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Mí Dulce Debilidad.

Mí Dulce Debilidad.

Status: Terminada
Genre:Romance / Mafia / Amor a primera vista / Completas
Popularitas:13.5k
Nilai: 5
nombre de autor: GiseFR

Lucia Bennett, su vida monótona y tranquila a punto de cambiar.

Rafael Murray, un mafioso terminando en el lugar incorrectamente correcto para refugiarse.

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Capitulo 24

La mañana en la campiña italiana despertó con una brisa suave que acariciaba los cipreses y traía consigo el aroma fresco del campo. Rafael y Lucía, ya desayunados, se dirigieron en coche hacia una de las residencias más antiguas de la región, donde vivía Don Benito junto a su esposa, Antonella.

El camino, flanqueado por viñedos y árboles centenarios, parecía sacado de un libro. Lucía observaba el paisaje desde la ventanilla, con un libro en la mano y una pequeña caja envuelta en papel verde claro sobre su regazo.

—¿Nerviosa? —preguntó Rafael sin quitar la vista del camino.

—Un poco —admitió ella, girando hacia él con una sonrisa—. Pero también tengo mucha curiosidad. Don Benito tiene una forma de hablar… como si cada palabra guardara una historia.

—Antonella es igual. Te va a gustar —aseguró Rafael, aunque por dentro sentía una leve ansiedad. Sabía que la mujer había sido como una madre adoptiva para él en tiempos difíciles. Su opinión tenía un peso particular.

Llegaron a una casa de piedra con contraventanas verdes y macetas llenas de flores en las ventanas. Un jardín cuidado con dedicación rodeaba la entrada. Don Benito los esperaba en la puerta, más erguido de lo habitual, como si la visita lo rejuveneciera.

—Benvenuti, ragazzi —los saludó con un apretón de manos cálido y auténtico.

—Gracias por recibirnos —dijo Lucía con dulzura.

—Antonella se alegrará mucho. Ha tenido días difíciles, pero tu visita… —miró a Lucía con una chispa en los ojos— hará la diferencia.

Ingresaron a la casa, cálida, repleta de fotografías antiguas, estantes llenos de libros y pequeños detalles artesanales. En una habitación lateral, sentada en un sillón mullido junto a la ventana, estaba Antonella. Su cabello blanco recogido en un moño bajo y sus ojos grandes y claros brillaban al ver entrar a su marido con Rafael y Lucía.

—Mira quién vino a verte —anunció Don Benito.

—Rafael… —dijo ella con ternura—. Y tú debes ser Lucía.

—Sí, señora. Es un placer conocerla —respondió Lucía, acercándose con respeto y ofreciéndole la caja—. Traje un libro. Me pareció que podría gustarle… se llama Las olas, de Virginia Woolf. Es uno de mis favoritos.

Antonella tomó el regalo con manos temblorosas, abriéndolo con una sonrisa que se ensanchó al ver la portada.

—Una elección preciosa —murmuró—. ¿Sabes? La primera vez que leí a Woolf sentí que alguien por fin escribía como pensaba mi alma.

Lucía se sentó a su lado, y pronto ambas comenzaron a hablar con una naturalidad encantadora. Rafael y Don Benito las observaban desde la entrada, en silencio.

—Tiene una luz especial —dijo el anciano en voz baja—. Ahora entiendo por qué no la dejas ir.

—Ella es mi hogar —respondió Rafael sin pensarlo. Don Benito asintió.

La visita se prolongó más de lo previsto. Antonella no solo habló de libros, sino también de su juventud, de la resistencia, de las mujeres fuertes de su generación. Lucía la escuchaba como si cada palabra fuera una lección de vida.

Al despedirse, Antonella le sostuvo la mano con afecto.

—Querida… cuídalo. Rafael ha estado solo más tiempo del que admite.

Lucía apretó su mano, conmovida.

—Y él me cuida a mí. Nos encontramos justo a tiempo.

Mientras se alejaban por el sendero de grava, de regreso al coche, Rafael entrelazó su mano con la de ella y murmuró:

—Gracias por venir.

—Gracias por llevarme —susurró ella—. Fue como conocer un pedazo de tu historia.

Y mientras el sol comenzaba a descender sobre los campos, supieron que aquel día quedaría guardado como uno de los más serenos… antes de que la calma volviera a agitarse.

---

La mesa del comedor principal estaba ya dispuesta, con vajilla de porcelana, copas de cristal finísimo y una botella de vino descorchada que aún no se había servido. La luz cálida del candelabro colgante se reflejaba en los cubiertos de plata y daba al ambiente un aire solemne, como cada cena en la villa.

Matilde caminaba de un lado a otro con una copa en la mano, inquieta, mientras Pedro hojeaba el periódico sin leer realmente. Finalmente, el hombre dejó el diario a un lado y la observó.

—¿Te vas a quedar parada toda la noche esperando a que algo explote?

Matilde lo miró de reojo.

—No exageres. Solo estoy... sorprendida.

Pedro arqueó una ceja.

—¿Por qué? ¿Porque la chica no se tiró al suelo a suplicarte aprobación? —dijo con tono socarrón.

—No —admitió ella, bebiendo un sorbo de su vino—. Porque no hizo absolutamente nada de lo que esperaba. Fue educada, tranquila, se comportó con más elegancia que muchas que crecieron en este entorno. Incluyendo a Giorga.

Pedro asintió despacio, luego tomó su copa.

—Dame una oportunidad para hablar con ella. A solas quizás. Me gustaría conocerla por mí mismo, sin filtros.

—¿Hablar con ella o interrogarla como hiciste con mis pretendientes cuando teníamos veinte años? —replicó Matilde con una sonrisa apenas contenida.

