Noveno libro de saga colores.
El reino se tambalea con la llegada de la nueva reina proveniente de una tierra desconocida, Sir Levi, ayudante del rey, emprenderá un viaje para hacer un trato con el gobernante, Eudora, la aspirante espía, insistirá en acompañarle, una tentación a la que el sir no podrá resistirse.
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6. Las cadenas
...LEVI:...
Podía desahogarme en el entrenamiento, con mis pequeños golpes de espada, con el roce mínimo y la cercanía, la manera en su respiración se atoraba en combate, solo alimentaba mi curiosidad.
Verla pelear, caer, agitarse me hacía fantasear.
Me controlaba por no tocarle ni por casualidad porque eso desataría mi lado más oscuro.
Era su retadora actitud y su apariencia la que más me hacía imaginar como una de mis felinas.
Sería la primera de su tipo.
Jamás tuve una posesión de tan rareza belleza y menos una que no fuese tan sumisa al resto.
¿La estaba considerando?
No, por supuesto que no.
Solo podía fantasear.
Eudora era solo mi aprendiz en el combate y las lecciones de "Escucha" no en mis necesidades como amo.
Estaba descartada.
Lo primero que hice fue mencionar las cadenas frente ella.
"¿Qué si le gustaban los juegos?" ¿Qué clase de pregunta era esa?
Ella no comprendió, era obvio que no lo haría y tampoco me sentaría a explicarle.
Al ver su rostro confundido comprendí que era una locura, Eudora no sería como yo necesitaba, no se dejaría encadenar ni castigar, no me dejaría tocarla mientras los grilletes la dejaban quieta, no soportaría que usara una fusta en su piel.
En los entrenamientos se veía muy enojada cuando yo conectaba un golpe.
Solo quería domarla.
Me distraje en su empeño en pegarme, en su cabello agitadonse, su cuerpo moviéndose con gracia, cuando logró conectar un golpe que me llevo al suelo, tanto que solo me di cuenta de que había cortado su bara de entrenamiento y parte de sus mechones de cabello.
Mechones que ahora guardaba y olía de vez en cuando.
Solo me motivaba a querer más y tratarla como igual me hacía ansiarla.
Mis pensamientos me traicionaban y se empeñaban en mi contra. Quería seguir a Eudora por el barco con cualquier excusa, ver como se la comían con los ojos el resto de los hombres me disgustaba y mucho más ese capitán.
A ella parecía gustarle y si algo más pasaba entre ellos tendría que olvidarme para siempre de mis apetencias.
No, eso no lo soportaría, aunque fuese pura fantasía, ella debía quedarse intocable.
Eudora me evaluó, confundida.
— Olvídelo.
No tuve más remedio que huir de la situación vergonzosa, esperaba que no fuese a preguntar más tarde.
****************
— Considero enviar una paloma mensajera cuando estemos cerca de Polemia — Dije, en el camarote del capitán Albert, observando hacia el mapa — Tomarlos por sorpresa podría causar una respuesta poco favorable, puede que no dejen llegar el barco, si tienen una fortaleza, tienen defensas, así que enviaré una paloma.
— Escuché que hablan otro idioma, será un problema.
— El rey sabe el idioma de Floris.
— En ese caso, no hay ningún problema.
No me arriesgaría, lo escribiría en Polemia pero eso no iba a comentárselo al capitán.
Nadie enseñaba ese idioma, a duras penas, el único contacto con ese reino era la princesa Freya y el acuerdo del rey de Hilaria con el desconocido gobernante.
Nada más.
Nada, excepto yo.
Pero, en Polemia no había mucho que añorar y ni siquiera me atrevía a desenterrar los recuerdos.
— Traje cuatro palomas mensajeras — Dije, bebiendo vino de mi copa — Deben estar en la bodega.
— Los marineros se han encargado de alimentarlas.
— Bien, esperemos que el viaje siga igual de tranquilo — Me levanté, haciendo ademán de marcharme, pero no quise irme sin antes preguntar — ¿Qué intenciones tiene con la señorita Eudora?
Albert casi escupe el vino.
— ¿Cómo? Mi lord.
— He notado cierto interés de su parte hacia mi aprendiz — Dije, con postura firme.
— Es una señorita hermosa, trae a toda la flota babeando — Bromeó y me reparó — Sin excepción.
— No le pregunté eso.
— ¿Qué hay de malo? — Estrechó sus ojos.
— Responda — Elevé una ceja.
— Si, he tenido interés en la señorita, pero no se martirice mi lord, las mujeres en las que pongo el ojo nunca me eligen — Elevó su copa y bebió.
— Dar lastima no arregla la situación.
