Hijo De La Luna, Hechizado

Maximiliano sonrió al verla nerviosa, aunque aún se preguntaba por qué estaba ansioso por molestarla, no es que se haya enamorado de ella a primera vista. Era guapa, tenía ojos grandes y claros, cabello como la noche, liso y corto hasta sus hombros con un rostro ovalado y labios tan carnosos que lo estaban tentando. Era alta, con 1.67 de estatura, claro que aún era baja a comparación de él que medía 1.90, pero aún tenía carne donde debería haber, sería una mujer que podría apagar su lujuria creciente, pero extrañamente se negaba solo intimar con ella.

Tenía una leve sospecha por su propio extraño comportamiento, pero no quería pensar en ello, porque su imperio corría un grave peligro sino regresaba antes de que pasara el desastre.

Siguió a Raven hasta llegar a la primera planta del edificio y caminar hasta la biblioteca de la escuela. A pesar de que en esa área casi no habían estudiantes, las pocas féminas que había ahí, no dejaban de mirarlo sin disimulo. Claro que él estaba acostumbrado a las miradas de asombro y lujuria, era un hombre lobo, con una confianza extrema que exudaba por su linaje real al ser el heredero de la corona del imperio Lychester. No podía contar cuántas mujeres se ofrecían para entrar a su cama, por supuesto que él no dejaba entrar a cualquiera y tampoco eran algo formal, no es que no quisiera su propia familia, pero aun sentía que no era el momento para ello. Teniendo treinta y cinco años, su madre había insistido en buscar una pareja fija, pero Maximiliano no lo creía conveniente.

Hasta ahora, que no podía apartar los ojos de ese buen trasero que se cargaba Raven.

Aunque Raven ya se había calmado al fin de ese episodio en la azotea, el solo hecho de sentir su penetrante mirada en su espalda, la ponía nerviosa de nuevo. Quería girarse y decirle que dejara de mirarla, pero otra parte de su ser, le agradaba la idea de tener a este espécimen de hombre mirándola con intensidad.

Ignoró su ardiente mirada mientras buscaba por las secciones de historia, mitología y otras, tratando de encontrar un indicio de lo que ya le medio había contado Maximiliano sobre su imperio, y las razas que habitaban. Pero no encontró nada relevante, ni una cosa fuera de lo común, ni siquiera en la mitología, si acaso, solo el nombre de una diosa griega que se parecía a la que los cambiaformas adoraban, pero hasta tenía sus diferencias. En fin, ese lugar no era el adecuado para buscar cosas paranormales como hombres lobo y brujas.

Habiendo perdido un día entero de clases, decidió pedir una licencia de ausencia, esto de ayudar al lobito iba llevar su tiempo.

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De regreso a su casa, Raven se topó con un invitado inesperado, en seguida el hombre detrás de ella gruñó, erizándole la piel, mientras que Russel lo miraba desafiante. Raven no podía creer lo que veía, ese Russel estaba drásticamente cambiado. Casi no se le podía reconocer sino fuera por el tono altanero y de imbécil que le caracterizaba.

-¿Qué haces aquí? Y ¿Qué demonios te pasó?

-Eso vine a preguntar a tu amiguito, el fenómeno ese.

-Cuidado niño – una voz gutural y más grave salió de la boca de Maximiliano.

Russel solo sonrió con provocación, haciendo que el ambiente se volviera tenso. Raven temía que empezaran a pelear y que terminaran llamando la atención de quien no debían. Alzó las manos, agitándolas.

-Ni siquiera lo piensen – miró a ambos – Entremos a mi casa y hablemos como la gente civilizada que somos.

-Vas a dejar que entre – la voz de Maximiliano se volvió más grave y el gruñido aumentó.

-Sí – lo miró a los ojos, y aunque sintió cierto nerviosismo por la mirada dominante de él, no se apartó – No quiero que te vean así, podrías terminar siendo estudiado por los científicos y nunca regresar a tu pueblo.

Maximiliano gruño inconforme, pero al final cedió, su rostro volvió a la normalidad y la violencia emitida se atenuó, dejando una sensación de rigidez, sin embargo, jamás apartó la mirada del chico frente a él. Ahora que su apariencia había cambiado, podía sentir con su nariz que también era un licántropo.

Raven, viendo que la situación no había escalado a más, suspiró, sintiéndose extrañada de poder tranquilizar a un hombre con instintos animales de violencia. Arrastrando todo eso al fondo de su mente, abrió su casa y los dejó pasar, esperando que no se desatara el pandemonio. Desgraciadamente, su esperanza se hizo añicos tan pronto como Russel le puso una mano encima.

Maximiliano se sentía cada vez más irritado, su cuerpo parecía querer transformarse al fin, luego de casi dos días sin poder hacerlo, sin embargo, las circunstancias eran problemáticas. La sola presencia de otro macho, que antes ni siquiera le hacía cosquillas, lo estaba cabreando monumentalmente, y su cordura se rompió en cuanto ese loco insolente, le tocó el hombro a Raven.

Su cuerpo se transformó en su forma de licántropo, con un cuerpo enorme y con un pelaje platino, chocando casi en el techo, con los músculos distendidos, las garras a la vista y el hocico lleno de dientes filosos, gruñendo, listo para atacar. Pero para sorpresa de los tres, el mismo chico, se transformó también en un hombre lobo con un pelaje negro y Raven sintió que iba a desmayarse porque esto parecía una maldita película de Inframundo, en donde una guerra sin cuartel estaba a punto de librarse.

Raven no supo de dónde sacó las agallas de interponerse entre dos machos casi histéricos, justo cuando Maximiliano daba un zarpazo. El golpe fue duro, doloroso y la tiró al suelo. Dejo escapar un suspiro ante el golpe, pero gracias a ello, el mismo Maximiliano regresó a su apariencia humana, aunque desnudo, y la abrazó con urgencia.

-¡Raven! ¡Maldita sea! ¡Cómo se te ocurre meterte en medio! – la revisó, a un costado había unas líneas de piel rasgada y rezumaba la sangre – ¡Maldición!

Maximiliano no sabía qué hacer, nunca en sus tantos años de vida se había sentido angustiado e impotente. Se recriminó por estar actuando como un imbécil, pero con esto se había dado cuenta de algo increíble. Y justo cuando la desesperación había nublado su juicio, el otro macho se le acercó desnudo con una cara de asombro.

-¡Mira sus heridas!

Maximiliano vio las heridas de Raven, asombrándose de la curación rápida, mientras un ligero humo verde salía del cuerpo de ella.

Raven sintió que el dolor de su costado que ardía como el infierno, menguaba poco a poco, dejándola sentir relajada, sumiéndose en un sueño tranquilo.