Antonieta, una joven noble de catorce años, vive atrapada entre las estrictas reglas de la alta sociedad y su pasión secreta: volar en un caballero móvil. Mientras se prepara para cumplir con su rol como dama y conocer a su prometido, entrena en secreto para dominar la tecnología que le permitirá surcar los cielos. Pero no todos están dispuestos a aceptar su sueño, y Antonieta deberá decidir si seguir las normas o romperlas para volar libre.
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Capítulo 22: “Coraje en lo alto”
[Interior – Enfermería de la academia – Día]
Antonieta, inconsciente, es llevada en una camilla por un largo pasillo. Los doctores caminan a su lado, revisando constantemente sus signos vitales.
Doctor 1 (con resignación):
—Sistemas estables... por suerte para ella.
Doctor 2 (mirando a Antonieta):
—¿Estable? Al menos su acto imprudente funcionó…
Doctor 3 (desesperado, sudando):
—¡Cállense y sigan empujando!
Mientras los médicos la llevaban a una sala, Richard caminaba de un lado al otro, nervioso, mientras Vasily estaba sentado en el suelo, en silencio.
Richard (nervioso y preocupado):
—¡Maldición! ¿Qué significa esto? No me dejan pasar... ¡Soy su hermano, carajo!
Vasily (con una voz calmada, casi sin emoción):
—Deberías calmarte.
Richard (molesto):
—¿Calmarme...? ¡No fue tu hermana quien…!
Vasily (levantando ligeramente la voz, disgustado):
—Adelante, dilo, Richard... sin miedo.
Richard guarda silencio. Se deja caer contra la pared y se sienta, cubriéndose el rostro con ambas manos.
Richard (arrepentido):
—Soy un idiota...
Vasily (más tranquilo):
—Un poco... pero también eres un hermano que se preocupa por el bienestar de su hermana.
(suspira)
—También deberías dormir un poco.
Richard (con la cabeza baja, en voz apagada):
—¿Cómo puedo dormir con algo así…?
En ese momento, uno de los doctores sale y se acerca a ellos.
Doctor (intentando sonar profesional):
—Está estable. Al parecer solo se desmayó por la presión que sufrió. Por suerte, la cápsula logró protegerla. Lo más grave, además de estar inconsciente, es una leve lesión en su mano.
Vasily voltea a mirar a Richard. Una leve sonrisa se dibuja en su rostro, pero de pronto sus piernas tiemblan y su cuerpo cede.
Vasily (sosteniéndolo mientras mira al doctor):
—Al parecer llegó a su límite.
Cargando a Richard en sus hombros, se dispone a llevarlo.
Doctor:
—La paciente aún no puede recibir visitas.
[Interior – Enfermería de la academia – Tarde]
La luz del sol entra a través de las persianas. El ambiente es tranquilo, aunque el lejano sonido de motores y alarmas recuerda lo que ocurrió horas antes.
Antonieta abre los ojos lentamente. Está en una cama, conectada a una vía intravenosa. A su lado, una flor solitaria en un vaso de agua.
Parpadea. Mira sus manos. Está viva. Pero su respiración es tensa.
Antonieta (en voz baja):
—¿Por qué…?
¿Por qué yo?
Se incorpora con lentitud, cubriéndose el rostro con las manos. No llora, pero sus dedos tiemblan.
Antonieta:
—Solo quería ser piloto… volar… no… esto...
Se escucha el sonido de la puerta abriéndose. Richard entra, sin su abrigo de oficial. Lleva solo su camisa negra, el rostro marcado por el cansancio. En sus manos, una caja con pastelitos mal envueltos.
Richard (con una pequeña sonrisa):
—Tuviste suerte. El módulo de emergencia se activó justo a tiempo.
Antonieta (con voz quebrada y temblorosa):
—¡No me digas eso!
No fue suerte...
Richard se sienta al borde de la cama, sin tocarla, respetando su espacio.
Richard:
—Entonces, ¿qué fue?
Antonieta (tras una pausa, bajando los brazos):
—No lo sé.
Tenía miedo. Pensé que iba a morir.
No podía respirar…
Pero en medio de todo, había algo…
(levanta la mirada hacia él)
—…algo que ardió dentro de mí.
Richard (asintiendo):
—Supongo que encontraste tu coraje.
Ella baja la mirada, respirando hondo.
Antonieta (cruzada de brazos, sus uñas marcando la piel):
—Cuando me pediste escanear… no quería hacerlo.
Quería cerrar los ojos. Volver a la cama.
Pero… no sé por qué, lo hice.
Richard:
—Aun así lo hiciste.
Tal vez porque sabías que nadie más podía hacerlo.
Porque a veces, cuando el mundo se viene abajo, uno deja de preguntarse “¿por qué yo?” y empieza a decir “voy a hacerlo igual”.
Silencio. Antonieta reflexiona.
Antonieta:
—Creo que solo estaba huyendo…
Fingiendo que era fuerte, porque el miedo, esta vez, en lugar de paralizarme… me empujó a mis límites.
Richard:
—Aun así fuiste valiente cuando decidiste luchar con lo que tenías. Incluso si eso era solo miedo.
Hay un momento de conexión. Richard se pone de pie y deja la caja de pastelitos sobre la mesa.
Richard (intentando motivarla):
—La mayoría de los pilotos mueren con miedo en el corazón.
Tú, en cambio, aprendiste algo que muchos nunca logran.
Bienvenida, piloto Antonieta. Ya cruzaste tu primer abismo.
Antonieta sonríe. Leve, pero genuina. Mira los pastelitos.
Antonieta:
—¿Son de fresa?
Richard:
—Por desgracia, no. Solo quedaban de frambuesa.
Antonieta (sonríe):
—Supongo que puedo perdonarte por hoy…
Toma uno. Richard observa en silencio a su hermana.
Ya no se ve la chica que temblaba en Lethermont.
Ahora se ve a alguien que ha pasado por algo…
…y decidió volver de pie.
