Anna Lía nunca tuvo suerte en el amor, su vida no fue lo que esperaba, pero con su hija la historia no se repite, sino que empeora. Será que nunca serán felices?
Es una novela acerca de la violencia de género y la desaparición forzada de personas.
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Que me pasa?
En el instituto todo marchaba bien, Lorenza y yo asistimos de lunes a viernes y yo trabajaba los sábados, así que solo el domingo descansaba y ella también los sábados, así que cuando los compañeros nos invitaban a pasear los sábados solo ella podía, y poco a poco se hizo de nuevas amistades. Yo solo trataba poco a los compañeros en clases, no intima a mucho con nadie y sentí que nos estábamos alejando un poco, pero no había mucho que hacer, nuestras personalidades eran muy diferentes y mientras mi amiga era un sol yo era la que siempre se quejaba de todo y nunca estaba de acuerdo en nada. Total solo estaba estudiando y tratando de aprovechar la oportunidad que me dio mi papá. La vida para mi no era un lecho de rosas pero estaba aceptable. En el trabajo me metía en problemas con mis comentarios y Alfredo me reprendia. Hasta que un día que me quejaba con los demás del tiempo que se tardaba en terminar el corte de caja me escuchó, estábamos de espaldas y el venía entrando, no lo vimos, solo Sergio y no hizo nada por que lo notaramos así que me escuchó.
-Así que me tardo mucho no? Pues a partir de mañana tu vas a hacer el corte con mi supervision a ver si eres tan rápida con las cuentas como eres con la lengua. Me dijo.
Me arrepentí de mis palabras pero ya estaba hecho y ni modo, ahora tenía más trabajo. Como era de esperarse al siguiente día me llamo para hacer el corte, me explicó sin mucha paciencia y me dejó hacerlo bajo su mirada burlona, lo que me hacía dudar y claro, me desconcentraba, me equivocaba y había que volver a comenzar. Así que salimos tardísimo. Mis compañeros estaban muy molestos y me gané sus miradas reprobatorias además de unos comentarios hirientes de parte de Sergio. Y esto se repitió por el resto de la semana. Para sorpresa de todos Sergio anunció que para no afectar tanto a los demás ya no tenían que esperar a terminar el corte para irse, por lo que me quedaba sola con él. Fue entonces que comenzó a llamarme Ana Mía en vez de Ana Lía y también a tomarse más confianza de la necesaria. Primero ne molestaba pero entre más repelaba más lo hacía, así que deje de darle importancia creyendo que se detendria pero no, todo lo contrario. Hasta que un día me besó. Fue un beso rabioso, demandante, sin ternura, pero era mi primera vez. Así que sin manera de compararlo yo pensé que era normal y me dejé llevar, disfrutando de la sensación. Me gustó y solo pensaba que no estaba bien. Que me pasa? No tenía ni idea de en lo que me estaba metiendo.
Nos separamos y él hizo como si nada hubiera pasado, yo quedé muy confundida pero tampoco dije nada. Terminamos el trabajo y nos fuimos cada uno por su lado. Cabe mencionar que no pude dormir esa noche pensando en ese momento. Como podría seguir como si nada si con solo recordarlo me daban ganas de volverlo a besar.
Al otro día volvió a besarme, esta vez un poco más intenso y también me toco suavemente la espalda. Sensaciones maravillosas recorría mi cuerpo, y al separarnos no dijo nada, yo le pregunté por que lo hacía y solo respondió - No me digas que no te gusta. Tenía razón, me gustaba.
Yo no quería contarle nada de eso a Lorenza, me daba pena y miedo, ella me notaba rara pero yo solo decía que eran problemas de trabajo pero nada importante.
En el colegio me aisle más y no me concentraba en las clases.
Los días pasaban y los besos se repetían y las libertades qué Alfredo se tomaba con mi cuerpo se intensificaban, me comenze a sentir incomoda con ello. Solo pensaba que no sabía nada de su vida y no sabía que estaba pasando por su cabeza, no sabía si éramos algo o si me tomaba en serio.
Nunca me pidió guardar en secreto lo que pasaba entre los dos, pero yo no me atreví a decir nada, era como un acuerdo tácito ya que sentí que esto no estaba bien y me juzgarian mal si se entraban los compañeros.
De hecho en presencia de los demás me trataba distante y cuando tenía que dirigirse a mi me trataba mal, me criticaba y reprendia con más severidad que al resto, creía yo que era por guardar las apariencias y lo justificaba todo de esa manera, debí haberme dado cuenta de que esa no es manera de tratar a nadie, pero mi cabeza estaba confundida y no tenía mucha experiencia en tratar a los hombres, no sabía que estos tratos eran violencia y misoginia. En el pueblo estos términos no se manejaban y normalizabamos los malos tratos. Alfredo se aprovechó de esto.
