A los 18 años, Aurora Conti, una joven rebelde, es forzada por su familia a casarse con el enigmático magnate Salvatore Romano, para saldar una deuda millonaria. Tras el rechazo de su hermanastra
Valeria, Aurora es ofrecida como sustituta, manipulada con la vida de su madre enferma. Golpeada por su padre y humillada por Valeria, jura sobrevivir al "Rey de Hielo", un hombre frío y temido cuya reputación oculta su verdadera naturaleza: un mafioso. Atrapada en un matrimonio marcado por la pasión y la obsesión, Aurora desafía a Salvatore mientras descubre los secretos oscuros detrás de su fachada de CEO, luchando por su independencia en un mundo de intriga y peligro.
¿Podrá Aurora mantener su espíritu rebeldefrente al control obsesivo de Salvatore?
¿Es el amor de Salvatore por Aurora una salvación o una trampa mortal?
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CAPÍTULO 20
...𝐍𝐀𝐑𝐑𝐀 : 𝐀𝐔𝐑𝐎𝐑𝐀...
El aire olía a perfume caro, y a dinero aún más caro. Yo estaba de pie frente a un espejo triple, girando lentamente para ver cómo caía el quinto vestido que me había probado. Era una pieza de seda negra, elegante, de esas que te hacen sentir como si fueras la protagonista de una película...hasta que Salvatore, sentado en un sofá de cuero frente a mí, arruinó el momento.
—No — dijo, seco como siempre, mientras tomaba un sorbo de su café. Sus piernas estaban cruzadas con esa calma irritante que parecía gritar “tengo todo el control aquí”
Lo miré, cruzando los brazos sobre mi pecho y frunciendo el ceño de una forma que esperaba fuera más graciosa que furiosa —¡Oh, por favor! Me rindo... ¿Vas a decirme para qué me trajiste aquí o no? — pregunté, con la voz un poco más aguda de lo que pretendía. Llevábamos una hora en esto, y él seguía actuando como si fuera un juez de la pasarela con alergia a las explicaciones.
Salvatore no se inmutó. Con un movimiento lento, casi teatral dejó la taza de café en la mesita frente a él, se recostó en el sofá y me clavó la mirada—Siguiente...—dijo.
Solté los brazos con un suspiro cansado, mis hombros cayeron como si acabara de perder una batalla contra un enemigo invisible. —Perfecto... —murmuré para mí misma, girándome hacia el probador con una mezcla de resignación y ganas de llorar. ¿Qué estaba pasando por la cabeza de este hombre? ¿Era una especie de prueba de resistencia fashion o qué?... me deslicé fuera del vestido negro y tomé el de la siguiente fila, era uno verde esmeralda que parecía gritar “Mírame”. Lo ajusté, salí y volví a girar frente a él, esperando el veredicto. Salvatore alzó una ceja, pero no dijo nada. Yo con las manos en las caderas, lo miré fijamente —¿Y....qué tal?
No dijo ni una palabra. Solo se puso de pie, y camino hacia las secciones de vestidos.. Yo por mi parte, solo lo seguí con la mirada y mis cejas se alzaron por instinto. ¿Qué estaba haciendo? Sus pasos eran lentos, precisos, y sus manos rebuscaban entre las perchas hasta que sacó uno : era un vestido azul medianoche, sencillo pero elegante, con una caída que parecía prometer algo especial. Luego se giró hacia mí y me lo tendió, manteniendo sus ojos fijos en los míos.
—Ponte este...—dijo, con voz baja, casi como si no admitiera discusión.
—¿En serio? — solté, sin poder evitarlo. Llevábamos todo este tiempo en su juego extraño de probar vestidos, y ahora, de repente, él decide tomar las riendas ¿Qué tenía este de diferente? Mira el vestido en sus manos, luego a él, esperando alguna pista, pero Salvatore solo me dedico una sonrisa. Una de esas que apenas se notan, pero que te hacen dudar del todo. Sin decir más, me dio la espalda y volvió a su lugar, dejándome ahí plantada como una idiota con el vestido en las manos.
—Anda..— dijo por encima del hombro, con un tono casual pero con un filo que me hizo fruncir el ceño. Se sentó de nuevo, cruzando las piernas y recostándose como si nada mientras yo seguía de pie. Solté un suspiro teatral, más para mí misma que para él.
— Está bien, su majestad— murmuré entre dientes, girándome hacia el probador con el vestido azul colgando de mis brazos .
Dentro del probador, dejé el vestido verde a un lado y colgué el azul frente a mí. Era precioso, no voy a mentir ... la tela era suave, y el color tenía esa profundidad que te hace pensar en secretos a medianoche. Me lo puse con cuidado, ajustándolo sobre mis hombros y alisando la falda. Cuando me miré al espejo, casi se me corta el aliento. Sin duda era el mejor de todos, al menos tiene un buen gusto. Me quedaba como si lo hubieran cosido pensando en mí, elegante pero sin gritar, misterioso pero natural.
Salí del probador, con pasos un poco lentos esta vez, y levanté la vista hacia Salvatore. él ya me estaba mirando, sus ojos me recorrieron con una intensidad que me hizo tragar saliva. no dijo nada al principio, solo se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas, como si necesitara verlo mejor. Luego, con un movimiento leve, asintió —Este —dijo simplemente, con la voz un poco más ronca de lo habitual.
