Curvas del Destino
Una historia de amor, coraje y renacer.
Lina Song perdió a su madre a los 16 años y terminó en un orfanato, donde su sobrepeso la convirtió en blanco de burlas y humillaciones. Al cumplir 18, con esfuerzo y el apoyo de trabajadores sociales, consigue empleo como auxiliar de limpieza y luego en una cafetería para poder pagar su renta.
Allí conoce a Daniela Ling, hija de un millonario, quien se convierte en su mejor amiga y la ayuda a ingresar a la universidad. Todo parece mejorar… hasta que aparece Luzbel Shao, un joven poderoso y arrogante que no tarda en hacerle la vida imposible. Pero lo que inicia como acoso se convierte lentamente en una pasión imposible de ignorar.
Cuando el primer amor de Luzbel regresa y Lina descubre que está embarazada, su mundo vuelve a romperse. Decide huir y empezar de nuevo… lejos del dolor y los secretos.
¿Podrá el amor sobrevivir a la distancia, el poder y las heridas del pasado?
NovelToon tiene autorización de America Blancas para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
La vida que eligió.
El motor del auto de luzbel vibraba con fuerza controlada mientras avanzaba por las calles de la ciudad.
Las luces de los edificios se reflejaban en los cristales del vehículo.
Yo iba en silencio en el asiento del copiloto, con las manos cruzadas sobre el regazo, mirando por la ventana sin realmente ver nada.
La decisión estaba tomada.
La conversación de esa tarde aún resonaba en mi cabeza.
- No te puedo ofrecer amor, Lina…
- Lo se.
- Pero si te quedas a mi lado, tendrás protección. Estabilidad. Nunca te faltará nada.
- Lo acepto.
Lo había dicho en voz alta.
Lo había querido decir.
Pero ahora, con la ciudad parpadeando tras el cristal, no podía evitar que mi estómago se encogiera.
No de arrepentimiento, no todavía, sino de nervios.
De ese vértigo que llega justo antes de lanzarse.
Ya no había marcha atrás.
- ¿Estás pensando en echarte para atrás? – pregunto Luzbel sin mírame, con tono seco, aunque no había enojo, solo advertencia.
Yo negué con la cabeza, aun mirando hacia afuera.
- Estoy pensando en lo que dirá Daniela cuando le diga que me mudo contigo.
- ¿No se lo dijiste aun?
- Le dije que pasaría la noche contigo, no que… esto era permanente.
Luzbel giró ligeramente la cabeza, su perfil afilado recortado por las luces de la calle.
- Díselo cuando estés lista. Pero hazlo pronto. No me gusta cuando hay cabos sueltos.
Yo tragué saliva y asentí.
La conversación murió allí.
El silencio volvió.
Pero no era incomodo.
Era tenso, cargado de algo más.
De decisión.
Cuando llegamos al edificio, yo no necesite instrucciones.
Ya conocía el camino.
Las cámaras, el código en el panel, la elegancia sobria del elevador, el olor a cuero y madera oscura del departamento.
El mismo lugar donde lo había sentido todo por primera vez.
Donde mi mundo se había dividido en “antes de Luzbel” y “después de Luzbel”.
Entramos.
Luzbel cerró la puerta tras nosotros con un clic metálico y dejo las llaves sobre la mesa.
Yo me quedé de pie un momento, mirando el ventanal que ofrecía una vista panorámica de la ciudad.
No era nuevo… pero esta vez se sentía diferente.
Porque no estaba de visita.
Estaba quedándome.
El me observo, cruzado de brazos.
- Deja tus cosas en la habitación. Mañana temprano salimos.
- ¿A dónde?
- A la universidad. No pienses que por vivir conmigo dejaras tus responsabilidades. – dijo, caminando hacia la cocina – Aunque tu trabajo en la cafetería… eso sí se terminó.
- ¿Qué?
- Ya lo decidí. No vas a seguir trabajando ahí.
