Me Convertí En La Amante De Mi Esposo

Era imposible revertir lo sucedido, Leonardo mi esposo ya no me veía como mujer, ¡Ni modo!, igual yo no quería abandonar a Jeremías, me era una grata compañía, por lo menos para él si existía.

Dolorosamente después de meses comprendí que ya no había vuelta atrás de lo que estábamos haciendo, después de todo aquí nadie quería compromiso. Mi esposo sumido en el trabajo no podía notar mi engaño hacia él, ¡y obvio que en la cama no podía notar la indiferencia, ya hacía mucho que el silencio se había colado en nuestra cama!

Aun así, en ocasiones volteaba a mirarlo, sabiendo que no me tocaba era difícil explicarle eso a mi corazón que lo amaba tanto. Me dolía tanto que yo solo fuera la ama de casa, la que estaba en lo que necesitara, pero no en su corazón. Me pregunto ¿en qué momento ocurrió este desastre?, creí que me amaba, pero yo era quien se encontraba mal, creo que nunca me quiso.

Por momentos sentía remordimiento, pero al recordar lo que me hizo y lo que me seguía haciendo, me llenaba de odio y quería golpearlo, la verdad es que no ocupaba un lugar importante en su vida, me negó, permitió que sus amantes pasaran frente a mí humillándome, siendo la burla de muchos.

Estúpidamente, lo amaba, no encontraba manera de sacarlo de mi pecho, ¡en fin! Yo perseguía un amor no correspondido. Esta vida clandestina que llevaba era diferente a la vida rutinaria que vivía día a día, los acalorados encuentros entre jeremías y yo, la pasión que aguardaba en mí cada vez que veía a mi esposo dormir y no tocarme.

Todo ello iba encerrando en mí el deseo, el placer, incluso el amor. Se que no lograba conseguirlo todo, pero de cierto modo me desquitaba muy bien de lo demás.

Comencé a arreglarme más para mí. Quería demostrarme que valgo muchísimo, que no habrá alguien como yo que lo ame, que lo cuide, que sea incondicional, no habrá nadie en su vida como yo. Así que alardeaba un poco de quien soy para asegurarme que estaría mejor.

Los días transcurrían y ya no me hacía meya tanta rutina, tanta traición, porque Yo también hacía lo mismo y lo disfrutaba. Jeremías comprendía mi situación, no me juzgaba y eso me tranquilizaba porque no me ocasionaría problemas.

Aprovechaba en los días de labor para escaparme. Él me consentía, solíamos comer en lugares abiertos, disfrutando de otro ambiente y las vistas maravillosas; algo que me encantó es que me regaló flores, como podía despedirlo de mi vida si me hacía feliz aunque fuese de manera clandestina.

Le estaba tan agradecida, aunque en el fondo sentía que era egoísta porque él también merecía un amor de verdad, no una amante de ratos.

Leonardo hablaba como si nada ocurriera, él seguía pensando que yo era la misma estúpida a la que hirió. ¡Ja! Seguro pensaba que olvidaría todo aquello, no lo hice; solo que transforme todo ello y lo convertí en una nueva forma de vivir, esa forma que me ayudaba a sobrellevar el hecho de ser una esposa no amada, olvidada.