Cristóbal Devereaux, un billonario arrogante. Qué está a punto de casarse.
Imagínatelo. De porte impecable, a sus 35 años, está acostumbrado a tener el control de cualquier situación. Rodeado de lujos en cada aspecto de su vida.
Pero los acontecimientos que está a punto de vivir, lo harán dar un giro de 180 grados en su vida. Volviéndose un hombre más arrogante, solitario de corazón frío. Olvidándose de su vida social, durante varios años.
Pero la vida le tiene preparado varios acontecimientos, donde tendrá que aprender a distinguir el verdadero amor. Y darse la oportunidad de amar libremente.
Acompañame en está nueva obra esperando sea de su agrado.
NovelToon tiene autorización de Yingiola Macosay para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Leonora
Pasaron varias semanas. Las discusiones menguaron, no por paz, sino por cansancio. La atención entre ellos era como un campo minado. Lucía mejoraba lentamente empezó a caminar sin bastón. Al ver que le era imposible poder hacer Algo por sí misma, optó por La lectura, escribió, incluso decoró una de las salas. La casa dejó de ser una jaula y comenzó a hacer suya. Y entonces, una noche, lo encuentro en su despacho, solo, con una copa de whisky entre los dedos. Su mirada no era altiva, sino cansada.
-- ¿Sabes? --
Dijo sin mirarla. -- Nunca me he perdonado por haberte atropellado. --
-- Yo tampoco. --
Respondió Lucía, sin rencor, pero con verdad.
Creí que podía compensarlo. Que casándome contigo, protegiéndote hacia lo correcto. --
-- No querías una esposa. Querías limpiar tu culpa. --
Dijo Lucía.
-- Pero te equivocaste, no soy una culpa Cristóbal. Soy una mujer. Y me estoy reconstruyendo. Te guste o no, lo que ves al espejo. --
Cristóbal la miró por fin a los ojos. Pero había en ellos una tormenta contenida.
-- Tal vez tú también me estás reconstruyendo. --
Fue la primera vez que no discutieron. No porque todo estuviera bien, sino porque finalmente, ambos habían dicho lo que callaban. A pesar de los roces constantes, algo empezó a cambiar. No era amor, al menos no uno claro. Pero sí había respeto. Lucía dejó de ser una víctima. Cristóbal dejó de actuar con arrogancia. Empezaron a cenar juntos. A hablar a compartir silencios que no dolían.
Lucía comenzó a ver más allá: a un hombre marcado por heridas antiguas, por pérdidas o por una infancia sin ternura. Él comenzó haberla como algo más que un accidente. Una presencia viva. Decidida, compleja. Pero aún así, las peleas volvían. Como viejos fantasmas.
-- No necesito tu permiso, para aceptar Una invitación de trabajo. --
Le dijo Lucía una mañana.
-- Tampoco puedes tomar decisiones sin consultar legalmente, soy tu esposo. --
-- ¡Entonces termínalo! ¡Hazme libre de una vez! --
-- ¿Y dejarte a la deriva otra vez? --
-- ¡No me estás cuidando! ¡Me estás controlando! --
Ante la negatividad de Cristóbal, a Lucía no le quedó más que resignarse, sabía que él jamás, la dejaría trabajar por su cuenta. Así que empezó a escribir una novela. Una mujer que despierta del coma y se encuentra casada con un desconocido. Cristóbal, al enterarse, no dijo nada. Solo dejó Una libreta nueva sobre su escritorio, sin nota, sin palabras. Las discusiones seguían, entre ellos. Algunas eran pequeñas: sobre la decoración, la música, el menú. Otras eran profundas: sobre el pasado, el futuro, Y el dolor.
Pero ya no sé destruían. sino se construían. Cómo si discutir fuera una forma de limpiar sus almas. Lucía no sabía si lo amaba. Cristóbal no sabía si podía amar. Pero ambos sabían que se necesitaban. No Como víctimas o salvadores. Como testigos de una guerra interna que. Solo el otro podía comprender. Porque a veces, entre las peleas, los gritos, las lágrimas.... se encontraba la verdad más honesta. Y a veces, del conflicto, nace la paz más profunda que el amor.
Esa noche los relámpagos comenzaron, anunciaba que sería una noche muy intensa. Segundo después la lluvia caía con insistencia sobre los amplios ventanales de la mansión Devereaux. Afuera la noche envolvía los jardines en un gris casi espectral y adentro el ambiente estaba aún más cargado las voces elevadas de Cristóbal y Lucía resonaban por los pasillos Como rayo ante la tormenta.
** Leonora Devereaux, había llegado de visita a la mansión de su hijo, la imponente mujer incluso sentada tomaba el té con la misma gracia distante con la que habían gobernado durante años en la alta sociedad. Sus manos, adornada con anillos antiguos, temblaban ligeramente. No por la vejez, sino por la exasperación. Al oír los escritos de Lucía y de Cristóbal.
-- Otra discusión más, una en la mañana y ahora otra. --
Dijo sin levantar la vista de su taza. Se levantó, con toda elegancia de donde estaba sentada, y se dirigió al despacho de su hijo. Cuando entro se encontró frente a ella a Henry, siempre elegante y meticuloso, suspiró. Se pasó la mano por el cabello peinado impecablemente Y tomó asiento con cuidado. El té era de su agrado, pero respetaba el ritual de la señora Leonora.
-- Y todo por un libro. --
Dijo Henry, la decisión de Lucía de escribir su historia, de narrarse a sí misma sin pedir permiso a Cristóbal. Leonora alzó una ceja.
--¿Y eso es un crimen, acaso? --
-- Para Cristóbal es como si todo se escapara de su control es una amenaza. --
Elegante mujer lo miró con intensidad.
-- No lo defiendas. Sabes también como yo que no está preparado, para enfrentar a una mujer que piensa y actúa por sí sola. --
Henry asintió en silencio. conocía a Cristóbal de este juego. Había sido su sombra, su confidente, su mano derecha. y también su conciencia, aunque nunca lo admitiría.
-- Lucía lo está empujándolo a cambiar. --
Dijo Henry al fin.
-- Él está resistiéndose con uñas y dientes. No sabe amar de otra forma que no sea con barreras. --
Leonora soltó una risa seca.
-- ¿Y quién crees que le enseñó eso? --
Henry la miró en silencio. era raro que Leonora hablara de sí misma, con tanto desencanto. Pero aquella noche, algo en ella se mostraba diferente. Más humana. --
-- Quizás. --
Ella continuó.
-- Esta chica es justo lo que él necesita. No porque lo ame. sino porque lo desafía. Porque no lo necesita. ¿Lo has notado? --
Henry asintió. -- Lucía quiere libertad. y Cristóbal no sabe cómo dársela sin sentirse abandonado. --
-- Por qué ha sido abandonado demasiadas veces. --
Murmuró leonora.
-- Por mí, para empezar. --
El silencio cayó sobre ellos como una sábana pesada Henry no respondió. No le correspondía juzgar. Pero sabía que la señora Devereaux cargaba sus propias culpas.
-- Quiero que estés más al pendiente de ellos, no quiero sorpresas Henry. --
-- No tienes de qué preocuparte. --
-- Sabes a que me refiero que pueda haber un intento de divorcio entre ellos. Tú sabes lo que eso significa. --
-- Lo sé señora. --
-- Por ningún motivo, quiero que ellos se divorcien, él no la puede dejar por ningún motivo. Entre los dos evitaremos ese divorcio a. Costa de lo que sea. Solo piensa Henry en el pasado. --
¿Que secreto esconde Leonora Devereaux? ¿Por qué no quiere que Lucía y Cristóbal se divorcien?