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Pequeña Rebelde

Pequeña Rebelde

Status: En proceso
Genre:Embarazo no planeado / Profesor particular / Amor-odio / Diferencia de edad / Donde hubo fuego cenizas quedan
Popularitas:4.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Miry - C

La mujer con la que se iba a casar murió en el altar, pero Adiel Mohamed no podía superar es emomento, hasta que regresó a su pueblo, y unos ojos verdes los flecharon.
Se enamoró perdidamente de Kiara Salma, la sobrina del capataz de su hacienda, una chiquilla que su madre odiaba con toda el alma. Pero eso no impidió que Adiel la amara, y la convirtieran en su todo.
Lo único que logró apartarlo del lado de su amada, fue que era menor de edad, sobre todo, era su alumna, y estaba prohibida para él, en todos los sentidos.
Decidió marcharse, y regresar cuando ella fuera mayor de edad, pero antes de partir, la hizo suya, marcando la como suya, pensando en su regreso convertirla en su esposa. Pero cuando regresó, Kiara ya no estaba, ella había desaparecido. Y su padre habría muerto, lo que le dejó destrozado y desdichado por cinco años, hasta que la volvió a ver, con una niña en brazos, la cual supo inmediatamente que era su hija.
Pero resultaba que Kiara lo odiaba.

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Muy curiosa.

Una vez que llego a la salida, escucho el claxon del auto y me detengo, me cruzo de brazos y pongo los ojos en blanco. Una vez que subo al antes nombrado, Adiel arranca y se desvía por el camino más largo. El silencio perdura y no entiendo: ¿A qué coño me trae por este lugar? Carraspea su garganta y es sinónimo de que va a hablar.

—Debes concentrarte más en la clase, veo que no atiendes cuando estoy explicando —aconseja, suscitando que entrecierre los ojos.

—¿Por qué ruedas los ojos? ¿Acaso te molesta mi consejo? —vuelvo a poner los ojos en blanco al mismo tiempo que suelto un suspiro.

—¿Solo para eso me pidió que suba a su auto, profesor Adiel? ¿Para decirme que ponga más atención en su clase? —ladeo la cabeza con los ojos cerrados.

—No, no es solo por eso, era porque quería llevarte a casa…

—No es necesario que lo haga, yo puedo caminar, así que pare el auto y déjeme aquí.

—¡Estás loca! No pienso dejarte aquí. Además, que te quede claro que no lo hago porque quiero, si te traigo es porque mi padre me lo pidió —confiesa con la mirada al volante.

Suspiro profundo y me cruzo de brazos, dirijo la mirada hacia la enorme hacienda en la que un día mi madre trabajó; fue ahí donde se enamoró por primera vez y rompieron su corazón, fue en ese mismo lugar donde dos malvadas y perversas mujeres la humillaron hasta hacerla sentir la mujer más miserable del mundo. Mi corazón se hace trizas al imaginarme lo triste que debió ser su vida. Abro mis ojos con asombro al ver varios hombres limpiando y pintando aquella casa, no puedo aguantar la incertidumbre y pregunto.

—Adiel, ¿por qué están limpiando esa casa?

—Eres muy curiosa, cupidita —musita con una sonrisa—. Hasta donde escuché, el primo se vendrá a vivir al pueblo, por eso están limpiando la casa.

¿Primo? ¿Será acaso que tengo un hermano? Mis ojos miran a Adiel con la ilusión de que cuente más, quiero saber si ese hombre que me engendró también se mudará.

—¿Vivirá solo? —inquiero y el semblante de Adiel cambia, carraspea su garganta y suspira.

—No, no vivirá solo, vendrá con su esposa.

—¿Cuántos años tiene? —cuestiono y me mira, oprime los labios y farfulla.

—Definitivamente te gusta el chisme, o voy a creer que te interesa saber de mi primo.

Le doy un golpe en el brazo y se queja. En segundos me mira, impactándome con esos ojos azules. Mi corazón late fuertemente y esos segundos de distracción llevan al auto hasta la cuneta.

—Mierda —brama y golpea el volante.

Bajamos del auto y me cruzo de brazos. La llanta delantera está hundida hasta el fondo y seguramente no saldremos de aquí. Suspiro y lo miro. Adiel golpea la llanta trasera y me mira.

—¿Ahora qué? —cuestiono y sonríe.

—Caminaremos —abre la puerta del auto y saca su portafolio. De igual forma saco mi mochila y nos encaminamos.

—¿Cómo sacará ese auto, profesor?

—Llamaré una grúa —informa y sonrío.

—Aquí no hay grúas, profesor —me mira y frunce el labio. Si Adiel me sigue mirando así, creo que mi corazón no resistirá un minuto más y explotará.

