Cristell obtiene una pasantía en una empresa de renombre. ¡Una oportunidad única! Sobre todo porque el CEO le da un puesto demasiado cercano a su corazón y así, ella descubre que su jefe se encuentra enamorado de una secretaria dulce. ¿Quién es esa señorita afortunada?
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CON LA QUE
—Me caes muy bien, eres una señorita muy agradable —Alejandra sonríe.
—¡Gracias! Usted también es muy agradable.
—Las hortensias son de mis flores preferidas. ¿Quieres ir a ver mi jardín?
—Sí, me gustaría.
La comida estuvo deliciosa. Massimo me dejó a solas con su madre, él tuvo que ir a una reunión y yo me siento bastante relajada.
Alejandra abre la puerta de cristal, el viento sacude los árboles frente a nosotras y de colores blancos hasta azules púrpura, las flores de su jardín son una belleza. Rosas. Gardenias. Hortensias. Dahlias. Lavandas. ¡Flores preciosas!
—Su jardín es muy bello —me atrevo a decir, mis dedos acarician los pétalos de una Dahlia.
—¡Gracias! Este es mi lugar favorito en el mundo. Vengo aquí a respirar, a leer y a meditar.
—Se respira tranquilidad aquí.
Su mirada conjuga bien con la mía, ella es una buena mujer.
—Quiero preguntarte algo.
—Por supuesto.
—¿Cómo conociste a mi hijo?
Su pregunta no me toma por sorpresa, no me siento nerviosa.
—Lo conocí esta semana. Buscaba una pasantía como capturista en MF y me la dieron, pero Massimo dijo que yo ocuparía el lugar de su secretaria. Así que sí, soy la secretaria del señor Ferrazzi.
Su oído está muy atento a mis palabras y sonríe.
—¿Conoces el diagnóstico de Massimo?
—Sí. Conozco su diagnóstico.
—¿Qué opinas sobre él?
Un colibrí llega al jardín, ambas dirigimos nuestra atención al ave y observamos cómo inserta su pico en una flor blanca. ¡Sus alas baten con mucha fuerza!
—Creo que es un buen hombre pero sé que hay duelo en su corazón.
—Hace quince días Massimo me habló de ti. Me dijo que había conocido a una señorita que le hizo sentir a salvo, le diste confianza —sus palabras me impresionan—. Él ha sufrido mucho desde que se enteró que es seropositivo, por años ha vivido en soledad y aunque tal vez no he sido la mejor al buscarle citas, estoy segura de que él te eligió porque también eres buena. ¡Irradias bondad! Lo percibí desde el momento en que hablaste por teléfono conmigo.
—No diga eso, no soy tan buena. Me esfuerzo por dar lo mejor de mí a las personas.
—Y eso es lo que yo quiero en la vida de mi hijo, él quiere enamorarse y darle todo a una mujer. ¡Tienes mi apoyo para salir con él! Cuando está contigo lo veo sonreír y el brillo en sus ojos no lo puedo comprar con dinero. ¡Gracias por aparecer en su vida! —Sus ojos se llenan de lágrimas, hay sentimientos en su voz y al instante me acerco para abrazarla—. Massimo a sufrido mucho y a veces me culpo por no haberlo protegido mejor. Me gustaría que el mundo fuese menos cruel pero entonces ¿cómo podríamos percibir la bondad de las personas generosas?
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Conduce, su mirada resplandece como el atardecer y la tranquilidad que siento a su lado comienza a transformarse en sentimientos. ¿Qué estará pensando en este momento? ¿Le dolerá alguna parte de su cuerpo? ¿A qué hora tomará su medicina? ¿Por qué soñar con un amor como el mío? ¿Y si le doy un abrazo?
—Gracias por llevarme a comer con tu mamá. Ella me cae muy bien —le hago saber.
—Tú le agradas mucho.
—Pasamos una buena tarde las dos.
—¿De qué hablaron?
—Cosas de mujeres.
Sonreímos.
—¿Quieres ir por un helado? —Desvía su mirada hacia mí y sus pupilas me parecen demasiado tiernas.
—Vale. Pero yo invito.
Toma la desviación hacia una plaza. Bajamos del auto, caminamos por el estacionamiento y entramos al centro comercial. Caminamos lento, él y yo, empleada y jefe, amigo y amiga, novio y novia. ¡No me siento incómoda!
Decido tomar su mano, entrelazo nuestros dedos, me mira a los ojos y mi sonrisa está dedicada a él. Su calor se mezcla con mi calor y el tacto se siente bien.
—Mi papá solía llevarnos a McDonald's y siempre nos compraba un cono de vainilla. ¿Quieres uno de esos? —Me atrevo a preguntarle.
Sus pupilas brillan.
—Sí, lo que tú me quieras comprar yo lo acepto.
Nos dirigimos a la zona de comida, nos acercamos a ordenar.
—Me das dos conos dobles, por favor —le pido a la señorita.
—Claro, enseguida se los entregan.
Un muchacho se acerca a la máquina y comienza a rellenar nuestros conos. Suelto la mano de Massimo, tomo unas servilletas de papel y recibo los helados.
Nos sentamos en una banca frente a una jardinera. Disfrutamos de la frialdad de nuestros helados.
—Tenía mucho tiempo que no comía helado —pronuncia él.
—¡¿De verdad?!
—Sí, la última vez fue en una fiesta que organizó mi familia el año pasado.
—Cerca de donde vivo ve en un helado de queso con zarzamora que está muy rico. Algún día te llevaré a probarlo.
Me mira, sonríe, disfruto de la cremosidad derritiéndose en mi lengua.
—¿Te gusta el helado?
—De vez en cuando. Lo que realmente me encanta son los dulces. ¿Ya lo has notado?
Se ríe.
—Siempre estás con un dulce en la boca.
—Bueno, casi siempre. Ahorita traigo vainilla en la boca —y sonrío.
Suena una melodía relajante, como si la canción irradiara estrellas y galaxias.
—¿Por qué elegiste estudiar ofimática? —Se anima a preguntarme.
—Porque mis padres querían que estudiara algo me permitiera ser dueña de mi tiempo.
—¿Cómo es eso?
—Quiero ser freelanceer. Mi sueño no es trabajar para una empresa o depender de un jefe.
—¿Y por qué tienes un jefe ahora mismo? —Me mira con picardía.
Sus cejas se miran lindas y su barba se vuelve un bosque oscuro a causa de su sonrisa.
—Es que eres buena onda —soy franca—. Solicité la pasantía para obtener mi diploma de especialidad. Quiero ser técnico en ofimática.
—¿Solo piensas ser mi secretaria tres meses? —Hay curiosidad en su pregunta y parece que esa idea lo pone triste.
—Sí. Solo quiero ser tu secretaria tres meses —no dudo en responderle—. Quiero que me enamores y que al conquistar mi corazón podamos ser más que amigos.
—¡¿De verdad?! —Está sorprendido.
—¿Puedo besar tu mejilla? —No me da pena pedirle.
Asiente con emoción. Me acerco más a él, se inclina hacía mí y entonces mis labios se impactan en su mejilla. Sus vellos me rozan el rostro, mi corazón se acelera y al alejarme, ambos nos sonreímos con ternura.
—Este beso, es el primer beso que le doy a un hombre que no sea de mi familia —confieso—. ¿Te gustó?
—Fue inesperado. ¡Me encantó!
—Deberías comer tu helado, se te está derritiendo —y le señalo unas gotas de líquido sobre su mano.
Acerca el barquillo a su boca y su lengua disfruta. ¡Es como un niño tierno!
—¿Quieres ir a dar la vuelta? —Propone.