— Si le diera lastima, no sentiría que le estoy ganando terreno y dejaría que yo la pretenda — Se atrevió.
— No voy a competir, no estoy impidiendo nada.
— Yo tampoco, la señorita Eudora es libre de tomar su propia elección — Dijo, volviendo a sonreír.
— Ni siquiera dije que me interesa.
— No, no lo dijo.
Nos evaluamos por unos segundos.
Esto era patético, nuevamente había hecho el ridículo y todo por mencionar algo que mi boca soltó sin mi autorización.
— Me retiro.
...****************...
Ya en mi camarote, me quité la ropa y rebusqué en mi baúl.
La pequeña fusta apareció y la tomé.
Toqué la punta del pequeño instrumento.
El el baúl de abajo estaban las cadenas unidas con grilletes de cuero, todo para que mis felinas no sufrieran daño en las muñecas.
Siempre llevaba mis instrumentos conmigo.
Golpeé la fusta contra mi palma, el picor envió un cosquilleo por mi piel.
No debía pensar en que el motivo de mis pensamientos estaba a solo una pared de separación.
Me observé al espejo mientras volvía a golpear mi palma.
Auto complacerme no sería grato para mí, no era suficiente y solo desataría más la inconformidad, no necesitaba tocarme puesto que yo solo podía regocijar mi hambre con una mujer de rodillas ante mí, sirviendo, rendida y en mis pensamientos esa mujer ya tenía rostro.
Eudora era mi único alivio, era la elegida, hasta que pudiera saciarme y ambos estuviéramos conforme, así mi fijación se iba a dicipar y yo volvería a calmarme, hasta encontrar a otra felina.
Podía pasar años en eso.
Cerré mis ojos y respiré.
El olor de Eudora apareció.
La puerta sonó.
Era ella.
Mi miembro me traicionó, alzándose gustoso.
Guardé la fusta y las cadenas.
Me vestí con mis ropas de cama.
Abrí solo un poco la puerta.
— Diga.
Eudora estaba como niña bien portada, con sus manos entrelazadas y mis ropas acomodadas.
—Sir Levi, creo comprender lo que me dijo en la proa.
Me torné rígido, ocultando la mitad de mi cuerpo detrás de la puerta.
— No creo que lo sepa — Mi voz se volvió gutural.
— A decir juegos, se refiere a entrenar ¿Verdad? — Preguntó con inocencia.
— Ah...
— ¿Es un tipo de entrenamiento con cadenas? ¿Cierto?
No supe que responder.
¿Qué tan inocente era Eudora?
— Señorita Eudora, es tarde, necesito descansar — Dije, haciendo ademán de cerrar la puerta.
— ¿Si me va a entrenar así? Aunque no se de que trata, admito que me interesa — Comentó, emocionada — Todo sea para fortalecerme.
No quería que me metiera ideas a la cabeza, pero eso podría complacerme un poco, aunque no hubiera placer, tal vez la imagen podría apaciguar mis instintos.
—Mañana le explicaré.
— De acuerdo, buenas noches — Dijo, volviendo a su habitación.
Cerré la puerta y observé el baúl de las cadenas.
A la mañana siguiente, volví a salir a la cubierta, con las cadenas colgando de mis manos.
Eudora estaba hablando nuevamente con el capitán, parecía muy concentrada en su charla.
— ¡Eudora! — Grité y los marineros pusieron sus ojos en mí.
Incluso el vigía que estaba en la cola, se asomó desde arriba del mástil.
Ella se giró para observar hacia mí.
— Oh, Sir Levi ¿Vamos a entrenar? Va a llover.
Empezaba a caer gotas de lluvia.
— ¡Se aproxima una tormenta! — Gritó el vigía.
Mierda.
— ¡Entrenaremos en la bodega!
— ¿Ahí hay espacio? — Preguntó por ella.
Me sentía como un ladrón, engañando a un perro con un hueso.
— Hay un espacio, he bajado varias veces, deje a estos hombres lidiar con la tormenta, no quiero que me vomite el desayuno en el rostro.
Ella se sonrojó de la vergüenza.
Caminó por el puente y bajó las escaleras.
El capitán Albert me evaluaba con desconfianza, pero estaba muy ocupado con el timón para detener mi acercamiento con Eudora.
Era lamentable, un capitán no podía soltar el timón, ni por la lluvia, ni por una mujer.
Los ojos de ella se fijaron directamente a las cadenas en mi mano y sentí un tirón más abajo de mi abdomen.
Solo quería probar que tan tolerable era a tener las manos encadenadas.
Me siguió hacia el interior del barco, bajamos las escaleras.
La bodega estaba en la parte más baja así que estaba algo penumbroso.
Barriles y cajas de madera amontonadas.
