Reviví de entre los muertos, eso suena descabellado pero es prácticamente lo que sucedio.
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Capitulo: 23
MORGAN.
Recorrí el hotel con la mirada, buscando alguna pista o indicio de lo que me depararía este viaje, pero no encontré nada.
Caminé hacia el elevador, seguida de cerca por Hunter, Caleb y sus hombres.
—¿Reservaste mi habitación? —pregunté al pelinegro.
Caleb me dedicó una mirada
confundida. Suspiré con pesadez y negué con la cabeza antes de presionar uno de los botones del elevador.
—Perdón, es la costumbre —murmuré.
—Tranquila, entiendo que no te guste compartir habitación con Elijah —respondió Caleb.
—Y a todo esto, ¿cuándo se casan, chicos? —preguntó Hunter.
Su pregunta me hizo sonreír mientras observaba a Caleb estudiarlo minuciosamente.
—¿A qué viene tu pregunta, Hunter? Te pagan por cuidar su vida, no por saber todo lo que sucede en ella.
—Tampoco es para que lo trates así, Caleb. Él tiene más derecho a preguntar y a interesarse en mi vida, ya que llegó mucho antes que tú o el mismo Elijah.
No deberías tratarlo como si no fuera nada.
—Entendido.
Nadie más dijo nada. Nos mantuvimos en silencio hasta que llegamos al piso de las habitaciones reservadas. Caleb y yo tomamos nuestras cosas y entramos en la habitación que nos correspondía para instalarnos y descansar.
Varias horas después, me encontraba en la cama con mis auriculares puestos. La canción de Sweater Weather sonaba y dejé caer mi espalda sobre el colchón. A los pocos segundos, sentí que el lado derecho de la cama se hundía. Abrí un ojo y me encontré con Caleb. Su boca se movía, articulando palabras que no podía entender. Me quité los auriculares y lo miré.
—¿Decías algo?
—Sí, tenemos que hablar de algo que no te había dicho. Dado que la boda está cada vez más cerca, es importante que estés al tanto de esto.
Asentí, no muy convencida. Me incorporé para prestarle total atención. Frunció sus cejas y sus labios se curvaron en una sonrisa ladina casi imperceptible.
—¿Tengo que tener hijos para poder casarme? Porque si es así, lamento decirte que eso sería totalmente imposible.
—No. El punto es que, una vez que estemos casados, todo lo tuyo será completamente mío y viceversa. Por lo tanto, si mueres… yo me quedaré con todo.
Sus palabras salieron en un pequeño susurro. Noté que tragó con dificultad antes de atreverse a mirarme con sus ojos grises.
—Entonces, si tú mueres, ¿todo sería completamente mío?
—Sí, eso mismo… ¿Planeas matarme?
Levanté una ceja con diversión y lo miré, ladeando la cabeza lentamente. Me encogí de hombros y negué.
—¿Crees que te mataría por algo que realmente desearía nunca haber tenido? No me interesa la estúpida mafia, Caleb. Yo solo quiero venganza.
—¿Eso significa que aún quedan personas de las que vengarte?
—¿Por qué tantas preguntas?
—¿Por qué tantas evasivas?
—¿Esto es una entrevista o una conversación?
—¿Por qué respondes a mis preguntas con otras preguntas?
—¿Por qué no eres directo?
—¿Por qué no…?
No pudo terminar la pregunta. El timbre de la habitación lo interrumpió. Ambos nos miramos fijamente, ninguno dispuesto a ceder. El timbre seguía sonando, pero nadie se movía. La guerra de miradas fue interrumpida cuando la puerta de la habitación fue derribada.
Ambos miramos a la persona responsable. Rodé los ojos con diversión al darme cuenta de que Hunter nos apuntaba con un Ak-47.
—¡¿Qué demonios te pasa, Hunter?! ¡Ahora tendremos que pagar la maldita puerta!
—¿Qué me pasa a mí? Estuve tocando la puerta por varios minutos y no respondían. Pensé que les había pasado algo.
Caleb se pasó las manos por su cabello, despeinándolo en el proceso, se levantó de la cama y caminó hacia la puerta para inspeccionarla.
—Probablemente lo agreguen a mi cuenta. Gracias, amigo, gran regalo de bodas.
—Sí, bueno, los rusos los están esperando en la sala de juntas que tu padre organizó.
