La Suplente De Una Flor

Sol Rucci

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El fin de semana había llegado a su fin. Pasé mi tiempo encerrada leyendo libros y estudiando. Recibí varias llamadas de Kai, como sucedía cada vez que él viajaba; solía llamarme a intervalos durante el día para saber cómo estaba. Sin embargo, esta vez decidí no contestar ninguna de sus llamadas. Me sentía molesta, él no tenía derecho a cerrarme. Cuando regrese, hablaré con él y dejaremos las cosas claras.

Terminé de prepararme y salí de casa; el auto me esperaba. Me subí y saludé al chofer. Miré a través de la ventana hasta llegar a la universidad. Me despedí del chofer y, al entrar, caminando por los pasillos, me encontré con Víctor, quien se encontraba apoyado en la puerta de mi salón. Al verme, se acercó.

—Hola, radiante Sol, ¿cómo estás?

—Hola, Víctor, estoy bien. Quería disculparme en persona por haberte dejado esperando.

—No te preocupes, pero podemos retomarlo hoy. ¿Qué te parece si vamos después de clases? —me preguntó con entusiasmo.

—Tengo clases hasta las 2 —le respondí.

—¡Estupendo! Yo también. Te invito a almorzar y luego vamos al cine —me dijo.

—Perfecto —respondí, y él sonrió antes de alejarse. Entré a clase.

Las clases transcurrieron con normalidad hasta que terminaron. Al salir, saludé alegremente a las chicas que me encontré en el camino y luego me despedí de ellas. Caminé hacia el área de estacionamiento, y mi teléfono sonó: era Kai, pero decidí no contestar. Vi que un auto se acercaba y se detuvo; era Víctor, bajó la ventanilla,luego me abrió la puerta y entré. Él subió al auto. Al llegar a la salida, ya esperaba mi chofer, así que giré mi rostro hacia Víctor para que no me viesen. Después de quince minutos, llegamos a un restaurante. Él se bajó, me ayudó a bajar y unos minutos después ya estábamos pidiendo comida. Mientras esperábamos, comenzamos a hablar de temas triviales; él me contaba anécdotas que me hacían reír y también sonreía. Cuando el mesero nos trajo la comida, comenzamos a comer. Noté cómo él me miraba y luego sonreía. Pasada media hora, salimos del lugar. Durante todo ese tiempo, mi teléfono había sonado sin parar, así que decidí apagarlo. No estaba haciendo nada malo; podía tener amigos, salir, no necesitaba pedir permiso y tampoco debía estar encerrada. Desde ese momento, haría lo que quisiera y no dejaría que Kai siguiera controlando mi vida. Él tiene su pareja... y yo hare con mi vida lo que quiera..

Al llegar al cine, él pidió palomitas y soda. Decidí que quería ver una película de terror, que es mi género favorito. Ambos entramos al cine y la película comenzó. Al principio, lo vi muy tranquilo y concentrado, pero a medida que avanzaba la trama, noté cómo apretaba mi mano y luego escondía su rostro en mi hombro.

—¿De verdad le tienes miedo a esta película? —le pregunté con un tono burlón.

—Claro que no tengo miedo, solo había algo en tu hombro, nada más —me respondió en voz baja, acomodándose en su asiento.

—Sí, claro, te creo, miedoso —le dije en tono de burla. Él solo sonrió mientras tomaba palomitas.

Al terminar la película, salimos del cine. La verdad, la película no fue aterradora; estuvo bien, pero pudo ser mejor. En cambio, Víctor cerró los ojos y se escondió en mi hombro en varias ocasiones. Nunca imaginé que tuviera tanto miedo. Me divertí. Miré mi reloj y ya eran las cinco de la tarde; era momento de regresar.

—Ya es hora de que regrese a casa —le dije.

—Podemos ir a mi casa, quiero mostrarte algo que sé que te encantará —me respondió.

—Está bien, pero no puedo demorarme; ya es tarde —le respondí.

Ambos salimos del centro comercial y nos subimos al auto. Después de un tiempo, llegamos a una hermosa casa. Al entrar, él me llevó hacia una puerta, la abrió y me pidió que entrara. Dudé un poco, pero tomó mi mano y entramos. Vi un gran salón lleno de libros; era una biblioteca. Lo vi caminar hacia unos estantes, tomó varios libros y se acercó a mí.

—Me regalaron estos libros de terror; a mí no me llaman la atención —me dijo mientras me los entregaba. Al verlos, me emocioné porque esos libros aún no habían salido al mercado.

—¿De verdad me los estás regalando? Estaba esperando que salieran. ¡Gracias, Víctor! —exclamé emocionada.

—No es nada; vamos a tomar algo —dijo.

Salimos del salón y nos dirigimos a la cocina. Dejo mi bolso y los libros en la mesa mientras lo observo sacar algunos productos de la nevera. Luego preparó una bebida, sirvió un vaso y me lo entregó, y se sirvió para él. Al probarla, estaba deliciosa; él comenzó a beber también. Al terminar, me dirigí hacia el lavaplatos, pero él hizo lo mismo, chocando conmigo y haciendo que su bebida cayera sobre mí, manchando mi vestido.

—Lo siento, Sol, te juro que no fue mi intención —me dijo, visiblemente nervioso.

—No pasa nada, fue un accidente, pero el café va a manchar mi vestido.

—Acompáñame a la habitación donde hay una lavadora. Lava tu vestido aquí y te prestaré una camisa mía —me respondió.

—Víctor, no creo que sea buena idea. Mejor regreso a casa.

—Vamos, tu vestido se dañará. Es mejor que lo laves aquí, y te vas con mi camisa. No tengas pena.

—Está bien, mañana te devuelvo tu camisa.

Él asiente y lo sigo hasta una habitación donde se encuentra la lavadora; me deja allí. Tras un minuto, regresa y me entrega la camisa, luego se retira, dejándome sola. Me quito mi vestido y me coloco su camisa, que me queda larga hasta los muslos. Tomo mi vestido y lo meto en la lavadora. Mientras espero, escucho que tocan la puerta y digo que entre. Victor entra.

—No te queda tan mal mi camisa, parece un vestido.

—Sí, de verdad, gracias. Mañana te la devuelvo —respondo. La lavadora pita, indicando que el vestido ya está listo.

Me acerco a la lavadora y saco el vestido. Victor me entrega una bolsa donde guardo la prenda, tomo mi bolso y los libros, y salgo de la casa. Victor se ofrece a llevarme, lo cual acepto. En el camino noto que a veces me observa y sonrío. Al llegar, le pido que me deje en la reja; no quiero que entre ni que tenga problemas. Me despido de él, quien queda allí. Toqué el timbre y, a los segundos, la reja se abre y entro. Veo cómo su coche se aleja.

Comienzo a caminar hacia la casa, notando que los de seguridad me observan. El conductor, al verme, corre hacia mí con preocupación. Le digo que estoy bien. Me alejo rápidamente hasta llegar a mi habitación, donde me doy una buena ducha y me pongo mi pijama. Salgo de la habitación y lavo la camisa de Victor. Después de dejarla secar, me dirijo a mi habitación y me recuesto en la cama. Mañana será otro día. No sé en qué momento me quedo dormida.

Siento una presión, como si alguien me estuviera observando. Al abrir los ojos, me asusto al ver a Kai en medio de la oscuridad; la única luz que entra es la de la ventana. Él se sienta en la cama y, luego, se sube encima de mí, observándome. En su rostro, noto que está enojado y triste a la vez. Se inclina hacia mis labios y me besa, su aliento huele a licor.