Eudora observó a su alrededor mientras yo me detenía para verificar que las palomas estuvieran en las jaulas.
— ¿Palomas? — Ella sintió curiosidad.
— Son mensajeras, no me gusta que estén aquí, se van a sentir desorientadas, debo sacarlas para que hagan un poco de ejercicio — Dije, al verlas un poco desanimadas.
— ¿Enviará un mensaje?
— Cuando estemos cerca de Polemia.
Se paseó por la bodega.
— ¿Las cadenas que trae son para el entrenamiento? — Señaló las cadenas en mi mano.
— Así es.
— ¿Por qué dijo que lo olvidara?
Me hacía perder la paciencia que cuestionara tanto.
— Porque creí que no soportaría este entrenamiento y sigo creyéndolo — Dije, acercándome — Será más difícil que el combate cuerpo a cuerpo.
— ¿Se le olvida qué se abrir cerraduras? — Arqueó las cejas.
— No, no se me olvida, pero el entrenamiento no es sobre abrirlas y como puede notar, no tienen grilletes de hierro, solo es cuero — Le mostré uno de los extremos —
— ¿Para qué es entonces?
— Deje las preguntas, eso lo verá en unos minutos.
Era perverso y me aceptaba como era, el problema es que estaba jugando con la inocencia de Eudora, usaba los entrenamientos como excusa para alimentar mi perversa mente.
— Está bien — Tomó una postura erguida.
— Deme sus muñeca.
Elevó sus brazos, tomé su muñeca, mis dedos rozaron la piel y sentí como su piel se tensaba bajo el tacto.
Así que si había algo ahí.
Rodeé su otra muñeca hasta encadenarla completamente.
Me agaché, usé la otra cadena para encadenar sus tobillos.
Tuve que contenerme de observar hacia arriba.
— ¿Ahora qué? — Preguntó.
Me elevé.
Mi mirada se paseó por sus muñecas encadenadas, ajusté un poco el cuero.
— De rodillas.
— ¿Cómo? — Se estremeció.
— Hazlo.
Se sentó de rodillas.
Me estremecí, mi corazón latía más rápido.
Elevó su rostro — ¿Qué debo hacer ahora?
Saqué una venda de mi bolsillo.
Rodeé sus ojos con ella y la até.
— Se debe defender o tendrá que ser castigada — Tenía la fusta guardada en el cinturón, la saqué y di un golpe en el suelo, se estremeció por el sonido.
— ¿Qué rayos es eso? — Siseó, siguiendo el sonido de mis pasos.
No haría nada inapropiado, solo un poco de entrenamiento, con un toque de perversión que no sería notado por ella.
Di otro golpe cerca de ella y volvió estremecerse.
— Siga mi voz, señorita Eudora, se supone que debe atacar y defenderse, esta podía ser una situación real, ser prisionera es algo que un "Escucha" debe tomar en cuenta, estar preparado para huir o morir sin soltar ni una palabra — Dije, disfrutando de verla arrodillada, jadeando.
— ¿Cómo puedo defenderme?
Me reí.
— Eso es algo que debe averiguar por si misma.
Caminé hacia ella, golpeé en su hombro, soltó un gemido que provocó más tensión en mi sistema.
Me alejé nuevamente.
El barco se tambaleaba, haciendo que Eudora no se atreviera a levantarse, en su lugar se arrastró.
Caminé nuevamente hacia ella y golpeé en su espalda baja, con un poco de firmeza, pero sin llegar a lastimar.
— No haga eso — Protestó.
— Si está capturada nadie tomará en cuenta sus quejas.
Le di otro, cerca de su cintura.
— Preste atención a los sentidos que puede usar — Dije, con voz suave — Sus oídos, su olfato y... Su tacto — Golpeé en su brazo.
Se estremeció.
— Es molesto.
Ma atreví a darle en los muslos.
Tensó la cadena.
— Señorita Eudora, debe responder o seguiré haciendo esto todo el día.
Tomó la cadena con sus manos.
Me aproximé.
Reaccionó, bloqueando con la cadena.
— Exactamente, así es como debe hacerlo.
Rodeé la cadena con mi fusta y la atraje hacia mí.
Su respiración se agitó, sus mejillas estaban muy rojas.
— ¿Por qué se sonroja?
— Esto me molesta — Susurró, quería ver sus ojos detrás de la venda, pero sus labios fueron mi atención.
— ¿Segura?
Intentó tirar de la cadena, usé la punta de la fusta para rozar su barbilla y su mandíbula, con suavidad.
Se volvió a estremecer.
— Señorita Eudora, aún no se libera de mi agarre — Dije y deseé con toda el alma que no pudiera hacer nunca.