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Pequeña Rebelde

Pequeña Rebelde

Status: En proceso
Genre:Embarazo no planeado / Profesor particular / Amor-odio / Diferencia de edad / Donde hubo fuego cenizas quedan
Popularitas:4.2k
Nilai: 5
nombre de autor: Miry - C

La mujer con la que se iba a casar murió en el altar, pero Adiel Mohamed no podía superar es emomento, hasta que regresó a su pueblo, y unos ojos verdes los flecharon.
Se enamoró perdidamente de Kiara Salma, la sobrina del capataz de su hacienda, una chiquilla que su madre odiaba con toda el alma. Pero eso no impidió que Adiel la amara, y la convirtieran en su todo.
Lo único que logró apartarlo del lado de su amada, fue que era menor de edad, sobre todo, era su alumna, y estaba prohibida para él, en todos los sentidos.
Decidió marcharse, y regresar cuando ella fuera mayor de edad, pero antes de partir, la hizo suya, marcando la como suya, pensando en su regreso convertirla en su esposa. Pero cuando regresó, Kiara ya no estaba, ella había desaparecido. Y su padre habría muerto, lo que le dejó destrozado y desdichado por cinco años, hasta que la volvió a ver, con una niña en brazos, la cual supo inmediatamente que era su hija.
Pero resultaba que Kiara lo odiaba.

NovelToon tiene autorización de Miry - C para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Día doloroso

—Mienten, ustedes dos me están jugando una estúpida broma —me dirijo a Diego y reprocho—. No puedo creer que te estés uniendo a este idiota de mi profesor para bromear de esa forma...

—Cupidita, escucha —Adiel toma mi rostro entre sus manos y sus ojos dejan escapar una lágrima—. Jamás jugaría con algo así.

—¿Pero está bien? —cuestiono, y él baja la mirada.

—Se trasladó a Miópia, está muy mal.

—Quiero verlo —Adiel asiente y me lleva en su auto. Pido a Diego que cierre la cabaña y junto a Adiel me dirijo al helipuerto.

Una vez que lo veo, recuesto mi cabeza en su pecho y le pido que no me deje. Solo quiero que mi tío Félix vuelva y me abrace. Si él se va, me quedo sola en este mundo.

—Tío, no te vayas, no me dejes, ¡por favor! Solo tengo 16 años. Prometo que ya no me escaparé para ir a bailar, prometo que no volveré a mentirte, pero abre tus ojitos y dime que nunca me dejarás.

Adiel está tras de mí y pide que no llore, pero ¿cómo no voy a llorar si mi tío, mi único familiar, se está debatiendo entre la vida y la muerte?

Paso casi una hora llorando hasta que ingresa un doctor y me pide que abandone la habitación. No quiero hacerlo, pero Adiel me saca a regañadientes. Cuando son pasadas las doce de la noche, Adiel me pide que vayamos a un hotel. Me enojo con él porque pienso que quiere aprovecharse de mi situación.

—Kiara, no es lo que imaginas. Es porque necesitas descansar —dice, y no le creo. En todo este tiempo ha estado moléstame y molestándome. Robándome besos y obligándome a estar con el en lugares solitarios.

—Aquí no te dejarán quedar. En esta clínica no se permite el ingreso si no es hasta el siguiente día.

—No me importa si no me dejan quedar aquí dentro, me quedaré afuera, pero no dejaré a mi tío solo. Él podría despertar en cualquier momento.

—Kiara, Félix no despertará hoy. ¿No escuchaste lo que dijo el doctor? Hay que esperar a que el cerebro se desinflame. Vamos a un hotel, hice la reservación, tendrás tu propia habitación. Si no lo haces por las buenas, te llevaré por las malas —dice al acercarse.

No me queda otra que ir donde dice, y la verdad es que sí necesito darme un baño y acostarme en una cama. Quiero dormir al igual que el tío y no despertar hasta que él despierte.

Horas después llegamos a un hotel cinco estrellas. Una vez que subimos a las habitaciones, me entrega las llaves de la mía y procede a ingresar a la suya.