Parpadeé, esperando más, pero eso fue todo —¿Este...?— repetí —¿Después de todo este circo solo eso dirás ? Bueno, lo admito, esperaba más. Y... — iba a continuar, pero no sé en qué momento él se puso de pie y se acercó a mí, cortando la distancia entre nosotros.
—Es el indicado...— dijo, y aunque sonaba serio, había un brillo en sus ojos que me hizo sentir como si acabara de ganar y no me había dado cuenta.— Te queda sumamente ... Perfecto... ¡Joder! No puedo pensar en otra cosa que en devorarte aquí mismo, dan ganas de arrancártelo y hacerte mía sin importar quién nos vea...
Me quedé mirándolo, con las mejillas ardiendo por la vergüenza ¿Por qué siempre tenía que hacer estas cosas? —¡Q-qué estas diciendo!— balbuceé, con la voz temblorosa, mientras apartaba la mirada hacia un lado, incapaz de sostener esos ojos que parecían desnudarme—¡E-eres un pevertid, de verdad! ¡Para de decir esas cosas, podrían escucharte!..
No dijo nada al principio, solo se acercó más, y antes de que pudiera reaccionar, sus manos encontraron mi cintura, atrayéndome contra él con una fuerza que me robó el aliento. Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios, creo que para mí eso no sería nada bueno ¿No?
—Y qué importa si nos ven —susurró, inclinándose hasta que su aliento rozó mi oído— Es mejor así. Que todos sepan que eres mi mujer —dijo, y entonces sentí el roce de sus dientes en el lóbulo de mi oreja, un mordisco suave, pero atrevido que me hizo estremecer. De repente, un carraspeo nos interrumpió. La señora que nos había atendido, una mujer no tan mayor con el cabello recogido, y una expresión entre divertida y sorprendida a la vez apareció sosteniendo una bolsa ¿Por dios desde cuándo había estado ahí? Él sin apartar la mirada de mí, y aún manteniendo esa sonrisa habló con voz firme.
—Empaque este vestido. Me lo llevaré.
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Al llegar a la mansión, el aire me abrazó con un calorcito después del día ajetreado que tuve hoy. Cuando crucé la puerta principal, me dejé caer en el sofá, mis piernas parecían felices de descansar.
—¿Quien diría que probarse vestidos podía ser tan cansado? —murmuré—Qué bien se siente estar en casa —dije, hundiendo mis hombros en los suaves cojines. Salvatore entró después, con muchas bolsas más de las que podría contar. No solo se había llevado el vestido azul, sino que también había decidido llevarse casi toda la tienda : bolsos, zapatos y otras cosas. se quitó el abrigo de un movimiento y lo colgó mientras miraba a los hombres que lo seguían con las compras.
—Lleven todo a la recámara —ordenó, con una voz segura, pero relajada. Los hombres asintieron y se fueron por el pasillo, cumpliendo sin protestar.
Antes de que pudiera cerrar los ojos por más de 2 segundos, Amanda llegó con una bandeja en las manos. El olor a mermelada de fresa me sorprendió de inmediato y mis ojos se iluminaron al ver un vaso de jugo y un sándwich muy bien preparado. Me incorporé rápidamente, tomando la bandeja con muchas ganas
—Gracias, Amanda. Ya moría de hambre—dije, casi con admiración, mientras sostenía el sándwich como si fuera algo valioso.
Ella sonrió, sus ojos se llenaron de calidez. —No hay problema, querida. Disfrútalo —dijo antes de darse la vuelta y marcharse con su elegante forma de moverse.
Estaba a punto de comer mi sándwich cuánto Salvatore se acercó y se sentó a mi lado en el sofá. Se acomodó con su tranquilidad habitual, apoyando un brazo en el respaldo y posando su mirada en mí, lo que me puso un poco nerviosa. Mordí el sándwich y disfruté el sabor de la mermelada, pero no pude evitar sentir que él me estaba mirando. Lo miré de reojo, luego volví a ver el sándwich y, levantando una ceja, le ofrecí un poco.
—¿Quieres? —pregunté.
Salvatore no dijo nada. En lugar de agarrar el sándwich, se acercó a mí, estaba tan cerca que podía sentir su aliento. Y antes de que pudiera darme cuenta, su lengua tocó la esquina de mis labios, limpiando un poco de mermelada que no sabía que tenía. Mi corazón se aceleró y me quedé quieta, con el sándwich en la mano. De repente, él se alejó lentamente, sonriendo de una manera traviesa mintras se la mía los labios.
— Sabe bien—dijo en voz baja, haciéndome sonrojar hasta las orejas— Por cierto, prepárate para la cena de esta noche.
Sin darme tiempo a reaccionar, se levantó, se ajustó la camisa como si no hubiera pasado nada y se fue por el pasillo, dejándome allí con el sándwich en la mano y la cara caliente. ¿Qué fue eso? Me quedé mirando el lugar donde había estado, mi mente en un lío, y ahora el sabor de la mermelada me parecía tan trivial en comparación con la sensación que aún tenía en la piel.
— Creo que ya debería ir acostumbrándome... a estos comportamientos tan repentinos suyos— dije, mordiendo el sándwich mientras seguía mirando el pasillo por donde él se marchó.
espero que este no diga ahora que está perra regresa y ese hermano o primero no se que es pero algo trama y no es nada bueno que el la traiga de regreso
Les salió el tiro por la culata 🤭🤭
Ya era hora de poner el freno de mano