Mary es una chica muy alegre y llena de sueños, aunque desde pequeña enfrentó muchos obstáculos, siempre es optimista y está con una gran sonrisa, buscándole siempre el lado bueno a todo, una día su vida cambiará, aunque al principio todo parece ir de mal en peor, pronto todo eso pasará a ser parte del camino para su felicidad, pues conocerá a su gran amor, aunque eso todavía no lo sabe, acompañame a vivit esa increíble historia, llena de dolor, lágrimas y felicidad.
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La amenaza
Sin embargo, ya en la puerta de la casa, Mary se detuvo, un pensamiento nuevo, inquietante y doloroso, cruzó por su mente, entonces llamo a su amiga:
—Mónica… —la llamó con un hilo de voz.
—¿Sí?
Mary apretó los puños.
—¿Y si él… si ese hombre… cree que yo… que yo también estuve de acuerdo? ¿Y si piensa que no hice nada porque… porque quería?
Mónica la tomó por los hombros, mirándola directamente a los ojos.
—Mary, escúchame: él sabía exactamente lo que estaba haciendo, y lo que hizo está mal, aquí, en cualquier lugar, bajo cualquier circunstancia, no importa lo que él piense, lo que piense Don Napo o lo que piense el mundo, la verdad es una sola: lo que te hicieron fue un abuso y punto.
Mary tragó saliva, era difícil creerlo, aunque en el fondo sabía que era cierto.
Entró finalmente a la casa por suerte sus padres ya estaban acostados, se fue rápido a su habitación, se dio un baño y se metió a la cama, aunque no pudo dormir en toda la noche, solo pensaba en qué no sabía qué vendría después, no sabía si algún día tendría fuerzas para denunciar o si algún día podría mirar a sus padres sin sentir que llevaba un secreto insoportable, pero esa noche, al menos, sabía que alguien estaba a su lado.
Al día siguiente, Mary despertó antes de que sonara la alarma de su celular, sus ojos se abrieron de golpe, como si su cuerpo hubiera estado vigilando toda la noche, no había dormido bien, ya que cada vez que cerraba los ojos, las sombras de lo ocurrido volvían a perseguirla, pero sabía que debía levantarse y seguir con su vida, como si nada hubiese pasado.
Fue al baño, se miró en el espejo, tenía ojeras marcadas, un rostro cansado, pero era la misma Mary de siempre, nadie notaría nada… de eso se encargaría ella.
—Vamos Mary —se dijo a sí misma, intentando controlar el temblor en su voz—. actúa normal, eres fuerte, tú puedes.
Bajó a la cocina, encendió la hornilla y comenzó a preparar el café como todas las mañanas, el silencio le pareció más pesado que nunca, mientras ponía los platos en la mesa, escuchó los pasos de sus padres bajando por la escalera.
—Buenos días, hija —saludó su madre, aún bostezando.
Mary sonrió, o fingió que lo hacía, como siempre, aunque está vez le costaba mucho mantener la sonrisa.
—Buenos días, el desayuno ya está listo.
Su padre miraba su celular, sin prestarle demasiada atención, para ellos era una mañana cualquiera, pero, para Mary, era un laberinto de recuerdos contenidos.
Durante toda la comida se esforzó por no mirar a sus padres demasiado tiempo, temía que descubrieran su rostro quebrado, temía que la interrogaran… temía derrumbarse, les habló de cosas triviales, dijo algo sobre el clima, el autobús que se había averiado el día anterior y que por eso llegó tarde, cosas sin sentido en realidad.
Terminó pronto su desayuno y se despidió para ir al trabajo, sintió un peso en el pecho, al caminar hacia la parada del autobús, su corazón latía con desorden, como si quisiera escapar de su cuerpo.
El viaje se hizo muy largo, pero, por fin Mary llegó a la empresa y antes de cruzar la puerta, lo vio, era Don Napo, se encontraba recostado contra su camioneta, con los brazos cruzados, mirándola como si no hubiera pasado nada, como si no hubiera sido parte de la pesadilla que todavía la perseguía.
Mary sintió un escalofrío recorrerle la espalda, por un instante pensó en ya no ir al trabajo y solo correr, pero su familia dependía en gran parte de ese sueldo, así que no le quedo de otra que seguir, sin mirar a nadie, pero Don Napo se acercó con una sonrisa fingida y le dijo:
—Mary, ven acá un momentito.
Ella no respondió, pero él continuó.
—Debes tener cuidado niñita, ¿sí? No andes hablando tonterías por ahí.
Mary tragó saliva, mientras sus manos sudaban.
—Yo… yo no he dicho nada.
—Más te vale niña tonta —susurró él con una calma aterradora—, porque si tú abres la boca y dices algo, yo voy a decir que fuiste tú la que quiso ir… que tú pediste estar con ese hombre, que tú eres la culpable.
El corazón de Mary se congeló, mientras seguía escuchando.
—Y tú sabes cómo es esto —siguió él, acercándose un poco más— ese hombre tiene mucho dinero, así que, ¿a quién crees que le van a creer? A ti no, niña, a él y a mí, sí, así que te aconsejo que te portes bien, haz tu trabajo y calladita niña.
Le dio una palmadita en el hombro, como si le estuviera dando un consejo amistoso, y se alejó caminando hacia la entrada, Mary sintió que las piernas le fallaban, respiró profundo para que nadie la viera llorar, entró a la empresa con la mirada perdida.
Mónica quien ya se encontraba en su puesto, al ver la cara de la pobre chica, se levantó enseguida y corrió hacia ella, la llevo al baño y le pidió que se lave la cara, para que nadie note que no se encontraba bien, sabía que había personas muy chismosas y con malas intenciones, que siempre metían en problemas a sus compañeros.
Por otro lado Ana, quién veía toda la escena desde su puesto, no pudo esperar, sabía que algo pasaba entre los dos y no era algo bueno, pues la caras las delataban, espero a que salieran del baño, ya que no quería que nadie se diera cuenta pensó que si iba tras ellas iba a ser muy evidente, espero paciente hasta la hora del almuerzo para poder interrogar a sus amigas con tranquilidad.
Que la rescaten.