Latidos Prohíbo

Leo la miró de reojo mientras conducía. No le gustaba ver a Isa tan nerviosa, pero sabía que no era el momento para preguntarle. “Tranquila, Isa, vamos rápido.”

Isa asintió sin mirarlo, su mente en otro lugar. “Gracias... solo... necesito llegar.”

Leo manejó en silencio, su preocupación crecía. Algo le decía que Isa estaba pasando por algo más grande, pero no lo entendía bien. Sabía que no podía dejarla sola.

Finalmente, llegaron a la casa de Isa. Ella salió corriendo del coche, sin esperar a que Leo se ofreciera a ayudarla. En la entrada, vio a su hijo con cara de miedo y a Mariana en el sofá, con el tobillo claramente hinchado.

“¡Mamá!” gritó su hijo y corrió hacia ella.

Isa lo abrazó con fuerza. “Tranquilo, hijo, estoy aquí.” Se agachó para mirar a Mariana, que lloraba. “¿Cómo te sientes, hija?”

Mariana no pudo sonreír, pero trató de hacerlo. “Me duele mucho, mamá.”

Mientras Isa iba a buscar el botiquín, Leo se quedó parado en la entrada, mirando a la niña. Mariana estaba sentada en el sofá, con el tobillo claramente hinchado. Leo dio un paso hacia ella, un poco desconcertado. No esperaba encontrar a Isa con hijos tan grandes. En su mente, siempre la había visto como alguien que no tenía responsabilidades familiares tan grandes.

Se agachó al lado de Mariana, con cuidado. “¿Cómo te sientes?” preguntó en voz baja, revisando el tobillo de la niña con una precisión que parecía natural, como si estuviera acostumbrado a tratar con heridas.

Mariana lo miró con los ojos llenos de lágrimas. “Duele mucho,” murmuró.

Leo asintió, pero no dijo nada más. Estaba más concentrado en la lesión de la niña que en el hecho de que estaba viendo el lado de Isa que nunca imaginó. Había algo raro en esa situación. Isa no era solo una colega, una profesional. Era una madre, y no solo eso, sino que tenía hijos grandes. Todo parecía un poco diferente ahora.

Isa regresó rápidamente con el botiquín, interrumpiendo sus pensamientos. “Voy a tener que hacer un torniquete, esto se ve mal,” dijo mientras se agachaba cerca de su hija.

Leo se apartó un poco para dejarle espacio. “¿Necesitas ayuda?” preguntó, aunque ya sabía que ella preferiría hacer las cosas a su manera.

Isa le lanzó una mirada agradecida, pero no dijo nada. Se concentró en lo que estaba haciendo, intentando mantener la calma. Leo observaba en silencio, sin saber muy bien cómo comportarse. Aunque su actitud seguía siendo un poco distante, no podía evitar preocuparse por la niña y por Isa, que parecía estar manejando todo con una tranquilidad que él no entendía del todo.

Después de asegurarse de que Mariana estaba lo suficientemente cómoda en la cama, Leo la llevó en brazos hasta su habitación. Isa lo miró brevemente, agradecida por la ayuda, pero no dijo nada. Matías, que se había quedado cerca del sofá, se levantó y fue rápidamente hacia la habitación. “Voy a quedarme con ella,” dijo en voz baja.

Isa asintió, sonriendo débilmente. “Gracias, Matías.”

Leo se quedó en el pasillo unos segundos, mirando cómo la escena se desarrollaba. Había algo en todo eso que le resultaba extraño. Isa tenía una familia, una familia grande, y él apenas empezaba a conocerla. Sin embargo, todo se sentía… diferente. No era solo su colega, la doctora, era una madre.

Isa regresó después de un momento, un poco más relajada. “¿Quieres un café?” le preguntó, mirando a Leo con una pequeña sonrisa.

Leo, aún pensando en todo lo que había sucedido, asintió. “Claro, gracias.”

Isa se dirigió a la cocina mientras Leo la seguía con la mirada. Mientras ella preparaba el café, Leo no pudo evitar fijarse en los retratos que adornaban las paredes del salón. Fotos familiares en las que Isa sonreía junto a sus hijos, pero también había una foto que captó su atención. Un hombre de aspecto rudo y serio estaba al lado de Isa, con un brazo sobre sus hombros. En todas las fotos con él, Isa parecía más joven.

Leo frunció el ceño al mirarla. Sin querer, comenzó a imaginarse mil cosas sobre ese hombre. ¿Era el padre de los hijos de Isa? Un extraño sentimiento de celos comenzó a crecer dentro de él. No podía dejar de pensar en que, si realmente era el padre, tal vez ese hombre había sido una parte importante de la vida de Isa… tal vez mucho más de lo que él podía entender.

Isa regresó con las tazas de café y vio la expresión de Leo, pero no dijo nada. Le ofreció la taza, y él la tomó en silencio, intentando calmar la incomodidad que sentía.

“¿Todo bien?” preguntó Isa, sin saber exactamente qué pasaba por la cabeza de Leo.

Leo asintió, tratando de disimular. “Sí, todo bien. Gracias por el café.”

Isa se sentó a su lado, mirando cómo Leo se veía un poco más tranquilo. Sin embargo, la atmósfera entre ellos se había vuelto algo tensa. Leo no podía dejar de pensar en lo que había visto en las fotos, pero sabía que no podía preguntar sobre eso directamente, al menos no ahora.

-