Una hermosa mujer renace en un mundo mágico y vive una noche inolvidable que cambiará su vida.
El mundo mágico también incluye las novelas
1) Cambiaré tu historia
2) Una nueva vida para Lilith
3) La identidad secreta del duque
4) Revancha de época
5) Una asistente de otra vida
6) Ariadne una reencarnada diferente
7) Ahora soy una maga sanadora
8) La duquesa odia los clichés
9) Freya, renacida para luchar
10) Volver a vivir
11) Reviví para salvarte
12) Mi Héroe Malvado
13) Hazel elige ser feliz
14) Negocios con el destino
15) Las memorias de Arely
16) La Legión de las sombras y el Reesplandor del Chi
17) Quiero el divorcio
18) Una princesa sin fronteras
** Todas novelas independientes **
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Contrato
Los tres días siguientes estuvieron tranquilos para Juliet y el gran mago… compartieron con William, como si la conversación anterior no hubiese existido… sin embargo, esa noche… Juliet le pidió que fuese a la oficina.
Juliet se presentó en la oficina con paso firme, llevando en sus manos un pliego sellado con el emblema de su familia. Su porte de marquesa y el brillo decidido en sus ojos hacían que nadie pudiera confundirla con una mujer sumisa. El Gran Mago la esperaba, seguro de que ella ya habría aceptado sin más, pero cuando vio el contrato, alzó una ceja intrigado.
Ignacio: ¿Qué es esto, Juliet? preguntó con esa voz grave que parecía llenar cada rincón del lugar.
Ella lo colocó sobre la mesa, sin titubear.
Juliet: Son mis condiciones… te las dije… pero, las palabras se las lleva el viento, por eso quedara todo firmado, de lo contrario… no hay acuerdo… para eso, es este contrato…
Lo miró directo a los ojos.
Juliet: Acepté tu propuesta de matrimonio por William, porque mi hijo merece protección, nombre y futuro… pero no me entregaré ciegamente a ti.
El mago sonrió, confiado, y con un gesto hizo que el pliego se abriera y comenzara a leerse en voz alta, como si las palabras se dibujaran en el aire.
Juliet leyó todas las condiciones las cuales estaban claramente descritas…
Ignacio: Eres la primera que se atreve a ponerle cadenas al Gran Mago de Lennox
Dijo con una media sonrisa…
Ignacio: Y lo haces sin temblar…
Juliet: No son cadenas, son límites… Si quieres casarte conmigo y ser parte de la vida de William, estas son mis condiciones.
Por un instante, él no respondió. Luego soltó una risa baja, casi divertida.
Ignacio: Muy bien, marquesa independiente. Acepto el contrato. Pero recuerda… los contratos también atan a quien los escribe.
Juliet lo sostuvo con la mirada, sin retroceder.
Juliet: Lo sé. Y por eso lo firmo yo también.
El pacto estaba hecho.
Juliet recogió sus guantes de la mesa tras dejar el contrato en manos del Gran Mago. Había una tensión entre ambos, un silencio denso, como si las paredes mismas contuvieran la respiración. Él todavía lo sostenía, y aunque intentaba disimularlo, no dejaba de mirarla con esa mezcla de asombro y curiosidad que ella le provocaba.
Antes de marcharse, Juliet se volvió hacia él. Su porte era impecable, su voz firme, pero en sus ojos había un leve rastro de cansancio, como si llevara demasiado tiempo sola luchando contra el mundo.
Juliet: Una última cosa. No quiero vestido ni fiesta. No hay nada que celebrar.
El mago arqueó una ceja, sorprendido.
Ignacio: ¿Nada que celebrar? ¿Ni siquiera la unión que asegurará el futuro de William?
Juliet negó suavemente con la cabeza.
Juliet: Esto no es un cuento de hadas, ni un triunfo romántico. Es un acuerdo, un contrato… una elección que tomo por mi hijo. No me vestiré de blanco para fingir ilusiones que no tengo. No quiero fiestas, ni banquetes, ni bailes que maquillen la realidad. Quiero verdad. Quiero respeto. Lo demás… me sobra.
Dicho esto, lo miró por última vez con esa firmeza que lo desarmaba más que cualquier hechizo, y salió de la oficina, dejando tras de sí el eco de sus pasos.
El mago quedó solo, con el contrato en la mano, y una certeza que lo descolocaba: Juliet no lo necesitaba. Era él quien la necesitaba a ella.
[Nunca nadie me había desafiado de esta manera. He tenido reyes rogándome favores, nobles arrodillados suplicando mi magia, mujeres que me han visto como un juego o un trofeo. Pero Juliet… Juliet no. Ella me puso un contrato frente a los ojos, como si yo fuese un hombre cualquiera, como si mi poder no pudiera hacer temblar en la tierra… Y, aun así, lo acepté. ¿Por qué? Porque en sus palabras sentí un filo que me atravesó. No eran caprichos, eran convicciones. Ella no me teme, no se deslumbra por mis encantos ni se doblega ante mi poder. Me exige respeto, me impone límites, y lo hace con la serenidad de quien sabe que puede perderlo todo, menos su dignidad. La lealtad… Ella me la exige. ¿Cuántas veces he jugado con la devoción de otras? Para mí, las mujeres eran un pasatiempo, un consuelo efímero, algo que se desvanecía con la mañana. Y ahora me encuentro ante una mujer que me dice: “O me eres leal, o me marcho con tu hijo”. ¿Y lo peor? Siento que no puedo, ni quiero, perderla. Su primera condición me hirió más de lo que admití: no renunciará a su vida, a su identidad. Quiere seguir creciendo, dirigiendo su casa de modas, brillando con su propia luz. ¿Y yo? Yo que todo lo soluciono con magia, yo que siempre arranco de raíz los obstáculos… ella me dice que seguirá siendo ella misma, aunque mi sombra intente cubrirla. Y William… Mi hijo. El contrato habla de él como si Juliet lo envolviera con un escudo de amor que yo no sé si alguna vez podría igualar. No quiere que lo marque con mi magia, no quiere que lo convierta en mi reflejo. Me duele, porque en el fondo quiero mostrarle el poder que corre en su sangre, pero también… también entiendo que ella sólo quiere que sea libre. Y libertad es algo que yo nunca supe dar. Ahora este contrato descansa en mis manos. Podría romperlo, reducirlo a cenizas con un chasquido. Pero no lo haré. No porque ella me lo imponga… sino porque en cada línea escrita siento una verdad que me desnuda... Es la primera que me mira como hombre, no como mago, príncipe, un Lennox…]
.ya déjenmelo tranquilo al pobre