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La Raíz De Mi Felicidad

La Raíz De Mi Felicidad

Status: En proceso
Genre:Comedia / Aventura de una noche / Madre soltera / Autosuperación / Reencuentro
Popularitas:2.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Naerith Velisse

Briagni Oriacne es una mujer como mucha fuerza mental, llega a un momento de colapso donde su felicidad se ve vista en declive ¿Qué hará para alcanzar la felicidad ?

NovelToon tiene autorización de Naerith Velisse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Mes 4 — El alma florece

Briagni despertó antes de que saliera el sol. La casa entera dormía, pero ella sentía un cosquilleo adentro, como si algo suave la estuviera llamando desde dentro de su vientre. Se giró en la cama, con cuidado, y volvió a poner ambas manos sobre su barriga, que ahora era más evidente, redonda y firme. Acariciarla se había convertido en su gesto favorito, su manera de anclarse al presente, de decirse, estoy viva, y tú también estás aquí conmigo.

Se levantó descalza y caminó hasta el espejo del baño. Prendió la luz y se observó. Su cuerpo había cambiado. Sus senos estaban más llenos, su cintura más redondeada, y su piel parecía brillar con una calidez nueva. Tocó su reflejo y sonrió.

—Te estás formando dentro de mí —dijo con voz bajita—. Estás creciendo tan hermoso… o hermosa, todavía no lo sé. Pero ya te amo más que a nada.

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Esa semana en el trabajo fue diferente. Todos ya sabían que estaba embarazada, pero era ahora, con la curva de su abdomen redondeándose bajo las blusas holgadas, que los comentarios empezaban a volverse dulces y constantes.

—¡Mírenla! —dijo Sergio, un compañero bromista del área de archivo—. Cada día más brillante. ¿Qué le estás echando a ese bebé? ¿Alegría líquida?

Todos rieron, pero Briagni solo sonrió tímidamente.

Valeria, que ya se había convertido casi en su protectora, la abrazó con cuidado.

—Estás radiante. Ese bebé te está transformando.

Y sí. Lo estaba haciendo. Por dentro y por fuera. A veces se sentaba sola a almorzar en el jardín del edificio, donde el sol le daba directo a la piel. Comía con lentitud, cerrando los ojos, y entre bocado y bocado, hablaba en voz baja.

—Hoy comimos sandía —decía, acariciando el vientre—. Espero que te guste. Si te mueves, sabré que sí.

Y entonces, a veces… lo sentía. Una burbuja. Un aleteo suave. Un movimiento casi secreto que solo ella podía detectar. No era una patada. Era algo más íntimo, como si el bebé le estuviera rozando el alma desde dentro.

...---...

Un sábado por la tarde, decidió que era momento de una nueva foto. Se vistió con una blusa corta blanca, su falda larga favorita y bajó al jardín de su casa, donde las bugambilias estaban en flor. Le pidió a su hermana menor, Antonella, que le tomara la foto.

—¿Quieres que sea de lado, o abrazando la panza?

—Quiero que se vea cuánto lo amo —dijo, acomodándose el cabello—. Como si estuviera sosteniendo una flor que me creció desde el alma.

La foto quedó perfecta. Ella, con los ojos cerrados, abrazando su vientre, el cabello al viento y la sonrisa leve… como si ya fuera madre desde el silencio.

Subió la imagen a su diario visual, un álbum digital privado que tituló, La Raíz de mi felicidad. En la descripción, escribió,

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Mes 4. A veces me despiertas. A veces me haces reír. A veces solo me abrazas desde adentro. Pero siempre, siempre, me haces sentir que no estoy sola. Y eso ya es amor.

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En la universidad también comenzaron las preguntas. Su compañera de clase, Marisol, se le acercó al final de una clase de contabilidad avanzada.

—¿Ya sabes qué sexo es?

—Aún no. Pero creo que es niña… no sé por qué. Siento como una energía dulce.

—¿Y ya pensaste nombres?

—Sí. Pero me da miedo decirlo en voz alta. Como si pudiera romper la magia.

—Dilo. Dale identidad. Los nombres son un regalo.

Briagni se tocó el vientre, como cada vez que hablaba de él… o de ella.

—Si es niña… se va a llamar Brielle. Porque quiero que lleve algo de mí, pero también sea ella. Y si es niño… quizás .

Marisol sonrió.

—Ambos hermosos. Dignos de alguien que fue esperado con tanto amor.

 

Una noche, ya cerrando el mes, Briagni se despertó con una sacudida pequeña. El bebé se movía más, más claro, más presente. Pero esta vez fue distinto. Esta vez no fue solo un roce. Fue como una mariposa que batía las alas con fuerza. Se llevó las manos al vientre y rió bajito.

—Ya me estás diciendo que tienes hambre, ¿cierto? —dijo mientras se sentaba en la cama y buscaba una galleta—. Está bien… mamá también quiere algo dulce.

Mientras masticaba, volvió a recostarse. Se quedó dormida con una mano sobre la panza, como una promesa silenciosa.

Y soñó con una playa. Ella y una criatura pequeña corriendo hacia el mar. Riendo. Gritando su nombre. Mamá.

Al despertar, se quedó en silencio un rato largo. No necesitaba más señales. No se sentía culpable. No sentía vergüenza. Sentía vida. Y por primera vez en su vida, se sentía completa.

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