En las tierras frías del Reino de Belfast, un niño fue arrancado de los brazos del amor y lanzado al abismo del desprecio. Victor, de apenas ocho años, sobrevive bajo el techo de sus propios enemigos, el Rey y la Reina que arrasaron su pasado. Lo llaman débil, lo humillan, lo marcan con su odio… sin imaginar lo que realmente duerme en su interior.
Esta no es la historia de un héroe elegido. Es la travesía de un alma quebrada que se arrastra por los escombros del trauma, el dolor y la soledad. Cada mirada de desprecio, cada palabra cruel, cada herida invisible es una chispa que alimenta una tormenta silente. Y cuando el momento llegue… ni el trono ni la sangre real podrán detener lo que ha nacido del silencio.
Un cuento oscuro donde no hay luz sin sombras, ni infancia sin cicatrices. Un viaje que transforma al niño temeroso en la incógnita más temida por todos.
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Capítulo 24 – El Primer Paso Hacia el Abismo
El sol apenas se asomaba entre las montañas cuando Víctor, con su nueva identidad y vestimenta, se adentró en la ciudad cercana.
Sus pasos resonaban sobre las piedras húmedas de las calles, mientras los comerciantes levantaban sus puestos y los primeros aventureros del día se dirigían al mismo lugar que ahora buscaba: el Gremio de Aventureros.
El edificio era robusto, construido de piedra y madera reforzada. Una gran insignia de un escudo y dos espadas cruzadas colgaba sobre la entrada. A su alrededor, el bullicio era constante: risas, discusiones sobre misiones y el tintineo de monedas llenaban el ambiente.
Víctor empujó la puerta. El interior era un amplio salón de techos altos, lleno de mesas de madera gastada, tablones de anuncios repletos de pergaminos de misiones y una larga barra al fondo donde varias recepcionistas atendían a los aventureros.
No pasó desapercibido. Su figura alta y su presencia serena llamaron la atención de inmediato.
Se acercó al mostrador, donde una joven recepcionista de cabello castaño recogido en un moño lo recibió con una sonrisa profesional.
—Buenos días, aventurero. ¿En qué puedo ayudarte?
Víctor, aún adaptándose a su nuevo nombre, habló con voz firme:
—Buenos días. Me gustaría aceptar una misión... pero no una de principiante. Busco algo un poco más desafiante.
La joven lo miró de arriba abajo, evaluándolo. Normalmente, los novatos pedían misiones de recolección o caza de pequeños monstruos, pero había algo en la mirada de este joven que la hizo reconsiderarlo.
—¿Ya estás registrado en el gremio? —preguntó.
—Sí. Registrado como Aster.
Ella asintió, revisando rápidamente un cristal mágico que parecía contener los registros.
—Bien, Aster. —dijo, volviendo su atención al tablón detrás de ella—. Tenemos algunas misiones de rango intermedio. Una patrulla de carreteras infestadas de bandidos, o la caza de un Fenrir Menor en los bosques del norte.
Víctor pensó por un momento. Necesitaba medir mejor sus habilidades en combate real, pero tampoco quería llamar la atención demasiado pronto.
—La patrulla de carreteras. —decidió.
La recepcionista sonrió y le extendió un pergamino sellado.
—Perfecto. La misión consiste en escoltar una caravana de comerciantes hasta el próximo pueblo, pasando por zonas donde se han reportado ataques de bandidos. Pago: 20 monedas de oro al completar el trayecto. Se requiere eliminar cualquier amenaza.
Víctor tomó el pergamino y asintió.
—¿Algo más que deba saber?
—Ten cuidado. Los informes dicen que estos bandidos no son simples saqueadores... últimamente, muchos de ellos parecen organizados, como si respondieran a alguien más.
Víctor entrecerró los ojos, agradeciendo la advertencia.
—Gracias. Partiré de inmediato.
Salió del gremio sin perder el tiempo. Afuera, la caravana que debía escoltar ya se estaba preparando. Carretas cargadas de mercancía, escoltas nerviosos y comerciantes ansiosos se agrupaban alrededor de los carros.
El líder de la caravana, un hombre corpulento de barba espesa, se acercó a él.
—¿Tú eres el refuerzo que el gremio nos prometió?
Víctor asintió en silencio.
El hombre frunció el ceño, dudando por un instante al ver su juventud, pero la determinación en sus ojos disipó cualquier objeción.
—Muy bien, chico. Partimos en cinco minutos. Mantente alerta... este camino huele a sangre desde hace días.
Víctor sonrió levemente, ajustándose la espada a la cintura.
—Estoy listo.