- ¡Luzbel! Ni siquiera lo hablamos…
- No necesito hablarlo. Ya tomaste una decisión, Lina. Este es tu nuevo mundo, y en este mundo, no te vas a rebajar a servir cafés a imbéciles que no te merecen ni el saludo.
Yo lo miré boquiabierta, pero no dije nada.
No por falta de ganas, sino porque, muy en el fondo… una parte de mi lo entendía.
Otra, más oscura y oculta, lo deseaba.
Esa noche no hubo sexo.
Solo cercanía.
Una cena rápida, una ducha caliente, y luego el se sentó conmigo en el sofá mientras la ciudad seguía latiendo detrás de los cristales.
- ¿Tienes miedo? – preguntó él, rompiendo el silencio.
- Tengo dudas.
- ¿De mí?
- De todo
- Está bien – dijo él, y sus dedos se deslizaron por mi nuca, enredándose en mi cabello. – Pero ni huyas. No huyas de lo que tu misma elegiste.
Yo cerré los ojos.
Ho hui.
Solo me quede ahí, pollada en su pecho, escuchando su respiración.
Tratando de memorizar ese momento antes de que la tormenta comenzará.
……………………
Al día siguiente, yo me desperté sola en la cama.
Las sabanas aun conservaban el aroma de Luzbel, pero el ya no estaba.
Me levante desorientada, camine descalza por el pasillo hasta encontrarlo en la cocina, ya vestido con un traje negro impecable, ajustándose los gemelos.
Sobre la mesa, una muda de ropa me esperaba.
- Desayuna. Salimos en veinte minutos.
- ¿Vas a llevarme?
- Por hoy sí. Luego te comprare un auto.
- ¿Auto? Luzbel, no necesito…
- No discutas por detalles. Ya es tuyo.
El trayecto fue rápido, pero al acercarnos a la universidad, yo me removí en el asiento.
- Déjame aquí, una cuadra antes.
El me miro de reojo, sin dejar de conducir.
- ¿Te avergüenza que te vean conmigo?
- No es eso. Es solo que… prefiero mantener esto entre nosotros por ahora, Luzbel.
Luzbel detuvo el auto a la acera.
Apoyó una mano en mi muslo y me miró fijamente.
- Eres mía. No lo olvides. Y si esto tiene algo que ver con Iván, te advierto que, si se te ocurre siquiera hablarle otra vez, voy a terminar con su miserable futuro y el de su familia.
Yo lo mire, molesta pero también confundida.
- No he hablado con él desde aquel día. Solo quiero ordenar mis ideas.
Luzbel no respondió.
Solo se inclino y me dejo un beso breve en la mejilla.
- Te veré en la noche.
Yo me baje del coche, con el corazón pesado.
Camine hacia la universidad.
No vi a Daniela ya que hoy no tenía clases, cuando salí fui directo a la cafetería donde trabajo, o mejor dicho trabajaba.
Para terminar mi último día, aunque ya no era mi empleo oficialmente, estaba decidida a al menos cumplir con las horas que debía.
Durante el turno, mientras servía café y limpiaba mesas con el delantal puesto por última vez, mi mente no dejaba de divagar.
Iván.
La apuesta.
El dolor de saberme utilizada.
“Que horrible es que alguien juegue con tus sentimientos como si fueras una broma”
Aprete la charola con fuerza.
Al menos Luzbel fue sincero desde el inicio.
Crudo, controlador, oscuro… pero jamás me engaño.
Al salir del trabajo ya de noche, lo vi.
Apoyado en su auto, con el abrigo largo, como si nada en el mundo lo apurara.
Como si no hubiera otra cosa más importante que esperarme.
- ¿Terminaste?
- Si.
- Súbete.
No era una orden dura.
Era una declaración.
Una costumbre que se estaba formando.
Yo entre al auto.
El calor del asiento me reconforto.
- ¿A dónde vamos?
- A casa – dijo el, mirándome con una pequeña sonrisa – A tu casa.
Yo baje la mirada.
Y por primera vez… no me sentí una extraña.
Estaba entrando a un mundo nuevo.
Un mundo oscuro.
Pero esta vez, lo hacía con los ojos abiertos.