Diana Quintana, una mujer con el Corazón De Hielo. su historia inicia cuando descubre que su prometido le es infiel, tenían un hijo, pero el pequeño muere en un accidente, en el cual estuvo involucrado el padre del niño, y Dante Linares. hecho que la marcó y le cambió la vida.
Dante, es influenciado para que acabe con Diana. Para lograrlo, es obligado a casarse con ella, ahí comienza una lucha de poderes, con sombras del pasado que los atormenta. ¿Será qué algún día esas sombras desaparezcan?
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Dante, Diana y el monstruo.
—Qué extraño… —murmuró Dante al revisar los documentos—. En la demanda no aparece ese nombre.
Le pareció un poco raro. Sin embargo, su inquietud se disipó al leer la siguiente nota:
> El grupo Quintana ha roto los lazos con los Balmaseda y ha dejado caer todo su peso sobre esa familia. Diana no ha querido referirse al tema, pero, según las declaraciones del señor Arturo, fue porque su hija descubrió la infidelidad de Cristóbal. Al parecer, el matrimonio no se suspendió por el accidente, sino porque Cristóbal se involucró con Catalina Duarte, una joven muy allegada a la familia.
—Ese patán le fue infiel… —Dante sintió una oleada de emociones.
Volvió a leer el nombre de la chica.
“Búscate una vieja como Catalina Duarte…” recordó que Diana le había mencionado ese nombre más de una vez.
—Con razón tiene el corazón de hielo… Si tan solo se diera cuenta de que yo no tuve nada que ver en el accidente. Fui una víctima más. Pero ella se ensañó conmigo. Yo pagué por todos ellos…
Dante permaneció en silencio, leyendo un poco más.
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Alrededor de las nueve de la noche, Diana no podía dormir. Daba vueltas en la cama sin lograr conciliar el sueño. De pronto, la puerta se abrió. Dante entró, algo apresurado.
—¿Puedes ponerte un abrigo? —le preguntó, mientras buscaba uno para él.
—No quiero… —contestó con rebeldía.
—Te llevaré a dar una vuelta. ¿No te gustaría ver el cielo? Hay una hermosa luna. No sé mucho de astrología, pero creo que es luna llena.
Sin darle tiempo a protestar, el joven la tomó de la muñeca y la condujo hasta su auto.
—Abrocha tu cinturón. Subiremos la montaña.
Dicho esto, se puso en marcha. La noche era fresca, así que bajó los vidrios. Diana, aún molesta, no le dirigió la palabra durante el camino.
Al llegar a la cima, Dante estacionó y se sentó en la tapa del motor. Desde allí tenía una vista espectacular. El lugar era ideal para relajarse, y la noche les regalaba una superluna que iluminaba el paisaje.
Diana seguía dentro del auto. Al verlo encender un cigarrillo, se sorprendió.
¿Fuma? Aunque lo había visto antes, siempre le parecía extraño.
Finalmente salió y se acercó con cautela. Fue entonces cuando Dante rompió el silencio.
—No deberíamos juzgar las preguntas sin conocerlas.
Luego volteó hacia ella y añadió:
—Ven, siéntate aquí. Desde aquí la vista es impresionante. ¿Ya viste la luna?
Diana no se negó. Se sentó a su lado. Dante esperó un momento para que ella disfrutara del paisaje.
—Diana… en verdad no te mentí cuando dije que no conozco a ese hombre. ¿Puedes decirme por qué ese repentino ataque contra mí?
Ella se quedó en silencio, sin saber cómo explicarlo.
—Hoy compartí contigo algo de mi vida —continuó él—. Y no te mentiré, me sentí muy bien. Eres la única persona a la que le he contado algo de mí. Nadie sabe lo que pasa por mi mente, ni siquiera mi abuela. Con ella tuve que hablar un poco, pero solo lo necesario, mi vida es un misterio para muchos, y tengo mis razones.
Hizo una pausa, dio otra calada al cigarro y concluyó:
—Pero hay cosas que no se necesitan decir… y otras que sí. Diana, no me agradó lo que hiciste.
—Dante, pero tú…
—¿Yo qué, Diana?
En ese momento la miró directamente a los ojos.
—Mírame y dímelo en la cara. ¿Qué hice? Porque te juro que no conozco a ese tipo. Y yo no soy de jurar nada…
Diana intentó escudriñar esa mirada, pero no encontró engaño.
—Tu mirada parece tan inocente… —murmuró.
—Es que yo… —tartamudeó—. Bueno, estaba pintando, y mi cabeza se hizo un lío. Pensaba en ti, y de pronto ese tipo vino a mi mente.
—¿Todavía piensas en él? —preguntó Dante, desviando la mirada, confundido.
—Cristóbal… él quedó en silla de ruedas. Estaba tan enojada con él que lo encerré. Y… no te voy a mentir… lo torturaba. Día y noche. Bueno, cada vez que podía.
Dante se quedó perplejo.
—Diana… eres un monstruo.
—No, el monstruo fue él. Aún no estoy lista para hablar de esto contigo. Solo diré que hoy pensé que esto era karma. Que tú eras amigo de Cristóbal y que por eso me encerrabas.
—Con razón sientes miedo. Yo también lo tendría si hubiera hecho algo así.
—Umm… —Diana carraspeó—
Diana, esto es diferente… No me compares... ¿dime cuándo te he torturado? Mi intención no es esa.
—Dante, el encierro es una tortura, y créeme que lo sé más que nadie.
—¿Verdad que sí? Yo pasé un año encerrado. Al menos te saco. Mira qué linda está la noche.
Dante no quiso entrar en más detalles. Tal vez era el momento perfecto para sincerarse del todo, pero ambos evitaron hablar sobre el tema que, en el fondo, fue el que los unió en matrimonio.
—Diana… dime algo. Si Cris… —aún no lograba pronunciar su nombre delante de ella—. Si ese tipo llegara a pedirte perdón, ¿le darías una oportunidad?
La pregunta la sorprendió. Pero no tuvo que pensarlo.
—Por supuesto que no. Ese malvado fue el último hombre en mi vida. Juré que nunca más volvería a enamorarme. Y lo he cumplido. Aquí no hay corazón… solo un témpano de hielo.
La respuesta dejó un frívolo silencio en medio de la nada. Dos personas mirándose fijamente… y una luna que lo iluminaba todo.