En la penumbra de un mundo que pocos osaban mirar, nacía una niña destinada a cargar un deber más grande que ella misma. Su sangre era un puente entre mundos: mitad vampiro, mitad bruja, y su destino ligado a uno de los seres más temidos de la noche: El Príncipe Vampiro
Su existencia, frágil y poderosa a la vez, despertó susurros de miedo y esperanza entre aquellos que conocían la verdad. Nadie podía tocarla sin consecuencias, y nadie debía apartarla de su camino: la unión con el príncipe no era un capricho, era un deber. Una unión que cambiaría el equilibrio dos mundos y que, de alguna manera, dependía de su supervivencia y su aceptación.
¿ El único problema? : Ambos se odiaban y ella odiaba el Clan.
⚠️❗️🔞 - Bocavulario inapropiado, Amoríos, maltrato emocional, Sangre .
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Isabel..
Richard permanecía de pie frente a la ventana de su habitación.
La noche era tan silenciosa que el roce de la brisa contra el cristal sonaba como un suspiro antiguo.
Había cerrado la puerta con llave.
Sus manos se apoyaban en el alféizar mientras miraba la luna, pero sus ojos no veían el presente.
Veían otro tiempo.
El patio del castillo estaba lleno de luz aquella tarde.
Las flores del jardín parecían más vivas que nunca, y entre ellas caminaba ella, con esa calma que desarmaba a cualquiera.
—Te pierdes otra sesión de estrategia —le dijo el joven Richard, mucho más impulsivo entonces, con media sonrisa mientras se cruzaba de brazos.
Había bajado al jardín solo porque la había visto desde la galería.
—Y tú te pierdes la oportunidad de mirar el cielo en vez de mapas de guerra —respondió ella, sin siquiera volverse, inclinada sobre unas flores que parecían responderle con más color.
Richard rió, un poco incómodo.
No estaba acostumbrado a que alguien le respondiera con tanta suavidad… y lo dejara sin argumento.
La primera vez que la vio, pensó que era frágil.
Pronto descubrió que había fuerza en esa serenidad.
Y sin darse cuenta, empezó a buscar cualquier excusa para cruzar palabras con ella.
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Esa imagen se desvaneció, reemplazada por otra.
Una noche lluviosa, en la biblioteca.
Ella estaba sentada frente al fuego, leyendo, el cabello húmedo pegado a las sienes.
Richard entró después de un consejo agotador, fastidiado, con la mirada oscura.
—Tu Rey no escucha razones —murmuró él, dejándose caer en un sillón cercano.
Ella alzó la vista, con esa media sonrisa que parecía apagar su furia.
—No es mi Rey, Richard. Solo es un hombre que carga con demasiado peso… igual que tú.. y yo..
Se quedaron callados un momento,escuchando la lluvia.
Fue entonces cuando Richard se dio cuenta de que, sin querer, se había apoyado en ella más veces de las que habría admitido.
Y que ya no era solo respeto lo que sentía.
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Un golpe seco en la memoria: la sala del consejo.
El Rey, joven aún, mirando a Richard con una mezcla de autoridad y tristeza.
—Sabes que ella no puede quedarse —dijo, con la voz baja pero firme.
—¿Por qué no? —replicó Richard,con dolor y rabia.—. Aquí tiene un lugar. Tiene gente que la protegería.
El Rey desvió la mirada hacia la ventana, como si no pudiera sostener la discusión.
—Porque el lugar al que pertenece es demasiado peligroso. Ella está metida en algo que ninguno puede ayudarla.Y porque… —se interrumpió—. Porque antes de que tú la miraras así… yo ya la amé. Y no pienso dejar que la maten.
La frase cayó entre ellos como un hierro candente.Richard dio un paso adelante, furioso, pero se contuvo.El respeto que aún le tenía al Rey fue lo único que evitó que aquella noche terminara en un duelo.
No volvió a mencionar el tema.
No en voz alta.
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En el presente, Richard apartó la vista de la luna.Sus manos se cerraron en puños, recordando cada mirada, cada palabra no dicha.
La última vez que la vio, ella llevaba un abrigo oscuro, lista para partir.
—No puedo quedarme —le dijo entonces, con una tristeza que pesaba más que la culpa—. Si lo hago, lo pondré todo en peligro.A ti… y a él... Por favor, cuida a mis niños.. Y se paciente con Evelyn, ella es más parecida a mi si eso ayuda.
Richard no tuvo palabras. No quiso mirarla irse, pero tampoco la detuvo. El Rey apretó las manos, mirando a Evelyn dormir en esa cuna.
Para luego solo ver sombras negras perderse con su figura.
– Esa niña es la culpable de todo. Y lo sabes. No esperes mi nobleza con ella.
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El hombre que ahora miraba la noche en silencio sabía que había amado a esa mujer tanto como había odiado los secretos que los separaron.
Sabía también que el Rey había compartido ese amor.
Y que en algún punto, todos habían perdido.
Por eso no podía contárselo a Evelyn.No todavía.
Porque no era solo un secreto: era una herida que nunca terminó de cerrar.
Esa noche, bajo la luna que alumbraba con mas fuerza ante el, Richard murmuró para sí:
—Te fallé… y ahora estoy fallándole a ella. Soy un pésimo padre. La lastime tanto Isabel.. Cuanto lo siento
La brisa nocturna se coló por la ventana, moviendo apenas las cortinas, como si el pasado respondiera con un suspiro. Mientras sus sollozos eran su compañía en esa oscura habitación
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