BAJO LA PROTECCIÓN DEL MAGNATE

... UNA LLAMADA PELIGROSA...

Un nuevo día había llegado y el silencio de la cabaña era espeso, una calma tensa antes de la tormenta, Emma se paseaba de un lado a otro, la mandíbula apretada, las manos sudorosas.

April la observaba desde el sofá con una manta cubriéndole las piernas, manteniéndose firme en el apoyo a su amiga.

—¿Estás segura de esto? — preguntó April, por quinta vez, bajando la voz, como si temiera que las paredes pudieran delatarlas.

— No tengo otra opción — respondió Emma sin mirarla —. Si seguimos esperando, Giovanni va a matarnos o a usarnos como se le dé la gana.

Tomó el teléfono que había de emergencia y marcó el número que aún recordaba de cuando trabajaba en la oficina de su tío; Giovanni contestó con tono seco y molesto, pero apenas reconoció su voz, su tono cambió a uno complaciente, casi encantador.

— Sobrina querida… no esperaba esta llamada.

— Tampoco esperaba tener que hacerla — dijo Emma con un tono helado —. Necesito que me dé el número telefónico del español, quiero hablar con el.

Hubo un breve silencio, Giovanni sabía que eso no era una petición, era una declaración de guerra.

—¿Y por qué crees que haría eso?

— Porque sabes que él quiere algo que solo yo puedo darle., si me lo niegas, perderás lo único que te queda para ganar poder.

Giovanni soltó una risa baja, pero accedió, en menos de diez minutos, un mensaje llegó , el número era desconocido.

Emma lo abrió y leyó con manos temblorosas.

Y sin más marco el número.

— SI — dijo el mafioso al atender el teléfono.

— Es el español, Soy Emma — hubo un pequeño silencio.

—¿Emma Moretti? —La voz del mafioso español era grave, elegante, cargada de un acento sutil que disfrazaba la amenaza latente.

— Quiero hacerte una oferta — dijo ella sin preámbulos Emma —. Me casaré contigo, con condiciones... la primera, quiero que mates a Giovanni.

April la miró con los ojos abiertos como platos, el silencio del otro lado de la línea se prolongó unos segundos antes de que la risa del hombre retumbara por el altavoz.

— Interesante, me gusta una mujer con agallas. ¿Y qué te hace pensar que confiaría en ti?

— Porque no tengo motivos para mentir. Si no lo haces tú, lo haré yo, pero si lo haces tú, tendrás lo que quieres sin tantos esfuerzos. — Su voz temblaba, pero sus palabras eran firmes.

— Lo pensaré — respondió él finalmente —. Muy pronto sabrás de mí.

Emma colgó y cayó al suelo, exhausta, sintiendo que acababa de vender su alma.

— Y ahora? — pregunto April curiosa.

— Ahora debemos dejar la cabaña, nos llevaremos el teléfono por si llama.

— No tenemos dinero Emma.

— Claro que sí querida amiga, Adrián tiene guardado en esta cabaña dinero, así que tomaremos algo prestado.

— Bien entonces vamos.

Las horas transcurrían, mientras que las chicas caminaban por el bosque para llegar a un pueblito, Adrián y Ethan estaban atendiendo los diferentes problemas que aparecían en la empresa y con sus contactos que cada vez eran más.

...****************...

Al siguiente día:

Adrián y Ethan recorrían el bosque a toda velocidad, al llegar a la cabaña, esta estaba demasiado silenciosa, demasiado vacía.

El presentimiento de que algo estaba mal se había vuelto insoportable para Adrián desde que sus llamadas no eran respondidas y después de haber escuchado lo que Emma había hecho, contactarse con su tío y lo peor hablar con el español.

Al llegar, Ethan bajó primero, revisando el perímetro con su pistola desenfundada y Adrián fue directo a la puerta, que no estaba forzada, pero tampoco cerrada con llave.

— Emma... — murmuró al entrar, su voz resonando en la nada.

Ethan apareció a su lado segundos después, con el rostro tenso.

— No están aquí.

Adrián apretó los puños, caminó por la casa como si pudiera hacerlas aparecer por la fuerza de su voluntad.

En el sofá, encontró la manta de April y una taza de té fría. Se detuvo.

