Fuego Desatado: Libro #3 De La Trilogía Fuego

CALEB.

Asentí a las palabras de Hunter y busqué con la mirada a los escoltas de mi padre. Con un gesto de cabeza, les indiqué que se llevaran a Morgan a la casa.

—¿De qué…

No terminé la pregunta. Su puño impactó en mi mandíbula, girando mi rostro de forma brusca. Me llevé la mano a la barbilla, sintiendo el sabor metálico de la sangre en mi boca.

—¿Por qué demonios fue eso?

—¿En serio caíste tan bajo que tuviste que esposarla para meterla en tu camioneta y obligarla a ir a una estúpida reunión de mafiosos?

Intenté replicar, pero levantó una mano para que guardara silencio. Fruncí el ceño con total desagrado.

—Te creía mejor que esto, Caleb. Entiendo todo lo que Morgan ha pasado. No la justifico, claro que no, pero está destrozada por demasiadas cosas. Solo necesita que le tengas paciencia y la comprendas, no que la trates como si fuera tu mascota.

—No tienes idea de nada, Hunter. Tú solo ves lo superficial. —Pasé las manos por mi cabello con frustración y lo miré, echando un vistazo rápido a la casa, buscando a Morgan—. No supe nada de ella durante más de una hora. Pensé que le había pasado algo. No puedes culparme por eso... Ya la perdí una vez.

—Lo sé. No solo tú la perdiste. Así que relájate y dale su espacio. Ella es lo suficientemente fuerte e inteligente como para saber cuidarse.

Se dio la vuelta y se marchó, dejándome de pie en medio del jardín delantero. Levanté la cabeza al cielo y suspiré, tratando de calmar mi enojo.

MORGAN.

Levanté la vista y vi cómo Hunter y sus hombres se acercaban a mí. Él movía unas llaves en su mano.

—Adivina quién vino a salvarte del temible dragón.

Dijo de manera divertida mientras llegaba a mi lado y me quitaba las esposas. Le sonreí en agradecimiento y traté de levantarme, pero su mano, tomando la mía, me detuvo. Lo miré, interrogativa.

—Necesito decirte por qué estoy aquí. No quiero que te alteres ni mucho menos que me pidas que me aleje, porque, créeme, no lo haré. Solo sigo órdenes, además de que me pagaron por adelantado.

—¿De qué demonios hablas, Hunter? —pregunté, frunciendo el ceño, notablemente confundida y algo preocupada por sus palabras.

—Morgan, estoy aquí porque me pagaron para proteger tu vida a toda costa. Prácticamente, ahora soy tu guardaespaldas.

—Es una broma, ¿verdad?

Negué para mis adentros antes de desviar la mirada hacia la ventana.

—Dime que esto es una broma. ¿Quién pagaría para que me cuides la espalda?

—Elijah.

—A ver si entendí. El chico al que le rompí el corazón hace menos de una hora, el mismo chico al que hice a un lado para irme con el supuesto amor de mi vida, ¿ese chico te está pagando para que me cuides?

Asintió lentamente y me extendió la mano, ayudándome a levantarme. Me guio a través de la casa hasta el patio. Allí nos encontramos con Caleb, que nos miró con cautela antes de acercarse y extenderme las llaves de la casa pequeña.

—Empaca lo necesario. Yo me adelantaré. Pero tú y Hunter estarán juntos durante los días de viaje. Ahora será tu guardaespaldas, por lo que me dijeron.

—¿Tienes idea de quién lo contrató? A mi parecer, esto es ridículo. No necesito que me cuiden.

—Lo contrató Elijah. No voy a discutir por qué lo hizo. Es obvio que está enamorado de ti y te quiere mantener con vida el mayor tiempo posible. Si yo fuera él, también lo haría.

Negué, incrédula, y pasé a su lado sin responder. Entré a la casa pequeña para tomar una maleta y empacar lo indispensable. No ignoré el hecho de que Hunter estaba detrás de mí durante todo el proceso, manteniendo un perfil bajo, pero alerta.

