Maximiliano, un hombre lobo es transportado a otro mundo cuando huía de alguien que lo quería matar, en donde se topa con una humana muy peculiar, quien no solo le atrae, sino que trastoca su mundo y su ser. Juntos descubren que la humana no es de este mundo sino de donde viene Max, un mundo lleno de diferentes razas además de los humanos, y que hay un secreto detrás del encuentro entre los dos, que no solo los pone en peligro, también a sus mundos.
¿Descubrirán cuál es ese secreto? ¿Por qué los pone en peligro ese secreto?
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Capítulo 5
Continente Chamber, imperio Lychester.
Dentro de los altos muros del castillo donde vivía la familia real de Lychester, en el estudio real, adornado con cortinas de terciopelo, muebles finos de tafetán, adornos de oro y plata, estaba el emperador, junto con su esposa y su hija escuchando el mismo informe de hacía un mes: el príncipe Maximiliano Silverwolf, había desaparecido.
No había más rastros de lo que ya habían investigado; una emboscada, una pelea, sangre humana en el suelo, el aroma del hongo del diablo apestando un gran área, ocultando el rastro del príncipe y de su paradero.
Les preocupaba que haya sido secuestrado y que lo usaran para negociar, pero hasta ahora, no habían recibido ninguna carta o mensaje de que alguien quisiera pedir un rescate. El nerviosismo, la ansiedad y la confusión hacían estragos en ellos.
La emperatriz estaba angustiada de que su hijo le haya pasado algo más grave que un simple secuestro, y maldecía su terquedad de siempre deambular solo sin algún guardia cuando se escapaba de sus citas a ciegas. Suspiró con culpabilidad por obligarlo a buscar una pareja estable, pero temía que se volviera un solitario sin familia porque nunca quiso formar un compromiso con nadie. Habiendo tanta joven hermosa, de buena educación y un gran linaje de lobos pardos, él parecía indiferente, siendo solo un libertino con las mujeres.
La emperatriz, Lila Fanger, se llevó la mano a la boca tratando de evitar soltar un sollozo mientras las lágrimas caían desesperadas. Llevaba días sin dormir ni comer bien, y pronto le pasó factura al desmayarse.
El emperador Malcolm Silverwolf, atrapó a su esposa antes de que cayera al suelo y llamo a los sanadores para revisarla, mientras que su hija Zafiro abanicaba a su madre con su ventilador de mano, sintiéndose también angustiada de lo que estaba pasando. Porque a pesar de ser un imperio próspero y poderoso, no quitaba el hecho de que otras razas miraban con avaricia sus tierras, en especial el reino de Yaguar. Que era un reino bélico y que rápidamente se había tragado otros reinos pequeños a su alrededor, quedando colindados con los límites de su imperio Lychester. Hasta ahora habían estado en paz, pero nunca podría saberse si descubrían que el heredero y soldado más poderoso del imperio estaba desaparecido.
Malcolm estaba agotado, nada de lo que había hecho para averiguar lo qué sucedió en ese lugar con su hijo, había dado resultado. Sospechaba de muchos, desde el nuevo imperio Yaguar, hasta sus eternos enemigos humanos del siguiente continente, incluso el imperio Sacrosanto que no los veía con buen ojo. Se sentó agotado en su silla mientras algunos documentos quedaban sin revisar.
Zafiro, al ver a su padre agotado y que empezaban aparecerle arruguitas en las esquinas de sus ojos, se sintió congojada, y un tanto inútil al no tener la fuerza suficiente para comandar al ejercito si llegase a ser necesario. Y más aún con su defecto más grande; el no poderse transformar en lobo luego de ese evento catastrófico.
Se acercó a su padre y lo abrazó con toda la fuerza que podía, y él devolvió el gesto con una palmada en su espalda.
-Descuida querida – le tomó una mano – Haré lo posible por averiguar el paradero si tengo que hacer un pacto con los demonios.
-¡Ay, padre! – suspiró con pesar – Podemos pedir a las brujas que nos ayuden, tenemos una amistad larga con ellas.
-Han estado guardadas luego de ese hecho que las dejó devastadas, me parece poco probable que nos ayuden.
-Si no lo intentamos, no lo sabremos – miró a su padre a los ojos – Gastemos todas nuestras opciones seguras antes de arriesgarnos a las peligrosas.
Malcolm sonrió. Su hija, a pesar de no tener la fuerza descomunal de Maximiliano, tenía una sabiduría y serenidad que la hacían mirar mejor el panorama de todo, a pesar de que él gobernaba, las emociones habían hecho estragos en su raciocinio y juicio.
Asintió ante la sugerencia de su hija y mandó a llamar a su asistente de confianza, Frido, para mandar una carta a la tribu de las brujas y solicitar una audiencia.
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Raven abrió los ojos, notando que había caído la noche, mientras a su lado, en su cama, había alguien abrazándola en su cintura, podía sentir el peso en su espalda y lo reconoció por el aroma a bosque de pinos.
Era Maximiliano.
Despabiló en cuanto su mente le recordó que estaba ese hombre distinguido durmiendo a su lado. Quería zafarse pero sintió la respiración de él en su nuca, junto con una voz ronca y sensual cosquillearle la oreja.
-¿Te sientes mejor? ¿Duele algo?
-¿Doler? ¿Qué me debería doler? – Raven se miró debajo de la manta solo para descubrir que aún tenía su ropa y que no le dolía nada más que el costado.
-Tus costillas – lo sintió incorporarse y ver entre la oscuridad su silueta y esos ojos brillantes – Perdóname, jamás pensé que te cruzarías y te herí.
Él tomó su mano y le dio un beso, logrando que el corazón de Raven latiera hasta casi reventar. El zumbido en sus oídos no la dejaba pensar con claridad, sintiendo como él se acercaba hasta su rostro y rozarle los labios con los de él. Entonces su cabeza explotó.
Jamás, nunca, ni en sus sueños más locos, un chico la había besado ni tampoco creyó que un hombre tan apuesto la besara.
El roce fue leve, como si estuviera probando si ella lo rechazaría, pero su desconcierto junto con el encanto del momento y las ganas que traía con ese galanazo, dejó que explorara hasta que el beso comenzó a profundizarse, hasta el grado de jugar con sus lengua y que sus cuerpos se acomodaran para encajar perfectamente y hundirse en el colchón.
A Raven comenzó faltarle aire por el intenso beso, pero ni así quería soltar a Maximiliano porque temía que todo se rompiera en cuanto el beso terminara, pero su pensamiento estaba errado, porque el mismo Maximiliano rompió el beso para pasar sus labios por la mandíbula hasta su cuello, despertando en ella un hormigueo en toda su piel solo con el contacto de sus besos, dejando escapar un gemido sin querer, que encendió al hombre frente a ella.
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