—Se fueron hace como veinte horas —dijo en voz baja.

—¿Por qué? — preguntó Ethan, ambos sabían que no podían haberse ido por voluntad propia, no sin decir nada.

Entonces, Adrián notó que faltaba su teléfono de emergencia, lo buscó por toda la casa, pero no lo encontró, cuando miró a Ethan, ambos entendieron.

— Hicieron algo... algo muy estúpido.

Emma y April caminaban por las calles de un pequeño pueblo cercano, Llevaban ropa sencilla y gorras que ocultaban sus rostros, no habían descansado mucho, sabían que no podrían escapar si demoraban demasiado tiempo, el teléfono que se habían llevado tenía muchas llamadas perdidas de Adrián sabían que si no se apuraban no lo podrían lograr.

—¿Qué pasa si el español acepta? —preguntó April mientras caminaban hacia la pequeña estación de autobuses.

— Entonces... tal vez nos libremos de Giovanni.

—¿Y si no?

—Entonces buscaremos otra forma.

April le tomó la mano.

—Sea lo que sea, quiero creer que lo lograremos.

...****************...

Una Hora después, Emma sintió una presencia familiar detrás de ella, se giró justo cuando un auto negro frenaba junto a la acera y Adrián salía de él, con el ceño fruncido, los ojos encendidos.

—¡Emma! —rugió su voz.

Ella se congeló.

Adrián llegó hasta ella en dos zancadas y la sujetó del brazo, no con fuerza, sino con una mezcla de desesperación y alivio.

—¿Estás loca? — espetó —. ¿Sabes todo lo que pudo haberte pasado? ¿Por qué no contestaste?

— Porque no querías que supieras — replicó Emma, firme —. Querías protegerme, pero no puedes protegerme de todo, necesitaba actuar.

—¿Y así decides que la mejor opción es ofrecerte como sacrificio a un maldito psicópata?

—¿Y tú qué hiciste? — le devolvió la pregunta —. ¿Cuántos planes armaste sin decírmelo? No quiero ser solo una carga para ti, Adrián.

Los ojos de Adrián ardian, su respiración era pesada, hubo Un instante de silencio; entonces, sin pensarlo, la atrajo hacia él y la abrazó con fuerza.

Emma se quedó inmóvil unos segundos antes de rodearlo con los brazos.

— No vuelvas a hacer algo así sin mí — susurró él —. Por favor.

...****************...

Mientras tanto, Ethan encontró a April sentada en la parada de autobús, con los hombros caídos, caminó hasta ella en silencio.

— Sabía que vendrías — dijo April sin mirarlo —. ¿Vienes a regañarme o a cargarme como saco de papas?

— Ambas — respondió Ethan con seriedad, pero había un atisbo de ternura en sus ojos.

— Lo siento — dijo ella en voz baja —. No quería causar más problemas, pero mi deber es apoyar y acompañar a mi amiga.

Él la miró, la vio realmente: el cansancio en sus ojos, la delgadez de su cuerpo, pero aun así para él estaba hermosa.

— Lo que hiciste fue estúpido — dijo —. Pero también valiente.

Ella sonrió con un poco de tristeza.

— Eso fue... ¿un cumplido?

Ethan se inclinó y la levantó sin esfuerzo.

— No te acostumbres — dijo, llevándola de vuelta al auto.

—Muy tarde.

...****************...

De regreso en la cabaña, Emma y April compartieron una larga conversación entre lágrimas y pidiendo disculpas.

Habían regresado al único lugar donde, por un momento, podían decir era su hogar.

Mientras tanto, Adrián y Ethan se reunieron en el despacho improvisado en la cabaña.

—¿Y ahora? — preguntó Ethan, cruzando los brazos.

Adrián observaba el vaso de whisky en sus manos. Sus pensamientos eran un torbellino.

—Ahora… tenemos que acabar con esto.

—¿Y ella?

Adrián apretó la mandíbula.

—Ella... no será sacrificada, no mientras yo esté vivo.

Ethan asintió, y por primera vez, lo vio no como el CEO frío y calculador, sino como un hombre dispuesto a incendiar el mundo por la mujer que amaba, aunque aún no lo quisiera decir.

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