Me Convertí En El Príncipe Heredero

Le terminé contando a la Santa sobre mi vida anterior y como llegó mi muerte al cruzar la calle, así como despertar en este cuerpo apenas cerré los ojos. También le mencioné sobre la novela y por un momentó temí que ella pensara que la historia no era más que un cuento rídiculo pero la Santa no parecía estar riéndose, es más, es como si creyera cada palabra que dijera y eso, incluso me alivió. Sentí que me estaba desahogando, era algo que nadie lo sabía y que no podía decirlo abiertamente.

— Y eso es todo. —Terminé.

Ella asintió y luego pareció pensar unos minutos.

— No puedo darte una respuesta ahora mismo, pero si he leído unos cuantos libros que hablan de otros mundos. Puedo investigar el tema por ti pero no te puedo asegurar nada, a menos de que me lo diga la Diosa por ella misma.

— Si, está bien, entiendo. En cualquier caso, tampoco te esfuerces mucho, las monjas me dijeron que la presencia de la Diosa también agota tu energía espitirual, así que si ocurre eso, procura descansar muy bien.

La Santa me observó con mejillas enrojecidas.

— Esta bien .. pero .. ¿P-Prometes regresar?.

— Claro que si, además, su salón de Herbología es muy interesante. Me gustaría aprender de eso la próxima vez que venga aquí.

— ¡Trato!.

Ese fue mi último día de mis deliciosas vacaciones.

Al día siguiente, comenzaron a llegar carruajes de todo tamaño y color, rodearon todo el templo y eran tantos que los sacerdotes creyeron que no habría espacio suficiente. Las monjas decoraron el Templo con flores y objetos sagrados, también sirvieron una mesa con diferentes bocadillos.

Poco a poco, el Templo comenzó a llenarse de nobles. Era una vista agradable, también había niños corriendo de un lado a otro.

— ¿Todavía no sabe como colocarse la chaqueta?. —Dijo Noah, quien me ayudaba a vestirme para la ceremonia.

— Si te dijera que andaba usando una toga y mostrando el pecho porque no encontraba las cuerdas. —Respondí con pena.

— Si, lo escuché, cuando caminé hasta aquí, las monjas solo hablaban de eso. —Noah suspiró y terminó por ayudarme de colocar la capa.— Ya está, todo está listo.

— ¡Bien!

Una vez que salí de mi habitación, caminé hasta llegar al corazón del Templo. Allí los nobles ya estaban sentados y también otros invitados, incluidas a la monja Dana, quien me contó sobre su panadería y a la monja María, quien me jaló de la oreja. Quizá fue poco tiempo que estuve aquí pero me divertí mucho, espero regresar después. Incluso logré ver a Richi que como siempre, me saludaba con una sonrisa pero por otro lado, la Reina, solo asentó con la cabeza. Cuando avancé hacia adelante y pasando a los nobles, la Santa se presentó frente a mí, con un vestido mucho más elegante con el que solía usar. Y frente a ella, sostenía una copa de agua sagrada.

Con unas palabras de la Santa, procedió a entregarme la copa que mantenía en sus manos, la cual tenía que beber y por sorpresa, me di cuenta que esta vez no sentí nada en mi estómago, la monja María tenía razón, al final del día, el agua sagrada iba a ser aceptada en mi.

Cuando la Santa finalizó su discurso, bajó del podio y ahora subió el Rey. Hizo lo mismo que la Santa, narró los hechos del pasado y como hemos ido avanzando conforme pasaban los años. Su charla fue extensa pero al finalizar, comenzó con las palabras importantes.

— Yo, Felipe Albert Sonderbug-Holstein, le entrego formalmente el título de Príncipe Heredero a Lancelot Sonderbug-Holstein, quien recibió la bendición de la Santa, representando al Templo Sangrado, esperando que sus decisiones, apoyo y su inmensurable conocimiento, nos guíe por el camino que toque la luz del Sol.

Cuando las palabras del Rey sonaban, me colocó una corona sobre la cabeza y a su vez, me entregó el pergamino en las manos, cuyo contenido era el título oficial de Príncipe Heredero.

— ¡Larga vida, al Imperio Landcaster!

— ¡Viva!

Pétalos de rosas comenzaron a caer, dando por finalizado el evento y yo, sostuve con gran fervor el título que ahora mantenía en mis manos. Ahora podía moverme como quisiera y ya no bajo la sombra del Rey.

Algunes nobles se acercaron a mi para estrechar mi mano, otros me felicitaron y decían que esperaban trabajar conmigo, incluso algunos niños me entregaron algunas flores. Todo parecía estar yendo bien, incluso, Lady Angelica se acercó a mi, con una sonrisa.

— Felicidades, Lancelot.

— Muchas gracias. —Respondí.

Sin embargo, se acercó a mi para abrazarme de manera repentina pero esta vez, le dejé hacerlo, quizá porque era una celebración, al fin y al cabo. Terminé saliendo de ahí y Noah también me felicitó, incluso bromeé con que esperaba comer su tarta como recompensa. Luego, me acerqué a las monjas y a la Santa para poder despedirme de ellas.

— Les agradezco por ayudarme en estos últimos días, no duden en contactarme si necesitan ayuda. —Les dije.

— Claro que lo haremos

— Cuidese mucho, príncipe Lancelot

— Por favor no se olvide de nosotras.

— Dijiste que volverías. —La Santa, tenía las mejillas enrojecidas y como era costumbre, ni siquiera me miraba a los ojos.— Será mejor que cumplas con tu palabra.

— Claro que si. —Me arrodillé ante la Santa, tomé su mano y besé sus dedos.— Con la bendición de la Santa, sé que puedo lograr todo lo que me proponga.

Escuché murmullos por parte de las monjas y que simplemente preferí no tomar en cuenta, ya que efectivamente contaba con la bendición de la Santa. Incluso sentí una calidez en el pecho, como si ahora se fuera a abrir un mundo nuevo y al mismo tiempo, que tampoco debía confiarme.

Me alejé del Templo, listo para subir al carruaje.

Solo queda un año para la muerte de Lancelot, tengo que estar preparado para cualquier situación que suceda. La historia puede seguir cambiando y no quiero que me tome desprevenido.

— Joven amo. —Noah abrió la puerta del carruaje.— ¿O como prefiere que lo llame ahora?.

— Lance .. —Sonreí y luego subí el pie hasta el escalón del carruaje.— Tu puedes llamarme Lance, para el resto, soy el Príncipe Heredero.