Y así, mientras la mañana apenas despuntaba, Víctor dio su primer paso real como aventurero, sin saber que el sendero que ahora tomaba lo acercaría cada vez más a su verdadero destino:
Destruir el reino que un día le arrebató todo.
Capítulo 24 – El Primer Paso Hacia el Abismo (Continuación)
La caravana partió poco después, moviéndose a un ritmo constante a lo largo del camino de tierra que atravesaba bosques espesos y colinas onduladas.
Víctor caminaba al costado de una de las carretas, su mirada alerta, su mano descansando ligeramente sobre la empuñadura de su espada de mithril.
Los escoltas veteranos al principio lo observaron con recelo. ¿Cómo no hacerlo? A pesar de su imponente altura y presencia, Víctor parecía demasiado joven para estar en un trabajo tan peligroso. Sin embargo, la calma en su rostro y la forma en que su cuerpo se movía con naturalidad —como un guerrero que había entrenado toda su vida— lentamente empezó a ganarse su respeto silencioso.
Durante la marcha, uno de los escoltas, un hombre de cabello desordenado y cicatrices en los brazos, se le acercó.
—Oye, chico... ¿primera vez en un trabajo así? —preguntó, no con burla, sino con sincera curiosidad.
Víctor sonrió levemente.
—Primera vez en una patrulla de carreteras, sí. Pero he peleado antes.
El escolta soltó una carcajada.
—¡Así me gusta! No necesitamos otro cobarde que corra al primer grito. —Luego, bajó la voz—. Pero igual... mantente cerca. Estos bandidos de ahora no son como los de antes. Están mejor equipados... y más sedientos de sangre.
Víctor asintió, manteniendo la guardia alta.
El grupo avanzó durante horas sin incidentes, pero conforme el sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo de naranja y rojo, un mal presentimiento se apoderó de él.
Los pájaros dejaron de cantar.
El viento soplaba de forma extrañamente irregular.
Y el bosque, que hasta entonces rebosaba de vida, ahora parecía contener la respiración.
Víctor tensó los músculos, sus sentidos afilados captando la tensión en el ambiente.
Entonces, lo escuchó:
Un silbido agudo.
—¡CUIDADO! —gritó, empujando a uno de los comerciantes hacia el suelo justo a tiempo para evitar una lluvia de flechas que descendió desde el bosque.
Los escoltas desenfundaron sus armas, formándose alrededor de las carretas.
—¡Nos emboscaron!
De entre los árboles emergieron figuras encapuchadas y armadas hasta los dientes. Sus movimientos eran disciplinados, y sus rostros ocultos tras máscaras de cuero negro.
Víctor desenfundó su espada de mithril en un solo movimiento fluido.
La hoja brilló bajo la luz moribunda del día, como si reaccionara a la sed de combate.
Los bandidos atacaron con ferocidad.
Víctor se lanzó al frente, moviéndose como una sombra.
Su espada trazaba arcos plateados en el aire, cada golpe certero, cada movimiento eficiente.
Un bandido cargó directamente hacia él, blandiendo una maza pesada.
Víctor esquivó el ataque con facilidad y, en un giro rápido, le cortó el tendón de la pierna, dejándolo caer antes de noquearlo con la empuñadura de su espada.
Otro bandido intentó apuñalarlo por la espalda, pero Víctor, como si pudiera sentir el peligro, giró sobre sus talones y desvió el ataque, propinándole un golpe directo en el pecho que lo mandó volando varios metros.
A su alrededor, el caos reinaba, pero Víctor se movía con la gracia de un lobo cazador, protegiendo la caravana y manteniendo el avance enemigo a raya.
Uno de los escoltas, sorprendido, gritó:
—¡Ese chico es un monstruo!
Finalmente, tras una brutal batalla de varios minutos, los pocos bandidos que quedaban huyeron de regreso al bosque, dejando atrás a sus compañeros caídos.
El líder de la caravana, jadeando, se acercó a Víctor.
—Nos... nos salvaste. —dijo, con gratitud y asombro en sus ojos—. ¡Maldita sea, eres mejor que cinco de nuestros hombres juntos!
Víctor, limpiando su espada, apenas asintió.
Por dentro, su mente estaba fría y enfocada:
Esto no era más que el principio.
Si quería enfrentarse algún día al Reino de Belfast... debía hacerse mucho, mucho más fuerte.
Mientras se ponía de nuevo en marcha hacia el próximo pueblo, oculto bajo su nueva identidad, Víctor sonrió ligeramente.
Un paso más cerca de su venganza.
Un paso más cerca de su destino.