael solo logro dormir pocas horas, no sabía por qué, pero sentía que Nadia lo estaba desestabilizando, así que muy temprano decidió ir a la mansión de Ethan y estaba seguro de que lo encontraría en el gimnasio, pues era su costumbre madrugar entrenar para mantenerse en forma.

Unos minutos más tarde Kael, entro sin ningún problema y como lo había predicho ahí estaba Ethan golpeando un saco de box.

El gimnasio de Ethan Drake era un refugio disfrazado de sala de tortura.

Pesas, sacos de boxeo, colchonetas impecables, todo con ese aire impersonal de un lugar donde se iba a dejar el alma... o a sudarla.

Kael lo prefería, era como estar en un espacio que no solo lo entendía a él, sino que de una u otra manera lo identificaba.

Ethan no dijo nada, ya presentía lo que venía, Kael se preparó, calentó su cuerpo y ahí estaba como si no existiera nada ni nadie a su alrededor.

Una rutina de golpes controlados contra el saco, uno, dos, gancho, respiro, otro.

Pero su mente no estaba en el ritmo, estaba en una libreta, en un parque, en una mujer que le sonreía como si él no estuviera lleno de cicatrices.

—No estás concentrado — dijo una voz detrás de él.

Kael no giró, no hacía falta.

—Nunca lo estoy cuando estas tú, Ethan.

El aludido sonrió, alto, fuerte, con ese aire de líder que no se podía fingir, Ethan Drake se había convertido en su mejor amigo, su hermano de guerra, y también… el responsable de que Kael hubiera conocido a Nadia.

—Pensé que eras tú el que evitaba mis visitas — dijo Ethan, cruzando los brazos—. ¿O ya se te olvidó que sigues ignorando mis mensajes?

—Estoy ocupado.

—¿En qué? ¿En ir a un parque y ver los pajaritos?

Kael frunció el ceño, deteniendo su entrenamiento.

—¿Te lo dijo Nadia?

—No, pero la conozco y puedo llegar a decir que te conozco a ti y cuando los dos están raros, buscar paz, aire libre, espacio y es en un parque donde se sienten que pueden pensar mejor.

El Silencio se apoderó del lugar.

Kael se secó el sudor con una toalla, se sentó en el banco de pesas, como si de pronto pesara más que todo el hierro del lugar.

—No quiero hacerle daño, Ethan.

—¿Y por eso prefieres hacerte daño tú?

Kael lo miró, directo, dolido.

—No entiendes…

—No, tú no entiendes, Nadia no es una niña, Kael. No está buscando que la rescates o que protejas. Está buscando a alguien que no huya cuando las cosas se pongan reales. Además, no es una niña.

— Déjame decirte Kael, a Nadia la amo, es mi hermana, tú eres mi amigo, no quiero verlos sufrir, deberías de darte una oportunidad, pero si no te la quieres dar, tampoco la hagas sufrir y porque te conozco te lo advierto; una sola lágrima que vea que ella derrama por tu culpa y tus pelotas serán el próximo adorno de algún árbol del puto parque a dónde vas.

—Yo no huyo. — Fue lo único que logro responder Kael.

—¿Ah, ¿no? ¿Y cómo llamas a lo que haces cada vez que ella se te acerca?.

Kael apretó los puños, quiso responder, pero no tenía palabras, solo imágenes.

Su esposa embarazada, el hospital, la sangre, el nombre del "Español" retumbando en su mente como un maldito mantra.

Ethan se sentó frente a él, bajando el tono.

—Ella se quedó aquí por ti, hermano. ¿Y tú qué haces? ¿Te escondes en tu rutina, en tus miedos, en tus pesadillas?

—No puedo perder a nadie más.

—Entonces aprende a no perderte a ti.

...****************...

Mientras tanto, Nadia estaba en una cafetería del Bronx, no en Manhattan ni en una zona “fina”.

Le gustaban esos rincones donde la vida se sentía más real, menos editada.

Estaba frente a su laptop, con un café con doble crema y el mismo gato del otro día ahora dormido en su mochila abierta.

Revisaba informes de Drake Shield, reuniones virtuales en Berlín, notificaciones de seguridad… pero todo eso se difuminaba al pensar en Kael.

Suspiró.

A veces, ser la fuerte era agotador.

Recordó las noches frías en que Ethan la rescató, el hambre, el miedo, la sensación de que el mundo solo te usaba o te ignoraba.

Pero también recordó el primer día que volvió a sonreír, el primer día que confió, el primer día que alguien creyó en ella sin pedir nada a cambio.

Y pensó que quizás, solo quizás, Kael necesitaba vivir algo así, solo que a su ritmo, a su modo.

— ¿Valía la pena esperarlo?

El celular vibró, era Ethan.

Ethan: “Acabo de salir del gimnasio, hablé con él. Está confundido Nadia. Solo no sabe cómo manejar las cosas, pero lo mismo que le dije a él te lo digo a ti, es mi amigo no juegues con él.”

Nadia sonrió, ella jamás jugaría con un hombre como Kael, donde sabe que muy en el fondo es un hombre con un sentimiento hermoso y lo quería descubrir.

Ella no se rendía fácil.

...****************...

Esa noche, Kael no desvio su camino, fue directo a casa.

Y se obligó a mirar las fotos viejas, su esposa, la ecografía, el anillo.

Permitió que el dolor lo tocara, pero también permitió que no lo definiera.

Y, por primera vez, no rompió a llorar.

Solo respiró.

Y al tomar su libreta, escribió:

“No puedo cambiar lo que perdí. Pero quizás pueda aprender a ganar otra vez.”

Cerró el cuaderno.

Y por primera vez en años, durmió sin pesadillas y con una hermosa sonrisa que iluminaba sus sueños.

Nadia sin darse cuenta poco a poco estaba Alojándose en el corazón de un hombre que había jurado no amar a ninguna otra mujer.

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