—Vamos —refuta colocando su maletín en el hombro.

Suspiro y continúo tras él. De pronto se detiene y me mira.

—¿Qué pasa, cupidita? ¿No quieres caminar a la par conmigo? —esos ojos azules me miran dejando mis piernas sembradas. No comprendo cómo Leila pelo de lote puede traicionar a un bombón como Adiel, aunque pensándolo bien, el tío Félix también es muy guapo.

Le veo a Adiel sonreír y suelto un suspiro. Ruedo los ojos y continúo caminando. A zancadas largas paso por su costado y de pronto mi mochila es sujetada, provocando que me detenga en seco.

—Pesa mucho, yo te la llevo —musita tras de mí.

—No es necesario, yo puedo —mascullo y continúo.

Voy suspirando mientras camino. De pronto los pasos de Adiel no se escuchan. Sobre el hombro miro hacia atrás y le veo parado observando mi caminar. Por ir mirando hacia atrás, tropiezo con una piedra y caigo. De la caída mi rodilla se lastima. En ese instante veo a Adiel correr, coloca su bolso en el suelo y me mira directo a los ojos, luego baja la mirada a la herida y lleva ambas manos a mi rodilla.

—No me toque —mascullo y él me mira enojado.

—¡Te has lastimado y no dejas que te ayude!

—No necesito ayuda, esta herida no es nada grave.

Intento pararme, pero no puedo. Adiel refuta algo enojado.

—¡Déjame ayudarte!

Me toma de la mano y me ayuda a levantar. Una vez que me paro, quedamos frente a frente respirando el mismo aire que expulsamos. En segundos reacciono, doy dos pasos hacia un costado, tomo la mochila y la coloco en mi espalda.

—No camines muy rápido, cupidita, podrías caerte nuevamente —aconseja y hago oídos sordos. Lo que más quiero es alejarme de Adiel.

«Aquella tarde Adiel caminó por su costado y yo por el mío. Cuando llegamos a la otra vía, continué mi camino y no volteé hasta que llegué a mi casa. Ni siquiera me despedí a pesar de que él sí lo hizo. Una vez que llegué a la cabaña, me lancé a la cama.

Mi mente no dejaba de pensarlo y eso empezaba a darme miedo. El profe se estaba convirtiendo en alguien indispensable en mi vida. Después de sonreír como una loca al recordarlo, recosté mi cabeza en la almohada y lentamente fui cerrando mis ojos».

Me despierto y la noche ya se ha hecho presente. El tío Félix aún no ha vuelto. Algo dentro de mi pecho empieza a borbollarme y el toque en la puerta me hace saltar en el mismo lugar. Al abrir la puerta aparece frente a mí Diego, el mejor amigo de mi tío. Sus ojos están rojos, unas cuantas lágrimas ruedan de ellos y eso empieza a preocuparme porque él no es un hombre de llorar, y lo que más raro se me hace es no ver a mi tío con él, pues ellos dos son como uña y mugre, solo se separan para ir a dormir.

Soltando un suspiro me hace seña para pasar. Me hago a un costado e ingresa y llega hasta la sala. Una vez ahí se deja caer en el mueble, lleva sus manos al rostro y solloza.

Yo nunca lo había visto así. Diego es un hombre fuerte y jamás se doblega ante nada. Frunzo el ceño al mismo tiempo que me cruzo de brazos y cuestiono.

—¿Pasa algo? —Diego alza la cabeza y me mira con ojos llorosos.

—Kiarita, no sé cómo decirte esto.

—Decirme ¿qué? —cuestiono y empiezo a preocuparme más. En ese instante vuelve a sonar la puerta. Camino a abrir esperando que sea el tío; no obstante, el que aparece es Adiel.

—¿Qué hace aquí, profesor? —Adiel también tiene sus ojos lagrimosos. Mira hacia la pequeña sala y cierra los ojos para despejar la visión.

—¿Puedo pasar? —Niego porque no me gusta recibir hombres en casa mientras el tío no está.

—Mi tío no está, y mientras él no esté no puedo dejar ingresar hombres. Si dejé pasar a Diego es porque él es el mejor amigo de mi tío…

—¡Cállate! —grita y me mira rabioso— Parece que aún no sabes nada —acota.

—¿Saber qué?

—Kiarita, Félix está en el hospital —dice Diego y lo miro con ojos afilados.

—No me gustan esas bromas, Diego —informo molesta.

—No es ninguna broma. Félix cayó junto al caballo en la quebrada y…

Ladeo la cabeza al mismo tiempo que mis ojos se cristalizan.

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Liz Baez
Me encanta tu novela, espero que lo puedas actualizar pronto, besos bendiciones 😘
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