Soltando un suspiro, ingreso y cierro la puerta. Me doy una ducha larga ya que el agua está caliente. Seguido, me tiro a la cama con la bata de baño y mi pelo totalmente mojado. No me importa nada, solo quiero llorar y llorar porque mi tío no está conmigo. No sé en qué momento me duermo. Cuando despierto, estoy abrigada y acostada de forma normal en la cama.

—¿Cómo entró a mi habitación?

—Por la puerta —dice mientras sigue sentado en el mueble mirándome fijamente.

—¿Qué me hizo? —cuestiono al levantarme y cubrir mi bata.

—Nada, solo te acomodé bien y te abrigué, y me quedé a cuidarte mientras dormías.

—¿Pasó toda la noche ahí? —Asiente y se levanta.

—Sí. Vine a preguntar cómo estabas. Al no tener respuesta, le pedí a recepción que me ayudara abriendo la puerta. Cuando entré, te encontré con los pies colgando de la cama y desabrigada.

—¡Gracias! —digo.

Entrecierra los ojos y se da la vuelta.

—Te traje algo de ropa. Cámbiate, que antes de pasar por el hospital iremos a cenar —dice con su cara de póker.

—No tengo hambre. Quiero ir al hospital y quedarme todo el día con el tío Félix.

—Iremos, pero antes comerás algo, quieras o no.

—¿Por qué siempre quiere que haga su voluntad? No es mi papá para que esté dándome constantes órdenes. Además, se supone que usted está enojado conmigo.

—Lo estoy —afirma y se acerca. Trago grueso al momento que siento su respiración caer en mis labios—. Pero eso no significa que te dejaré morir de hambre, así que ingresa a la ducha y vístete. Te espero afuera.

Pongo los ojos en blanco y suelto un suspiro en rendición.

Adiel me ha comprado un vestido, algo que solo uso cuando voy a fiestas, y la situación es que no estoy para andar de fiestas. Salgo de la ducha y le recrimino por su compra absurda.

—Si va a comprarme algo, que sean pantalones y camisas. No quiero estos vestidos.

—¿Por qué? ¿No me digas que no te gustó? Pues yo lo veo muy bonito.

—Sí, pero solo uso vestidos cuando voy a un baile, y en la situación en que me encuentro no estoy para usarlo.

—Okey —dice y camina hasta la puerta, la abre e ingresa dos bolsas más.

—Sabía que reprocharías, por eso te compré algo adicional —me entrega las bolsas e ingreso al baño. Una vez cambiada, me miro al espejo. Tengo que reconocer que el lagañoso tiene buen gusto, y no sé cómo le hizo, pero consiguió mi talla ideal.

Soltando un suspiro, recojo mi cabello formando así una coleta. Luego salgo y, al verme, se queda estupefacto. Lo sé porque se me queda mirando y su manzana de Adán se contrae. Le veo suspirar y su rostro se sonroja.

—Vamos —dice al darse la vuelta.

—¿No me va a decir qué tal me queda? —inquiero porque quiero ver cómo su rostro se enrojece más de lo que ya está.

Sobre el hombro me mira, y con una sonrisa refuta: —Te queda muy bien, cupidita.

Pongo los ojos en blanco porque ese apodo me enerva la sangre. Soltando un suspiro, camino tras de él hasta llegar a la calle. Subimos a un taxi y nos dirigimos a un restaurante. Sinceramente no tengo apetito alguno, mis ánimos están bajos y, a pesar de que Adiel me regaña para que coma, no lo hago.

—Enfermarás —me alzo de hombros porque nada me importa—. Si enfermas, no hay quien vea por Félix. ¿Quieres dejar solo a tu tío?

—¿Por qué siempre se sale con la suya?

—Porque soy Adiel Mohamed —alardea, y muevo la cabeza. Soltando un suspiro, llevo la primera cucharada a mi boca.

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Liz Baez
Me encanta tu novela, espero que lo puedas actualizar pronto, besos bendiciones 😘
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