Tras una noche en la que Elisabeth se dejó llevar por la pasión de un momento, rindiendose ante la calidez que ahogaba su soledad, nunca imaginó las consecuencia de ello. Tiempo después de que aquel despiadado hombre la hubiera abrazado con tanta pasión para luego irse, Elisabeth se enteró que estaba embarazada.
Pero Elisabeth no se puso mal por ello, al contrario sintió que al fin no estaría completamente sola, y aunque fuera difícil haría lo mejor para criar a su hijo de la mejor manera.
¡No intentes negar que no es mi hijo porque ese niño luce exactamente igual a mi! Ustedes vendrán conmigo, quieras o no Elisabeth.
Elisabeth estaba perpleja, no tenía idea que él hombre con el que se había involucrado era aquel que llamaban "el loco villano de Prusia y Babaria".
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Capitulo 24
La atmósfera se tornó pesada, casi irrespirable, en el instante en que Dietrich cruzó el umbral. Su sola presencia era como el rugido contenido de una tormenta, oscura, sofocante, inevitable. Cada paso que daba parecía hundir la habitación en un silencio agónico, y sus ojos, esos ojos azul profundo, ahora velados por la ira y el insomnio, escrutaban a Elisabeth como sí no pudiera ver nada más.
Heinrich sorprendido aún tumbado en el suelo, se estremecio al ver al hombre que entraba y que lo había arrojado al suelo. Bastó una mirada para que supiera quién era aquel hombre de porte imponente y mirada intimidante, no podía ser otro más que el padre de Derrick. Pero fue solo cuando uno de los hombres que lo escoltaba murmuró desde el umbral:
—Markgraf, la zona está asegurada —
Tanto Heinrich como Elisabeth palidecieron al instante. Solo existía un hombre en todo el imperio que ostentaba ese título, el Markgraf de Adlerstein, ese al que llamaban el villano loco.
El corazón de Elisabeth dio un vuelco. Pensamientos aterradores cruzaron su mente con la fuerza de un relámpago:
¿Lo sabía? ¿Sabía de Derrick? ¿Había venido a borrar el error de una noche y a silenciar para siempre a una mujer inconveniente?
El pensamiento la sacudió con una fuerza devastadora. Si lo sabía, estaban perdidos. Y si no… entonces tenía que ocultarlo. Pero ¿cómo? Bastaba una mirada para notar la cuna junto a la ventana, los juguetes en el suelo, las mantas pequeñas sobre el sofá. Todo gritaba — hay un niño aquí—. Y principalmente cuando a escasos metros, en una cuna junto a la ventana, dormía Derrick.
— Suplica—, se dijo. Se arrodillaría si era necesario. Clamaría por misericordia. Haría lo que fuera.
Pero no tuvo tiempo.
Dietrich se movió con una determinación salvaje, cruzando la estancia hasta quedar frente a ella. Tan cerca que su respiración alterada le rozó la mejilla.
Su mirada helada la atravesó como una cuchilla. Bajo sus ojos había marcas oscuras, y su semblante era más severo que el que Elisabeth recordaba. Cansado. Atormentado.
Con un gesto casi tierno, contradictorio en su brutalidad contenida, extendió la mano enguantada y enredó un mechón suelto del cabello de Elisabeth entre los dedos. Lo llevó a sus labios, inhalando su aroma como un hombre que ha estado perdido demasiado tiempo.
—¿Querías volverme loco, Elisabeth? —susurró, con una voz baja y rota que no se parecía a la del aristócrata temido, sino a la de un hombre al borde del colapso—. ¿Por qué te fuiste?
Elisabeth abrió la boca, pero no logró pronunciar palabra. El corazón le martillaba en el pecho.
—¡¿Qué demonios cree que está haciendo?! —estalló Heinrich, levantándose de golpe, la voz cargada de rabia y miedo.
Dietrich no respondió con palabras. En un movimiento fluido y aterradoramente rápido, sacó su pistola y apuntó directamente al pecho de Heinrich.
Elisabeth jadeó, paralizada de horror. Sin pensarlo, se interpuso entre ambos, cubriendo con su cuerpo al hombre que, a pesar de todo, había estado con ella durante esos meses difíciles.
—¡Señor! —exclamó con una voz firme, cargada de nervios pero sin titubeo—. Detenga esto. Yo… no permitiré que lastime a nadie dentro de mi casa.
La mirada de Dietrich se volvió aún más gélida. Su mandíbula se tensó, y por un instante, un destello de furia bruta brilló en sus ojos.
