Un Amor Inesperado

Sarah:

Yo solo gemía. Una y otra vez, sin poder contenerlo, dejándome llevar por todo lo que él me hacía sentir. Cada movimiento suyo, cada caricia, cada mirada… todo me encendía más.

—Tu carita… tus gemidos me están volviendo loco, Sarah —susurró entrecortado, mientras yo seguía moviéndome encima de él, guiada por el ritmo de su respiración, por la forma en que sus manos se aferraban a mis caderas como si no quisiera dejarme ir jamás.

Mis dedos se enredaron en su cabello, y lo besé con fuerza, perdiéndome en su boca, en su cuerpo, en su todo. Sentía el calor subir, crecer, volverse insoportable y delicioso a la vez.

Liam gimió contra mi cuello, y eso me hizo temblar aún más.

—No pares… —dijo con la voz ronca, como si cada palabra le costara, como si estuviera tan perdido como yo en ese momento. Y no lo hice.

No podía. Porque también me estaba volviendo loca.

Nuestros cuerpos se encontraban una y otra vez, con una mezcla de necesidad, ternura y deseo desbordado. Todo se volvió más rápido, más profundo, más intenso… hasta que los dos estallamos al mismo tiempo, jadeando, temblando, abrazándonos como si el mundo fuera a romperse si soltaban nuestras manos.

Me desplomé sobre su pecho, con el corazón a mil, y él me rodeó con sus brazos, acariciándome la espalda en silencio. Solo el sonido de nuestras respiraciones llenaba la habitación.

No dijimos nada por un rato.

No hacía falta. Ya lo habíamos dicho todo con el cuerpo.

liam:

La hice mía despacio, mirándola a los ojos, respirando su nombre entre dientes. Ella me recibió con un gemido suave, apenas audible, como si también hubiese estado esperándome desde siempre.

Nos movimos al ritmo del silencio, de la noche, del amor que nunca dijimos en voz alta. Hasta que ya no hubo más que suspiros entrecortados, cuerpos temblando y una calma inmensa, como si todo finalmente encajara. Y cuando quedó recostada sobre mi pecho, con los ojos cerrados y el corazón latiendo fuerte, supe que algo había cambiado para siempre. Ya no había vuelta atrás. Ni para ella. Ni para mí.

sarah:

Me quedé así, sobre su pecho, escuchando los latidos de su corazón mientras él me acariciaba la espalda con movimientos suaves, casi distraídos. Su piel estaba cálida, su respiración aún agitada, pero en su abrazo había calma. Refugio.

—¿Estás bien? —preguntó al fin, con la voz ronca, acariciando mi cabello.

Asentí despacio, sin levantarme todavía.

—Sí… —susurré—. Más que bien.

Liam sonrió. Lo sentí en su cuerpo, en cómo sus brazos me apretaron un poco más contra él.

—No fue solo sexo, ¿verdad? —preguntó en voz baja.

Levanté la cabeza para mirarlo. Sus ojos estaban fijos en los míos, abiertos, vulnerables.

—No —le dije—. Fue mucho más que eso.

Me besó otra vez, despacio, con una ternura que me desarmó. Luego me acomodó a su lado, envolviéndome con una manta mientras yo apoyaba la cabeza en su pecho.

—Podría quedarme así toda la noche —murmuré.

—Pues quédate —respondió—. Que el mundo espere.

Y esa noche, entre sus brazos, sentí que por fin pertenecía a algún lugar. No sabíamos qué pasaría mañana, ni cómo íbamos a esconder lo que sentíamos… pero por un momento, todo estuvo bien. Solo él y yo. En la oscuridad. En paz.

Pero . Me sentía avergonzada. Me había entregado al mejor amigo de mi hermano… al chico que me vio crecer. Lo miré, y él también me miró.

—¿Pasa algo, princesa? —preguntó, con esa voz suave que usaba solo conmigo cuando estaba preocupado.

—No, solo… no puedo creer que esto haya pasado —respondí, con un nudo en la garganta.

—Pero pasó —dijo, sonriendo como si nada más importara en ese momento.

—Lo sé. Solo que… fue hermoso. Algo que jamás había sentido.

—¿Jamás? —repitió, mirándome con ternura, casi sin creerlo.

—Jamás —lo miré de frente, queriendo que me entendiera de verdad—. No fue mi primera vez, pero como te dije antes… es como si lo hubiera sido. Nunca lo había vivido así, de esta forma.

Él me observó en silencio, tratando de descifrar el peso de mis palabras.

—Yo… —suspiré y escondí el rostro en su cuello—. Mi ex no me complacía. Solo me usaba para complacerse él. Me hacía sentir vacía después.

Sus brazos me rodearon con fuerza, como si quisiera protegerme del recuerdo.

—Conmigo no va a ser así —susurró—. No mereces sentirte usada. Yo solo quiero hacerte sentir amada.

Me quedé en silencio, dejando que su calor me envolviera. No sabía si era amor aún, pero sí sabía que no era lo mismo. No era vacío. No era dolor.

—Gracias por no tratarme como él —murmuré.

—Gracias a ti por confiar en mí —dijo, besando mi frente con suavidad—. Nunca voy a obligarte a nada. Lo que pasó… fue porque los dos lo sentimos. Y si alguna vez dudas, lo hablamos, ¿sí?

Asentí, con el corazón temblando. Lo miré de nuevo, y esta vez no sentí vergüenza. Solo una calma que jamás había conocido.