Pedro se encogió de hombros.

—No tengo motivos para ser cruel. Si es alguien importante para nuestro hijo, quiero entender por qué. No se trata solo de Rafael, Matilde. Se trata de lo que él proyecta con ella… y es diferente.

Ella bajó la mirada un instante. Luego, suspiró.

—No puedo negar que es distinta. Tiene algo que no se puede fingir. Serenidad, quizá. Inteligencia. Pero también te digo algo, Pedro…

—¿Qué?

—Giorga no se quedará cruzada de brazos. Aún cree que tiene algún derecho sobre Rafael. Si no tenemos cuidado, esto puede volverse un problema real.

Pedro asintió, serio ahora.

—Por eso mismo hay que saber de qué está hecha Lucía. Y yo… creo que nos va a sorprender más de una vez.

Matilde lo miró largo rato antes de asentir en silencio.

—Está bien. Pero si la vas a conocer, hazlo con respeto. No quiero que ella piense que estamos buscando grietas.

—No buscamos grietas —dijo Pedro, firme—. Buscamos saber si puede resistir al peso de este apellido.

En ese momento, se escucharon pasos al fondo del pasillo. Rafael y Lucía se acercaban, tomados de la mano, conversando en voz baja. Matilde enderezó la espalda, Pedro se levantó, y ambos se dispusieron a recibirlos como anfitriones… pero también como padres dispuestos, por fin, a mirar con otros ojos a la joven que había conquistado el corazón de su hijo.

La cena se desarrollaba con una calma casi inusual en la Villa Murray. Lucía estaba sentada al lado de Rafael, frente a Matilde y Pedro, mientras los sirvientes se movían con elegancia y discreción. El ambiente, aunque formal, tenía un dejo de intimidad que sorprendía.

—Entonces —dijo Pedro, levantando la mirada mientras se limpiaba los labios con la servilleta—, me contaron que visitaron a Benito esta mañana.

Rafael asintió, posando suavemente su copa sobre el mantel.

—Sí. Fue una visita tranquila. Creo que le agradó vernos… en especial a Lucía.

Pedro arqueó una ceja, curioso, y Matilde desvió brevemente la mirada hacia Lucía.

—¿Y cómo encontraste a Antonella? —preguntó Matilde, midiendo su tono.

Lucía sonrió con calidez.

—Es encantadora. Muy amable desde el primer momento. Me hizo sentir bienvenida. Le llevé un ejemplar de Las olas, de Virginia Woolf… y se emocionó muchísimo.

—¿Woolf? —repitió Matilde, sorprendida— No es precisamente lectura liviana.

—No —respondió Lucía con suavidad—, pero días atrás Rafael me mencionó que Benito comentó que Antonella tenía una relación especial con ese libro. Quise llevarle algo que realmente le gustara, y que le hiciera sentir que alguien lo recordó.

Pedro entrecerró los ojos, con una sonrisa leve.

—Eso fue más que un simple detalle, Lucía.

—También llevamos flores, claro —agregó Rafael, con una media sonrisa—, pero el libro fue lo que verdaderamente la conmovió.

—Antonella ha estado frágil de salud —comentó Matilde, dejando entrever una preocupación sincera—. Que haya tenido una buena mañana contigo es… inesperado.

Lucía bajó ligeramente la mirada, modesta, sin restarle importancia pero sin atribuirse más de la debida.

—Fue ella quien me regaló su calidez. Yo solo respondí con algo sincero.

Pedro se inclinó apenas hacia adelante.

—¿Y qué impresión te dio Benito?

Lucía lo miró con serenidad.

—Un hombre sabio. De pocas palabras, pero cada una medida. Creo que es alguien que observa mucho más de lo que deja ver. Y que se preocupa por lo que ocurre a su alrededor, aunque no lo diga.

Pedro asintió lentamente, complacido.

—Justamente por eso es tan respetado. —Luego se volvió a Matilde— ¿Ves lo que te decía?

Matilde no respondió de inmediato, pero sus ojos sí se suavizaron al mirar a Lucía.

—No es lo que esperaba —confesó finalmente—. Y eso, en este entorno, es casi un halago.

Rafael tomó la mano de Lucía debajo de la mesa, con un gesto protector y orgulloso. Ella lo miró apenas, con una sonrisa íntima.

—Sé que no encajo del todo aquí —dijo Lucía, con honestidad—, pero tampoco vine a fingir ser algo que no soy. Solo quiero estar a la altura del hombre con quien decidí compartir mis días.

El silencio que siguió fue distinto. No tenso, sino cargado de significado.

Pedro levantó su copa.

—Entonces brindemos —dijo—. Por la sinceridad… y por las personas que se atreven a entrar en este mundo sin dejar de ser quienes son.

Las copas se alzaron. Y cuando tintinearon suavemente en el aire, Matilde no apartó la mirada de Lucía.

Y esta vez, no era desconfianza lo que había en sus ojos.

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Aura Rosa Alvarez Amaya
Ya apareció el peine 😤
Aura Rosa Alvarez Amaya
Hey verdad!
Éste hombre no duerme?
Caramba!!!
bruja de la imaginación 👿😇
muy bella está historia , muy diferente me encantó
Aura Rosa Alvarez Amaya
Ya valió!
Éste tipo ya la localizó
y ahora?
Adelina Lázaro
que hermosa novela 👏👏
Flor De Maria Paredes
porque no sigue la novela la dejan en lo más interesante que hay que hacer para seguir leyendo ñorfa
Flor De Maria Paredes
de todas las novelas que he leído está es la mejor muy tierna felicidad a la escritora
Delma Aranguren: Muy bonita Novela me gustan protagonistas como se aman
total 1 replies
Tere.s
está mujer se muere ahí
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