Camilo Quintero es un hombre arrogante, que no tiene reparos en hacer sentir mal a los demás. No cree en el amor y se niega rotundamente a casarse. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando su abuelo lo destituye del cargo de CEO, le quita todas las tarjetas de crédito, su dinero y le da un año para que consiga un trabajo digno y cambie su forma de ser.
En medio de su nueva realidad, Camilo conoce a Lucía Fernández, una joven humilde, sencilla y amorosa, todo lo contrario a él. Por circunstancias del destino, terminan conviviendo juntos y, poco a poco, se enamoran. Sin embargo, la familia de Lucía no lo acepta, convencida de que su hija merece a alguien mejor y no a un “bueno para nada” como Camilo.
NovelToon tiene autorización de Mar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO 22
Víctor apagó el motor del auto y se quedó unos segundos observando la fachada del hospital. El cielo estaba azúl, y un viento fresco golpeaba con suavidad los cristales del vehículo. Sobre el asiento del copiloto, descansaban un ramo de rosas rojas y una caja de chocolates con un lazo dorado. Los había comprado con esperanza de que aquella visita marcara un nuevo comienzo. Su corazón latía con una mezcla de nerviosismo e ilusión. Soñaba con que su matrimonio, hasta ahora más un acuerdo formal que una unión real, comenzara a latir con sentimientos genuinos.
Tomó las flores y los chocolates, abrió la puerta del auto y bajó con paso decidido. Cruzó la entrada principal del hospital saludando con una sonrisa al guardia de seguridad, que le devolvió el saludo distraídamente. El aroma a un desinfectante y el murmullo lejano de voces médicas lo envolvieron de inmediato. Conocía el número de la habitación donde estaba internada la madre de Zulay, su esposa, y se dirigió hacia allí, cruzando los pasillos sin prisa, repasando mentalmente lo que le diría.
Mientras se aproximaba, un eco de voces detuvo su marcha. Reconoció de inmediato la de Ana, la mejor amiga de Zulay, una mujer directa y sincera que siempre le había parecido algo hostil. Víctor se detuvo, sin quererlo del todo, cuando escuchó su nombre mencionado. Y entonces, se quedó quieto. Las palabras que siguieron lo sacudieron como un vendaval.
—Zulay, no estoy de acuerdo con que sigas ocultando lo que pasó hace cinco años en esa habitación de hotel —exclamó Ana, con tono de reproche, mientras manipulaba el suero de la señora Adela, la madre de Zulay.
—Tengo que ocultar la verdad... hasta que encuentre a mi hijo —respondió Zulay con voz entrecortada. Una lágrima cayó por su mejilla y se la limpió rápidamente con el dorso de la mano—. No dejo de imaginarme cómo es... si se parece a mí, o a él...
—Deberías contarle a tu esposo, Zulay. Recordarle lo que pasó esa noche... cuando tomaste la decisión de ayudarlo porque lo drogaron. Esa noche, amiga, tú lo salvaste.
—No confío en él, Ana. Recuerda que fue él quien mandó a esa mujer... a quitarme a mi hijo recién nacido —dijo con rabia contenida—. ¡A nuestro hijo!
Víctor se quedó helado. El sonido de su respiración se volvió un rumor atronador en sus oídos. ¿De qué hablaban? ¿De un hijo? ¿De él, involucrado en algo tan atroz como separarla de su propio bebé? ¿Drogado? ¿Una noche en un hotel? Nada tenía sentido. Miró el ramo de rosas que temblaban en sus manos.
—Lo odio, Ana —exclamó Zulay con la voz quebrada.
—No te lo creo —dijo Ana con ternura, envolviendo a Zulay en un abrazo—. Lo tienes ahí dentro de tu corazón. En el fondo... en el fondo lo quieres, amiga —susurró suavemente, acariciándole el cabello.
Víctor sintió un impulso repentino. Abrió la puerta con firmeza. Las dos mujeres se giraron con sobresalto y sus rostros se congelaron al verlo allí, parado en el umbral con los ojos clavados en Zulay.
—Si se están preguntando si escuché la conversación... la respuesta es sí. Escuché todo —dijo con voz grave, dejando las flores y los chocolates en una silla cercana—. Quiero la verdad, Zulay. La quiero ahora.
El silencio que cayó fue denso, espeso, como una nube que se posara sobre todos. Zulay se llevó las manos al rostro, avergonzada. Ana dio un paso dejando a su amiga frente a él.
Víctor se acercó a ella. Su rostro no era de furia, ni de desprecio. Era de desconcierto y de mucho dolor.
—No entiendo nada... —murmuró—. Dijiste que fue hace cinco años. Pero Zulay, yo... yo no te conocía entonces. No recuerdo haberte visto antes del día en que nos presentaron para el matrimonio. Por Dios... ¿qué es todo esto?
Zulay respiró hondo. Apretó los labios y luego desvió la mirada. El corazón le latía con rapidez .
—No puedo... no sé cómo empezar —susurró.
—Empieza por el principio —pidió él—. Necesito saberlo. No se quién fui para ti antes. Pero te juro que quiero saberlo ahora.