—No son rusos, Hunter, son…
—Bueno, lo que sean… rusos, alemanes, italianos, son la misma basura mafiosa.
Me levanté de la cama, me arreglé un poco el cabello, me puse mis zapatillas y salí de la habitación sin esperar a ese par.
Caminé despacio, atenta a mi alrededor, hasta que llegué a la sala de juntas. Afuera, me detuve, esperando que llegaran para poder entrar. Al escuchar varios insultos y algunas risitas burlonas apenas perceptibles, miré por encima de mis hombros y los vi con diversión. Un pequeño recuerdo de cuando Caleb recién llegó a mi vida inundó mi mente. Recordé las risas divertidas, las tardes en la piscina y los días de fiesta.
Extrañaba mucho eso.
—¿Sabes qué se supone que haremos aquí? —le pregunté a mi prometido.
Se posicionó a mi lado y me tomó de la mano. Él negó y me dio una sonrisa tranquilizadora.
—No, pero todo estará bien.
Hunter está con nosotros y tengo un equipo de guardaespaldas listos para actuar en cualquier momento si notan algo fuera de lo común.
—Bien, entonces hagámoslo.
Empujó la puerta sin mucha fuerza, solo la necesaria para que nos permitiera entrar. Al hacerlo, nos encontramos con varios hombres uniformados que nos miraban con neutralidad, recorriéndonos de la cabeza a los pies. El sonido de una mano golpeando el pecho de Hunter atrajo mi atención. Sin pensarlo, solté la mano de Caleb y caminé hacia el hombre que resguardaba la puerta.
—Él viene conmigo.
—Las órdenes fueron muy claras: solo los futuros dueños de las mafias más grandes.
—Es mi mano derecha. Sin él no tengo ninguna conversación, ningún trato y mucho menos ningún acuerdo entre territorios y mafias.
—Tal parece que la señora Morgan tiene más agallas que muchos en este mundo.
Miré de reojo al hombre. Tenía una barba tupida, llena de canas, y una cara cansada.
Algunas arrugas se acentuaban en su frente y las cataratas en sus ojos decían mucho más de lo que aparentaba.
—Señorita, todavía estoy soltera y comprometida. El título de señora lo tendré en unos días.
—Debo admitir que me cautiva más su manera firme y altanera de hablar y actuar que su físico atractivo y caótico.
Volví mi vista al hombre de la puerta. Él miró por encima de mi hombro y al instante apartó su mano de Hunter, dándole acceso. Me alejé de él y caminé hacia la gran mesa, llena de varios miembros de distintas mafias que prestaban total atención a mis movimientos y a los de Caleb.
—Mi padre dijo que querían hablar específicamente con mi mujer y conmigo.
—No te pertenezco, así que evítate lo de “mi mujer”.
Crucé una pierna sobre la otra y uní mis manos sobre la mesa mientras recorría con la mirada a todos los presentes.
—Si esto es para una alianza, lamento informarles que están perdiendo su tiempo, ya que probablemente no lleguemos a un buen acuerdo.
—Claro que se trata de una alianza, señorita Morgan. Queremos que pospongan su boda un año más. Tenemos buenas ofertas para ustedes, muchos proyectos en la puerta esperando por cada uno.
Negué rotundamente y me levanté de mi asiento. Tomé la mano de Caleb y tiré de ella para que se pusiera de pie. Una vez que lo hizo, caminamos hacia la puerta para salir, pero la voz del hombre me hizo detenerme en seco.
—Entonces permítame hablar solo con usted. Conocí a su madre… Podría decirle muchas cosas de ella.
Lo miré por encima del hombro y solté la mano de mi acompañante. Les di una mirada a ambos chicos y di un paso atrás para que entendieran que me quedaría.
—Vayan ustedes, yo los alcanzo. Estaré bien, se lo prometo.
Cuando todos salieron de la habitación, cerré la puerta y miré el reflejo en el cristal. Pude ver cómo el hombre me recorría con la mirada antes de negar para sí mismo.
—Eres tan idéntica a tu madre.
—¿Cómo sabes tanto de ella?
—¿Cómo no saberlo si crecí con ella?
—No entiendo, ¿eras su amigo de la infancia?
—Su hermano, es decir…
—Mi tío.
Mi voz se quebró al decir esas dos palabras. Me giré para mirarlo, todavía consternada.
—Hola, sobrina.