Dany es un adolescente nerd con una vida común. Lo único que desea en esta vida es lo que todo ser humano normal aspira y estima: paz.
Pero pareciera que nunca la tendría con Marcos dando vueltas: despiado, altivo, arrogante...
Porque Marcos era el típico macho de la escuela que jugaba fútbol. Ese tipo de chico que miraba a las personas como Dany como insectos.
No había manera de escapar de lo que se le venía encima o acaso si podría domar a la bestia.
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Sangre, grafito y verdades rotas
Antes de salir hacia el taller me despido de mi madre que se dirige hacia el trabajo. Cuando llegó organizo todo para que el local parezca presentable a pesar del reguero de acuarelas y temperas que suele haber por aquí.
La lluvia araña los ventanales mientras organizo los lápices. Javi entra con puntualidad de soldado, empapado y con una caja de grafitos profesional grade que cuestan más que su chaqueta.
—¿Para qué tanto? —pregunto, señalando los lápices.
—Para que no digas que no tomo esto en serio —responde, evitando mirar los dibujos en las paredes. Mis dibujos.
Por una extraña razón, se queda mirando más de la cuenta dos de los bocetos que hay más allá, apartados del blanco que tengo listo para enseñarle: uno es de un pájaro con el ala rota( una mezcla de rojos y negros le dan un toque de sufrimiento) el otro es el detalle ampliado de las manos de Marcos y mías entrelazadas.
En sus ojos hay algo nuevo: el miedo del impostor que pisa tierra sagrada.
Le enseño a sostener el lápiz. Sus dedos, acostumbrados a puños, tiemblan al trazar una línea recta.
—¿Siempre fue así para ti? —pregunta sin levantar la vista— ¿Este... ruido en la cabeza que se calma solo al dibujar?
Asiento. Por primera vez, veo al niño que fue antes del odio. Su perfil está atento a lo que le enseño, a mí mano sobre la suya para guiarle.
Recuerdo cosas interesantes de objetos que vi en su mochila en el que nadie me veía husmear: Un lápiz maltratado en su mochila, borradores mordisqueados por ansiedad y una foto de una mujer joven con un niño pequeño( por los rasgos debía ser la hermana de Javier)
El corazón me golpea con algo nuevo:compasión. La siento por el monstruo que durante tres años estuvo maltratando mi cuerpo, encerrándome en taquillas y mangoneándome en Educación Física.
La puerta del taller se abre con un golpe seco. Marcos está empapado, con el cabello pegado a la frente y los ojos inyectados de rabia.
—Qué bonito —escupe, mirando mi mano sobre la de Javi— ¿Le enseñas a dibujar corazones también?
Marcos rodea la sala hasta los dibujos más allá...Los que Javier había mirado embelesado. Èl se levanta como un resorte, protegiendo el boceto del pájaro fracturado:
—¿Vienes a romper esto como rompiste todo lo que tocabas? — dice Javier con ira — tanto tú como yo sabemos de lo que somos capaces—
Al notar la tensión en el ambiente solo puedo tragar saliva. Siento mi corazón bombeando aún en mis oídos.
El aire se espesa con el olor a lluvia y odio
Marcos avanza hasta quedar cara a cara con Javier. Los dos se asesinan bajo un fuego de miradas que también promete hacerme arder a mí sino para esto.
—Tú no mereces ni mirar sus dibujos, Torres — escupe el apellido con obvia repugnancia — Menos tocarlo.
Javier toma ágilmente en un movimiento de lado, un lápiz con punta afilada del cabestrillo que está más cercano.
—¿Y tú? ¿Mereces su perdón después de hacerlo llorar cada día? — el se mofa blandiendo el lápiz como una espada — esa es la gran diferencia entre tú y yo —
Marcos suelta una risa amarga. Yo estoy al punto de desmayarme. Por un segundo dirijo mi vista al ventanal del local y noto pesadas nubes negras poblar el cielo.
—¡Al menos yo no me escondo tras botones robados y mensajes patéticos — Marcos pone una sonrisa sádica — te gustó ser mi sombra por tres años... ni recoger mis sobras sabes —
Algo en el cuello de Javier palpita.
—¡Él me eligió hoy! ¡A mí! — le señala de nuevo con la punta.
Mi silencio es el campo de batalla donde chocan sus gritos.
Javi muestra el botón azul en su palma. Lo mira con una devoción de un devoto. Marcos enrojece de la rabia mientras observa como èl acaricia el objeto con ternura... Como si en realidad no se atreviera a decirme que en vez del botón, quisiera hacerlo conmigo.
—¿Sabes por qué lo guardé, Rojas? ¡Porque él siguió sonriendo ese día a pesar de ti!—
Eso fue todo, la cordura de Marcos se fue volando por la ventana, lo embiste como un toro. El tablero de dibujos cae en una explosión de papeles. Javi devuelve el golpe con el mismo puño que hoy aprendió a trazar sombras. Yo solo puedo intentar mediar, pero en uno de esos intentos soy lanzado hacia atrás con crudeza, contra la mesa de papeles machè
—¡BASTA! —grito, pero soy invisible — por favor, por favor... No hagáis esto—
Veo la transformación: Marcos ya no es mi protector, es el monstruo que temía en el pasillo. Javi ya no es el intruso, es el niño herido que quema lo que anhela.
Los dos ruedan por toda la sala, cuando intento desapartaelos otra vez, recibo un tortazo que me deja sentado en el suelo. No sè en que momento sucedió pero veo sangre en la camiseta de Marcos donde el pecho y en el caso de Javi en la zona del hombro.
El cúter reluce como arma mortal más allá en el suelo. Ambos se miran con un odio imposible de apagar
Incluso capto moretones de mordidas.
Cuando Marcos clava un puñetazo en el costado de Javi, algo se rompe dentro de mí.
En el tercer intento de acabar con esto, me mancho con la sangre de ambos. El olor cobrizo del liquido vital me marea.
Manchado de grafito y sangre ajena, solo me queda intentar hablar la verdad
—¿Saben lo que veo? —mi voz corta sus respiraciones—Dos cobardes.
Se quedan paralizados. Me miran como si el mundo fuera a derrumbarse si no me ven cerca. Ya no puedo contener mi lengua y lo que sale de ella es para fulminar a quien se interponga.
—Tú que conviertes el amor en propiedad — señalo a Marcos — hasta cuando serás la bestia egoísta.
—Y tú —giro hacia Javi— que confundes obsesión con redención.
Recojo mi mochila bajo la lluvia que ahora entra por la ventana rota. Porque estos dos animales también hicieron de mi lugar de paz (donde podía escapar del mundo) un desastre.
Con todo el dolor que tenía contenido por presenciar toda aquella escena de violencia hablo:
—Busquen otro campo de batalla, mi nombre ya no será su excusa — mi mirada se oscurece — para dos cobardes que no saben redimirse.
Camino bajo el aguacero sin mirar atrás, pero en el charco a mis pies, veo el reflejo:
Marcos de rodillas entre papeles arrancados, el puño sangrante( no se cuando se hizo esa herida) hundido en un dibujo de nuestras manos entrelazadas.
Javi recogiendo el botón azul del suelo embarrado, limpiándolo en su camisa como si fuera una reliquia sagrada.
Y yo... por primera vez en mucho tiempo, me siento libre.