Ana miró a Zulay y le dio un apretón de manos. Luego, salió en silencio de la habitación, dejándolos solos.
Zulay se sentó en la silla junto a la cama de su madre, que dormía profundamente bajo el efecto de los medicamentos. Víctor se sentó frente a ella. Un muro invisible los separaba, construidos con recuerdos no compartidos y verdades enterradas.
—Fue hace cinco años... —comenzó Zulay con voz suave—. Yo estaba trabajando como recepcionista en un hotel de lujo. Aquella noche, tú llegaste arrastrado por dos hombres. Estabas completamente fuera de ti. Drogado, según ellos. Dijeron que eras un ejecutivo importante y que te hospedaban ahí por seguridad. Pero algo no me cuadraba. Te dejaron tirado en la habitación, y se fueron sin registrarte adecuadamente. Yo no sabía qué hacer. Pensé en llamar a emergencias, pero algo en tu expresión... no sé. Me pediste ayuda, balbuceando, llorando... estabas aterrado.
Víctor frunció el ceño. Sus ojos buscaron algún recuerdo que justificara lo que escuchaba, pero todo era niebla.
—¿Y luego?
—Esa noche... —Zulay tragó saliva—. Yo me quedé contigo. No podía dejarte solo. Te cuidé. Pero antes del amanecer... apareció una mujer. Muy elegante, pero fría. Dijo que venía de tu parte. Que sabía lo que había pasado. Quiso llevarte. Me negué. Le dije que estabas vulnerable. Me empujó. Me golpeó. Luego... se fue. Pero no sin antes dejar una amenaza: que no me metiera, que tú ya estabas comprometido. Que esto... lo que fuera que ocurrió... no debía saberse.
Víctor se frotó la frente. Algo en ese relato removía algo en su interior, como si un eco lejano intentara hacerse oír.
—¿Y qué pasó con el bebé? Dijiste que perdiste un hijo...
Zulay bajó la mirada.
—Esa noche... —dijo en un hilo de voz—. Esa noche tú y yo... estuvimos juntos. Yo no sabía lo que hacía. No sabía quién eras. Pero sentí que necesitabas amor, consuelo... Me sentí segura contigo, aun en ese estado. No me preguntes por qué. Se que fue una locura. Al mes siguiente supe que estaba embarazada. Lo oculté todo. Renuncié al trabajo. Me mudé de ciudad. Pero al dar a luz... La misma mujer apareció. Tenía documentos, abogados. Me quitaron a mi hijo. Dijeron que era por tu seguridad. Que yo era una amenaza. Y tú... tú firmaste. Tu firma estaba en los papeles.
Víctor abrió los ojos con asombro.
—Eso es imposible. ¡Yo nunca haría algo así! —exclamó.
—Estabas bajo su control. Tal vez no sabías lo que hacías. Tal vez firmaste sin saberlo. Pero lo hiciste —dijo ella con amargura—. Me quitaron a mi bebé recién nacido. Y desde entonces... he vivido esperando encontrarlo.
Un nudo se formó en la garganta de Víctor. Las palabras no salían. Solo el temblor de sus manos hablaba por él. Se levantó y caminó hacia la ventana.
—Nunca supe nada de esto. Jamás imaginé que tenía un hijo contigo... ni que tú eras parte de mi pasado.
Zulay lo observó. La voz le tembló al hablar.
—Acepté casarme contigo no solo para salvar la vida de mi madre sino también para estar cerca. Para entender. Para ver si eras el mismo hombre que me había amado esa noche, al que me entregué por primera vez, o el monstruo que permitió que me arrebataran a mi hijo.
Él giró lentamente hacia ella.
—¿Y qué has descubierto?
—Nada —susurró—. A veces veo en tus ojos al hombre de aquella noche. A veces... al desconocido que firmó mi sentencia.
Víctor caminó hacia ella. Se arrodilló frente a sus pies, con lágrimas en los ojos.
—Zulay... no sé lo que pasó, pero quiero saberlo todo. Quiero la verdad completa. Si hay un hijo mío allá afuera... si alguna vez fui ese hombre que tú viste con ternura en medio del caos... necesito recordarlo. Porque te juro que no te conocía antes del matrimonio. No recuerdo nada. Pero no puedo vivir con esta sombra entre nosotros.
Zulay lo miró en silencio. El tiempo pareció detenerse en la habitación. Las flores, olvidadas en la silla, comenzaban a marchitarse. Afuera, el viento golpeaba las ventanas.
—Entonces escúchame —dijo al final—. Te diré la descripción de esa mujer y tú me dirás quien es ...
Continuara...
Si superas q ese hombre también está enamorado hasta los huesos 😍 así q llámalo y cuéntale q estás embarazada
Gracias 😌 querida escritora Mar 🪷por actualizar 😌 sigamos apoyando con me gusta publicidad comentarios y regalos ☺️
Gracias 😌 querida escritora Mar 🪷por actualizar 😌 sigamos apoyando con me gusta publicidad comentarios y regalos 🙂
Gracias 😌 querida escritora Mar 🪷por actualizar 😌 sigamos apoyando con me gusta publicidad comentarios y regalos ☺️