El Rey Arturo y su hermana de sangre, Neferet, compartieron un amor prohibido que dio origen a dos gemelas. Para ocultar su romance ilícito y evitar el castigo de sus padres, idearon un plan desesperado: Neferet se llevó a una de las niñas, mientras Arturo confió la otra a una madre adoptiva, una princesa de un reino lejano. Dieciocho años después, las gemelas han crecido en mundos separados, ignorando la existencia de la otra. Pero cuando el destino las cruza, una cadena de secretos, mentiras y traiciones sale a la luz. En El Reino de los Engaños, nada es lo que parece...
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Capítulo 12
Irina
—Estoy segura de que ella te vio igual, es sólo que no ha querido decírselo a su padre aunque él le preguntara varias veces. Eso sí, Irina, tú no le puedes decir absolutamente a nadie que te he contado la verdad y que nos hemos visto. Tu madre y tu padre me cortarían la cabeza como castigo.
—No es que pensara en decirlo tampoco, no tengo a quién contárselo en realidad. Mamá no me permite entablar ningún tipo de relaciones así que no tengo a nadie más que a ella, y a Rania. Creo que ahora la tengo a usted también.
—Claro que sí, cuenta conmigo si deseas. Sabes que la condición es que mantengas como tu más sagrado secreto la conversación que acabamos de tener.
—¿Puedo volverla a ver y preguntarle varias cosas que no me han quedado claras? —Cuestioné con temor a escuchar una respuesta negativa de su parte.
—Por supuesto, si quieres puedo verte aquí dentro de tres días —Dijo pero creo que recordó algo— No existe posibilidad de ello, acabo de recordar que habrá un baile para todo el pueblo dentro de tres semanas y esta será tu oportunidad para entrar al castillo y que nadie te lo impida.
—Le convenceré a mi madre o a Rania para que me permitan ir al baile en el castillo —Le sonreí— Lo lograré, y guardaré el secreto.
—El momento de despedirnos ha llegado Irina, recuerda cada una de mis palabras con sumo cuidado y no olvides que es necesario que asistas a ese baile si quieres conocer más sobre quién eres.
—Entiendo perfectamente reina Ingrid, aunque no me quedó en claro para que ha venido a buscarme...
—Te pido que no te acerque a Sade así la vuelvas a ver, si ella te ve tienes que esconderte. Eso quería pedirte y confío en que lo cumplirás en forma de agradecimiento por mi total sinceridad.
—Puede plantar su confianza en mí reina —Aseguré haciendo una pequeña reverencia— Usted también prometa que no le dirá a nadie lo que he dicho o que nos hemos visto, no me ayudaría en nada.
—Ya sabes que esto es un trato —Rió y me estrechó la mano— De acuerdo, me voy porque en el castillo tenemos un par de invitados de los que necesito estar al pendiente. Tú sólo da la vuelta por el lugar que te traje y dile al guardia que a partir de este día tienes permiso para cruzar el puente. Si quieres cruzar, cubre tu rostro pues puedes ver a tu hermana y eso no sería muy satisfactorio.
Asentí y tragué saliva. Mi vida acababa de dar un giro de trescientos sesenta grados y ahora que me he involucrado directamente con la reina, necesito tener cuidado si no quiero terminar mal.
Rey Arturo
Caminaba por la habitación y escuchaba con atención lo que el príncipe James decía:
—Sade me parece una mujer demasiado bonita y con una personalidad muy tranquila. Ella es una buena persona, sin embargo, no estoy dispuesto a casarme con ella si es que no lo quiere. No arruinaré su vida al casarse conmigo, ya que a mí no me ama. Tiene que pensar en los sentimientos de su hija antes de tomar decisiones tan fuertes que la involucren.
—Entiende James que no tengo otro pretendiente para Sade y ella tiene que casarse con el príncipe de un reino obligatoriamente, mejor si es lejano. Algún día entenderás la razón de mis palabras, muchacho.
—Hay muchos príncipes y lo sabe bien ¿Qué tal el príncipe Eros? Me parece que a Sade le ha agradado mucho.
—Eres muy joven e inexperto, James, si algo debes aprender es que los que pertenecemos a la realeza no poseemos el derecho de escoger con quién nos vamos a casar, así que es mejor que empieces a entender que no creas que tienes la posibilidad de enamorarte y casarte con esa persona. Años atrás, cuando era un hombre de un poco más de tu edad, estuve enamorado de una mujer que no podía tener y ese es el peor dolor que existe: el dolor de no poder estar con quién realmente amas.
—Confío en que seré capaz de amar y romper las reglas si es necesario. Me gusta hacer las cosas a mi manera, sin que mis padres intervinieran en alguna de mis decisiones importantes.
—¿Ya has hablado con tus padres sobre cómo piensas? Estoy de acuerdo contigo en lo que has dicho, y ojalá yo hubiese sido tan valiente como tú para enfrentar las consecuencias de mis actos.
James me observó en silencio y se acercó a mí para preguntarme:
— Sé que le parecerá muy grosero, no obstante ¿Qué fue lo que hizo en un pasado para que ahora se sienta tan mal al respecto? —Me puse muy nervioso al escuchar su pregunta y busqué una solución rápida.
—Amé con locura a quién no debía —Le conté con temor— Amé sin pensar en lo que obtendría de esto, y al llegar las terribles consecuencias no tuve ni una pizca de valentía.
—Siempre se puede remendar los errores que cometimos alguna vez en nuestra vida —Me tocó el hombro al aconsejarme —Nunca es tarde para arrepentirnos y solucionar las cosas, me sentía feliz si usted puede hacerlo sin problema.
—Mi situación es complicada, mucho en realidad. Son muchas personas involucradas en esto y pueden salir heridas fuertemente.
—Si el amor es de dos nada más...¿Cómo tantos terminaron formando parte? Lo siento por incomodarlo, pero no puedo entenderlo.
—Todo fue a causa de las mentiras, nunca mientas, James, y lo digo por tu propio bien. Si mientes una vez, no se te dificultará cuando lo hagas de nuevo.
Le dije las palabras que esperé decirle a alguien que lo entendiera antes que cometiera el mismo error mío. Si puedo ayudar a un joven con valor y esperanza de tomar sus propias elecciones a ser una mejor persona, no dudaría ni un segundo.