Jamás imaginé que la pantalla de mi móvil pudiera cambiar mi vida y mucho menos destruirla.
NovelToon tiene autorización de ariana mejia para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Cuando uno ya no puede hacer más
Pasaron tres días desde que empecé a tramitar el pasaporte. La cita estaba programada para dentro de una semana, y entre los mensajes constantes de María y Elías, las miradas cómplices de mi mamá y los abrazos silenciosos de mi abuela, todo parecía avanzar como ellos querían.
Menos Mariana.
Desde aquella noche en que me preguntó si era lo que realmente deseaba, se volvió distante. Ya no me acompañaba a la cocina, ni se quedaba en mi cuarto a hablar como antes. Y Max… simplemente desapareció. No me escribía. No me saludaba.
Hasta que aquella tarde, Mariana volvió a entrar a mi cuarto.
Traía un sobre en la mano, y su mirada era distinta. Ya no había enojo, ni lágrimas. Solo una serenidad extraña. Una resignación que me dolió más que cualquier grito.
—¿Tienes un momento? —preguntó, como si ya no fuéramos mejores amigas.
—Claro —dije en voz baja, dejando el celular a un lado.
Se sentó en la orilla de mi cama, mirando hacia la ventana.
—Nenita… no vine a pelear —comenzó—. Solo quiero hablar contigo… como la amiga que siempre he sido. Y si después de esto decides seguir igual, lo voy a entender. Pero al menos quiero que sepas lo que pienso, sin enojo.
Asentí. Me senté más derecha. El corazón me latía con fuerza.
—Te conozco desde que éramos niñas —siguió—. He visto cómo te reías, cómo soñabas con viajar, con estudiar, con ser algo más que “la novia de alguien”. Y desde que estás con Elías… no queda casi nada de eso.
No dije nada.
—Sé que estás asustada —continuó, con la voz suave—. Que lo del SOP, la operación, la posibilidad del tumor… todo eso te paralizó. Y lo entiendo. Pero estás eligiendo algo que no viene de ti. Viene del miedo, nenita. De la presión. De la culpa.
—No es tan sencillo, Mariana —susurré.
—Lo sé —asintió—. Y no te juzgo por tener miedo. Pero sí me duele que estés usando tu cuerpo, tu vida, tu futuro… para complacer a los demás. Para no decepcionarlos. Para no perderlos. Porque aunque no lo digas… sé que crees que si no haces esto, se van a alejar de ti. Que si no cumples con esa expectativa, nadie te va a querer.
Me mordí el labio. Sentí las lágrimas subir, pero no las dejé caer.
—No quiero verte atrapada en algo que te robe todo lo que eres. Y no quiero seguir aquí viéndote renunciar a ti misma. Porque eso también me rompe. Cada día.
Hubo un silencio largo. Doloroso.
—¿Y si me equivoco? —pregunté, apenas audible—. ¿Y si me opero y sale mal? ¿Y si sí muero?
Mariana me miró, sus ojos brillosos.
—Entonces al menos habrás tomado una decisión por ti. Habrás vivido lo que te quedaba siendo tú. No la versión que ellos quieren.
Mis manos temblaban.
—No puedo…
—Lo sé —dijo de pie, dejando el sobre en mi buró—. Por eso me voy a alejar, Isa. Porque te quiero tanto, que estar cerca ya me duele. Y si tú no puedes cuidarte… yo sí tengo que cuidar de mí.
Se acercó y me dio un beso en la frente.
—Te amo, nenita. Siempre. Pero no puedo seguir viendo cómo te apagas.
Y salió.
Dejándome sola.
Con mis silencios. Con mis decisiones.
Horas después, recibí un mensaje de Max.
"Vi a Mariana. Me contó todo. No voy a decirte lo que ya sabes. Solo quiero agradecerte por los buenos momentos. Pero hasta aquí llego yo también. Cuídate, Isa."
No contesté.
No tenía palabras.
Esa noche, el cuarto estaba más silencioso que nunca. Ni siquiera el ruido de la televisión podía distraerme. Toqué el sobre que Mariana había dejado.
Dentro había una foto nuestra. Teníamos doce años, abrazadas en el parque, riéndonos con helado en la cara. Y una nota escrita a mano.
"Si un día te sientes sola, recuerda que siempre tuviste a alguien que te quiso sin exigirte nada. Te espera el mundo, Isa. Solo sal a buscarlo, sin cadenas."
Lloré.
Por lo que fui.
Por lo que dejaba ir.
Por lo que estaba a punto de hacer… sin estar segura de quererlo.