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En Blanco

En Blanco

Status: En proceso
Genre:Romance / Yaoi / Pérdida de memoria / Traiciones y engaños / La Vida Después del Adiós
Popularitas:694
Nilai: 5
nombre de autor: Marianitta

Cuando Aiden despierta en una cama de hospital sin recordar quién es, lo único que le dicen es que ha vuelto a su hogar: una isla remota, un padre que apenas reconoce, una vida que no siente como suya. Su memoria está en blanco, pero su cuerpo guarda una verdad que nadie quiere que recuerde.

NovelToon tiene autorización de Marianitta para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Donde no sabiamos

El cuaderno estaba escondido bajo la cama. No porque quisiera ocultarlo… sino porque ya había aprendido que algunas verdades se guardan en la oscuridad hasta que uno se siente fuerte para volver a mirarlas.

Esa mañana, Aiden salió temprano, antes de que Thomas regresara de su caminata ritual a la iglesia. No dejó nota. No avisó. Solo se fue.

Caminar era más fácil que pensar.

El aire en Wharekura tenía algo que apretaba el pecho. No era solo la humedad o la sal del mar. Era el peso invisible de los ojos ajenos. De las calles demasiado limpias. De los saludos que no sonaban sinceros.

Aiden no sabía si alguna vez había amado este lugar.

Pasó frente a la escuela del pueblo. Tenía una fachada modesta, con una campana oxidada en lo alto y un mural a medio borrar que mostraba niños sonriendo junto a una montaña. Se detuvo frente a las rejas. Cerró los ojos.

Un destello fugaz. Gritos de niños. Una voz llamándolo. Una risa masculina, joven.

Volvió a abrir los ojos.

Frente a la escuela, una pequeña cafetería con mesas de madera al aire libre había abierto sus puertas. El cartel decía: “Kea’s Spot”. El aroma a café recién hecho y pan dulce lo atrajo como si algo en su cuerpo lo guiara sin permiso.

Entró.

El lugar era cálido, íntimo. Dos mesas ocupadas, una ventana abierta al mar. Y un joven de cabello oscuro y piel dorada tras el mostrador, concentrado en llenar una cafetera.

Aiden lo miró por unos segundos sin saber por qué su corazón se aceleraba.

El joven levantó la vista.

Y por un instante, ambos se quedaron inmóviles.

—…¿Aiden?

Otra vez esa palabra.

Su nombre, dicho por voces que lo conocían más de lo que él mismo lo hacía.

Aiden no respondió. No sabía si debía.

—Soy Kea… ¿no me recuerdas?

Aiden negó con la cabeza, suavemente.

—No. Lo siento.

Kea se acercó. Tenía ojos sinceros. Cansados, pero sinceros.

—No tienes que disculparte. La verdad, me imaginé que si regresabas, sería así. —Hizo una pausa—. ¿Estás… bien?

Aiden vaciló.

—No lo sé. Hay cosas que… no encajan. No sé quién soy. Pero sé que algo de lo que me cuentan no es verdad.

Kea lo miró largo rato.

—¿Te puedo invitar un café? Antes… siempre pedías uno solo si tenía canela encima.

Aiden asintió, curioso.

Kea fue hasta la máquina. Lo preparó con manos expertas. Colocó la taza frente a él.

—¿Qué… éramos tú y yo? —preguntó Aiden, sin rodeos.

Kea sonrió con melancolía.

—Esa es una buena pregunta. Éramos amigos. De esos que se miran demasiado tiempo. De esos que caminan por la playa sin decir una palabra y todo igual se entiende. Pero nunca llegamos a ser… algo más. No en serio.

—¿Por qué?

—Porque tú no podías. —Lo dijo sin reproche. Solo con la calma de quien ya lo procesó—. No te dejaban. No podías ser quien querías ser… ni conmigo, ni contigo mismo. Yo traté de entenderlo. Te esperé. Pero en Wharekura, esperar a alguien es una forma lenta de romperse.

Aiden bajó la mirada.

Kea continuó:

—Una vez me dejaste una nota escondida en el buzón del café. Nunca supe si fue por valentía o por miedo a hablar. Decía: “Quiero más, pero no sé cómo darlo sin perderlo todo.” —Hizo una pausa—. Guardé esa nota por años.

El café tenía un sabor cálido. Familiar. Un eco de algo que había sido suyo.

—¿Y ahora? —preguntó Aiden—. ¿Cómo soy ahora?

—Más tranquilo. Más vacío también. Como si hubieras dejado de pelear por algo… o por alguien.

Kea volvió al mostrador. Sacó algo de un cajón. Una foto doblada.

—Esto lo encontré hace poco, entre unos libros que dejaste. Pensé en quemarla. Pero no lo hice.

Aiden la tomó con cuidado.

Eran ellos dos. Más jóvenes. Sentados en una roca junto al mar, con los pies descalzos. Kea sonreía. Aiden tenía la mirada perdida. La mano de Kea le rozaba el brazo. Una cercanía contenida. Una historia no dicha.

—Yo era muy distinto —murmuró Aiden.

—No. Eras tú. Pero sin espacio para serlo en voz alta.

El silencio se hizo presente.

—¿Estás enamorado ahora? —preguntó Kea, sin intenciones ocultas.

Aiden no supo qué responder.

—Siento que… alguien me espera. Pero no sé quién es. Solo lo siento. En el pecho.

Kea sonrió con dulzura.

—Ojalá lo encuentres. Y ojalá puedas ser con él lo que nunca pudiste ser conmigo.

Aiden se levantó.

—Gracias.

—¿Por el café?

—Por no fingir.

Kea asintió.

—Cuídate. Y si alguna vez recuerdas… lo que sea… vuelve. Aunque sea a decir adiós de verdad.

**

De regreso a casa, Aiden caminó por el borde de la playa. El mar le hablaba en un idioma que aún no comprendía. Llevaba la foto en el bolsillo, junto con la pulsera que no se quitaba nunca.

Esa noche, no durmió.

Miró el techo durante horas, preguntándose cuántas veces había amado en silencio. Cuántas veces había sentido que debía esconder lo que era. Cuántas veces se había marchado antes de que lo hicieran.

Y entonces, escuchó pasos.

La puerta se abrió suavemente.

—¿Aiden?

Era Maia. De nuevo.

—¿Estás bien? —preguntó con voz baja.

—No lo sé.

Ella se sentó a su lado.

—Hoy encontré algo raro en tu expediente médico. Algo que no cuadra.

Aiden la miró, alerta.

—¿Como qué?

Maia respiró hondo.

—Según los registros, llegaste al hospital con heridas consistentes con una caída. Pero también había moretones antiguos. Mal curados. Cicatrices. Y no hay constancia de que nadie hiciera preguntas.

Aiden se quedó quieto.

Ella agregó:

—Voy a ayudarte a descubrir qué pasó. Pero tienes que estar listo para verdades que tal vez no quieras recordar.

Aiden asintió, con los ojos vidriosos.

—Estoy cansado de no saber quién soy.

Y ella, en voz baja, dijo:

—Entonces empecemos.

1
Maru Sevilla
/Frown/
Maru Sevilla
El capitulo está interesante /Smile/
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