—Tal vez si te relajas un poco, me ayudarías a mí a hacerlo. Me estás poniendo nerviosa y no siento que haya ningún peligro aquí.

—Elijah me paga para mantenerte con vida. No importa si tengo que cuidar de ti incluso de tu prometido.

Entorné los ojos con resignación y asentí mientras cerraba la última maleta. La coloqué en el piso y la deslicé hasta la sala. Una vez que todo estuvo listo, los hombres de Hunter lo tomaron y lo subieron a los autos.

—¿Te llevarás a toda tu brigada con nosotros?

Levantó una de sus cejas morenas y sonrió de manera ladina antes de encogerse de hombros.

—¿Llevarás todo tu clóset a un viaje de negocios?

—Touché.

Me guiñó un ojo antes de alzar las llaves de su auto frente a mí y hacer una reverencia ridícula.

—Ya que estos días no han sido buenos para ti, por lo que noté, te dejaré conducir mi Aston Martin.

—Bueno, lamento decirte que probablemente te arrepientas de esto, aunque quizás te lleves una grata sorpresa.

—Confiaré ciegamente en que será la segunda opción.

—Habrá que averiguarlo, ¿no crees?

Me di la vuelta y caminé hacia el auto. Me subí al lado del conductor, puse la llave en el contacto y ajusté el espejo retrovisor. Moví el asiento para estar más cómoda y tomé mi celular. Lo conecté al auto para poner “Rain Over Me” de Marc Anthony. Una vez que lo hice, me puse el cinturón y giré para mirar a mi copiloto.

—Ya veo. Siento que empiezo a arrepentirme de esto.

—Bueno, es un poco tarde para eso, querido amigo.

Encendí el auto y pisé el acelerador para salir de la propiedad. Me metí en el tráfico y me dejé llevar por la adrenalina y el ritmo de la canción. Bajé las ventanillas y sentí cómo la brisa golpeaba de lleno en mi rostro. El exquisito olor de la lluvia reciente me transportó a los días lluviosos en los que leía mis libros favoritos con una taza humeante de chocolate. Ese simple recuerdo me arrancó una sonrisa. Hacía mucho que no tenía días así... tan tranquilos y en paz.

—Por lo que veo, estás disfrutando esto.

Bajé un poco la velocidad y el volumen de la música para poder hablar mientras lo miraba de reojo.

—Tal vez suene tonto, pero hacía mucho que no me sentía tan libre... Hace mucho que olvidé el significado de esa palabra. Mi mundo siempre fue un desastre.

—Y solo tú puedes cambiar ese desastre. Nadie más vendrá a salvarte, Morgan, porque puede que tengas a miles de hombres cuidando de ti, pero tu verdadero enemigo está aquí adentro. —Dio dos pequeños toques en mi cabeza mientras decía eso.

Aferré mis manos al volante. Tenía razón. La verdadera guerra era la que tenía conmigo misma.

—¿Sabes? Cuando Caleb llegó a mi vida, pensé que por fin tendría algo de paz... que algo bueno había llegado. Pero me regaló una rosa con grandes espinas que dejaron heridas y un sinfín de cicatrices. Pienso en los años antes de que él llegara y, sí, todo era malo, aunque cuando él llegó, parecía que eso llegaría a su fin. Pero creo que él solo trajo más destrucción a mi vida y que algún día uno de los dos tendrá que destruir al otro primero para salir vivo de esto.

—O tal vez solo son tus paranoias que no te dejan ser feliz.

Sonreí amargamente y asentí mientras llegaba a la pista donde debía estar el jet.

Estacioné el auto y quité las llaves del contacto para entregárselas.

—Sí, tal vez sea eso.

Miré por la ventanilla del auto y vi a Caleb, con los brazos cruzados, recargado en las escaleras que daban al jet.

—Pero, por cómo van las cosas, ya no pienso salvar a nadie.

Ahora solo busco salvar los pedazos que quedan de mí, sin importar nada... ni nadie.

Aparté la mirada del pelinegro y la puse en mi acompañante.

—Suenas decidida.

—Es porque lo estoy, Hunter. Finalmente, me escogí a mí misma.