Entre Sombras Y Traiciones.

En el campo de tiro de la Falange Oscura se encontraba Valeria, ahora de 12 años, y su instructor, un veterano francotirador de la organización, Adams. Valeria había pasado por mucho; casi pierde a su mejor amigo Luca, los otros reclutas no dejaban de tratar de dañarla y a eso debía sumarle que ya no se sentía tan segura en ese lugar, aunque ahora sabía técnicas de lucha y artes marciales, usar cuchillos y disparar. Ya no era tan indefensa como antes.

Valeria, con doce años, ya había demostrado ser una aprendiz rápida y eficiente. Hoy, su entrenamiento se centraba en el uso de rifles, una habilidad esencial para cualquier asesina de élite. El instructor la mira y habla firme.

—Valeria, hoy vamos a aprender a disparar con un rifle. Este es un rifle de francotirador de alta precisión. Primero, vamos a revisar la postura correcta.

Valeria lo observó atentamente mientras el instructor se colocaba en posición de disparo.

—Para disparar con precisión, debes adoptar una postura estable. Acuéstate en el suelo con el cuerpo alineado detrás del rifle. —Coloca el rifle sobre el bípode para mayor estabilidad. —Le indica el hombre y ella está muy atenta.

Valeria se acuesta en el suelo frío y húmedo, sintiendo cómo la humedad se filtraba a través de su ropa, alinea su cuerpo detrás del rifle y coloca el rifle sobre el bípode y ajusta su posición hasta sentirse cómoda y estable.

—Ahora, coloca la culata del rifle firmemente contra tu hombro. —Esto ayudará a absorber el retroceso y mantener el rifle estable— dijo el instructor de nuevo.

Valeria ajusta la culata del rifle contra su hombro, sintiendo el peso del arma y la firmeza de la posición.

—Primero, ajusta la mira telescópica— dijo él, señalando el rifle. —Asegúrate de que esté bien alineada con el objetivo.

Ella ajusta la mira telescópica del rifle con manos firmes, sus dedos moviéndose con precisión mecánica. Su instructor, un hombre de pocas palabras y mirada acerada, se colocó a su lado, listo para guiarla.

Valeria asintió y giró los diales de la mira, ajustándola hasta que el objetivo a 800 metros de distancia quedó perfectamente centrado.

—Ahora, observa las banderas—, continuó el instructor, señalando las que ondeaban a lo lejos.

—El viento sopla desde el noroeste a unos 10 kilómetros por hora. Ajusta tu disparo hacia la izquierda para compensar—

Ella movió la mira unos milímetros hacia la izquierda, siguiendo las indicaciones.

—¿Así está bien?— preguntó ella.

—Exacto— respondió él. —Pero no olvides la humedad. Estamos en un terreno pantanoso, y eso afecta la trayectoria de la bala. Ajusta la elevación del rifle para compensar la caída adicional.

Valeria hizo los ajustes necesarios, elevando ligeramente el cañón del rifle.

—Listo, señor— respondió.

—Bien— dijo el instructor, su voz baja pero firme.

—Muy bien. Ahora, vamos a hablar sobre la respiración. La respiración controlada es crucial para un disparo preciso. Inhala profundamente y exhala lentamente.

Valeria respiró profundamente, sintiendo cómo su cuerpo se relajaba con cada exhalación. Se concentró en mantener una respiración constante y controlada.

—Excelente. Ahora, vamos a considerar el viento. El viento puede afectar la trayectoria de la bala. Usa el anemómetro para medir la velocidad y dirección del viento, y ajusta tu mira en consecuencia.

Valeria tomó el anemómetro y midió la velocidad y dirección del viento. Ajustó la mira del rifle según las indicaciones del instructor.

Finalmente, enfoca tu objetivo a través de la mira telescópica. Asegúrate de que el objetivo esté centrado y ajusta el enfoque si es necesario. Mantén el dedo fuera del gatillo hasta que estés lista para disparar.

Valeria miró a través de la mira telescópica, centrando el objetivo y ajustando el enfoque. Su respiración era constante y su cuerpo estaba relajado; su mente estaba en blanco, solo con la mira en el objetivo.

—Respira hondo y exhala lentamente. Mantén la calma y concéntrate. Cuando estés lista, aprieta el gatillo suavemente. No tires del gatillo bruscamente, ya que esto puede desviar el disparo.

Valeria apretó el gatillo suavemente, sintiendo el retroceso del rifle mientras la bala salía disparada hacia el objetivo. Observó a través de la mira y vio que había acertado en el blanco.

El disparo resonó en el aire, un sonido seco y contundente que se mezcló con el canto lejano de los pájaros. Valeria observó a través de la mira cómo la bala viajaba en una trayectoria perfecta, impactando justo en el centro del blanco.

—Buen trabajo, excelente disparo, Valeria. —Recuerda, la práctica y la disciplina son clave para convertirte en una francotiradora experta— murmuró el instructor, apenas esbozando una sonrisa; le llenaba de orgullo: esta niña sería un arma letal.

—Pero no te confíes. —La próxima vez, el objetivo se moverá— agregó, mirándola, severo.

Valeria bajó el rifle, sintiendo una mezcla de satisfacción y determinación. Sabía que cada sesión de entrenamiento la acercaba más a la perfección, pero también entendía que el camino era largo y lleno de desafíos; aun así, lo hizo a la primera, aunque Antón le había explicado bien antes.

—Entendido— respondió, su voz tan fría y precisa como su puntería. —Estoy lista para lo que venga —habló segura.

Ese fue solo el comienzo; luego eran objetivos en movimiento, misiones simuladas, disparos bajo presión. Cada día Valeria tenía su mente fija en un solo objetivo.

Un instructor se detuvo frente a todos, haciendo que se pararan firmes y, mientras hablaba, caminaba entre sus filas.

—Ya tienen siete años aquí, ya han aprendido muchas cosas, pero viene la más importante: un asesino no siente dolor; el dolor es mental. —Aprendan a desconectar su mente de su cuerpo y serán letales— dijo y ellos lo miraban atentos.

—Irán con el capitán Rogers y sufrirán mucho. Cada uno de ustedes tendrá un mentor. —Les preguntaremos sus nombres y, si lo dicen, torturaremos al hombre —dijo y Valeria dejó su mirada fija al frente. Aunque ellos eran astutos, en el campamento había niñas que terminaban como las niñas de los miembros de la falange y el motivo para que no la hayan tocado a ella ni a sus amigas era su mentor Adams, un hombre de mediana edad encargado de enseñarles todo tipo de conocimientos. Él la protegía cuidando su puerta y enseñándole a defenderse por si él no estaba.

El hombre era pieza importante en la mafia, por eso no le hacían nada, pero esta vez podrían matarlo si ella fallaba y no habría reprimendas por ser una prueba más.

Valeria no se equivocó. La llevaron a la sala de torturas y cuando abrió el nombre a defender, sabía que ellos lo querían muerto, pero no los iba a dejar; era su única protección allí. A pesar de sus amigos, ellos eran niños y él un hombre con peso. En la sala de torturas, tragó grueso ante lo que le venía.