—¿Lo defiendes? —dijo con voz baja y grave, como el rugido contenido de una bestia herida—. Que lo defiendas… solo hace que tenga más ganas de matarlo.
Elisabeth sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda. Iba a hablar, a suplicarle que bajara el arma, pero entonces... el silencio fue interrumpido por un sonido agudo y desesperado, el llanto de un niño.
El mundo pareció venirse abajo para Elisabeth.
Dietrich bajó la pistola lentamente. Sin decir una palabra, se giró hacia el sonido y comenzó a caminar en dirección a la cuna, cada paso resonando con un peso insoportable en el alma de Elisabeth.
Se detuvo frente a ella. Durante unos segundos eternos, no hizo más que observar. Dentro de la cuna, el pequeño cuerpo se agitaba con llanto, un mechón de cabello negro asomaba entre las mantas, la carita sonrojada y húmeda por las lágrimas. Y entonces, los ojos. Esos ojos azules que brillaban entre las lágrimas eran un reflejo perfecto de los suyos.
Dietrich supo, sin lugar a dudas, que aquel niño era su hijo, y también que ese niño ataría a Elisabeth a él por el resto de sus vidas.
No pronunció palabra. Levantó la mano con lentitud, dudando por un instante, y luego, con una delicadeza insospechada, rozó la frente del niño con la yema del dedo. Incluso a través del guante, pudo sentir su calor, frunció levemente el ceño.
—Esto… —murmuró, sin apartar la vista de Derrick—. Esto es lo que hicimos esa noche.
Se volvió hacia Elisabeth.
Cuando se giró, encontró a Elisabeth de rodillas en el suelo, las manos juntas, el rostro empapado en lágrimas.
—Por favor —suplicó con un hilo de voz—. No le haga daño...Es solo un niño. Se lo ruego…
Dietrich la miró. Por un instante pareció más herido que amenazante, como un hombre desarmado por dentro.
¿Cómo podía pensar que le haría daño?
Y sin embargo… no podía culparla.
No había actuado como un hombre, sino como una bestia. Así la había tomado, sin delicadeza y sin concideraciones. Y del mismo modo, la había dejado después. Sin una explicación. Sin una mirada. Era obvio que Elisabeth debía verlo como un desgraciado, o pensar lo peor de él. Cualquier cosa. Y todas serían ciertas.
Dietrich se pasó una mano por el cabello con frustración, cerrando los ojos por un instante. Sentía el peso de la culpa como un hierro ardiente sobre los hombros.
—Elisabeth… levántate —dijo al fin, con voz baja, áspera.
Ella lo miró con desconcierto, como si no comprendiera del todo lo que acababa de oír. Tenía los labios tensos, la mirada velada por una mezcla de miedo y súplica.
Dietrich se acercó unos pasos y extendió una mano hacia ella, con una súplica que rara vez permitía asomar en sus gestos.
—El suelo es frío… Por favor, ponte de pie.
Elisabeth tragó saliva con nerviosismo. Miró su mano, vacilante, pero no la tomó. En cambio, se incorporó por sí sola. El silencio que los rodeó fue denso, impenetrable.
Sin dirigirle una sola palabra, ella se apartó rápidamente y fue hasta la cuna. Sus dedos temblorosos acariciaron las mejillas de Derrick, para comprobar que estuviera bien.
Dietrich la observó sin moverse, pero sus ojos se endurecieron de pronto cuando se posaron en Heinrich. La tensión en su mandíbula fue visible, como si contuviera algo a punto de estallar.
—Hugo —llamó con voz autoritaria.
La puerta se abrió al instante y un caballero apareció, haciendo una leve inclinación de cabeza.
—Sáquenlo de aquí.
El tono de Dietrich fue seco, inapelable.
—¡No! ¡Esto no puede...! —protestó Heinrich, dando un paso hacia adelante, la desesperación agitándole la voz.
Pero nadie lo escuchó. Dos de los hombres de Dietrich entraron sin miramientos, sujetaron a Heinrich por los brazos y comenzaron a arrastrarlo fuera. Las protestas se ahogaron tras la puerta que se cerró con un golpe seco.
La habitación quedó en silencio, salvo por el leve murmullo de Derrick en su cuna. Elisabeth no se volvió. Dietrich tampoco se movió.
Ambos estaban de pie. Pero con las bocas cerradas y un nudo en la garganta.
Traía médicos con él Dietrich
Q pasara si ese doctor q hecho le hizo algo y a ella la intimido con el bb y lo dejo ir así como así
Autora denos más capítulos /Chuckle/ jejejeje q intrigada me quede /Shy/. Gracias por su Novela.