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Una Reencarnación Tranquila

Una Reencarnación Tranquila

Status: En proceso
Genre:Magia / Malentendidos / Reencarnación / Mundo mágico / Apocalipsis
Popularitas:1k
Nilai: 5
nombre de autor: Aly25

Su muerte no es un final, sino un nacimiento. zero despierta en un cuerpo nuevo, en un mundo diferente: un mundo donde la paz y la tranquilidad reinan.
¿pero en realidad será una reencarnación tranquila?

NovelToon tiene autorización de Aly25 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

No ahora. No así.

Pov. Elian.

Corrió.

No pensó, no habló, no respiró más allá de lo que le exigía su cuerpo.

Solo corrió.

Su nombre había sido gritado con una urgencia cruda, desgarradora.

Una súplica de una madre que teme perder a su hijo.

Una advertencia sobre esa pequeña vida..

Todo lo observó desde ese pequeño reloj.

Y cuando camino hacia el muelle vio a Artemisa con el bebé en brazos —inmóvil, flácido, como una flor caída—, algo en él se rompió.

—¡Dámelo! —gritó sin pensarlo.

Artemisa lo hizo, con las manos temblorosas.

No preguntó.

No dudó.

Artemisa solo se lo entregó como si Elian fuera la única persona en la que podía confiar en ese momento.

sabía que podía confiar en el para salvarlo.

Elian sujetó al pequeño con fuerza parecía que no quería soltarlo lo tomo con mucho cuidado y el pánico lo invadió una vez más.

Leo ardía.

El sudor le empapaba los rizos y la piel estaba encendida de fiebre parecía una muñequita de porcelana.

No respondía.

No.

No ahora.

No así.

Elian se había encariñado con el pequeño bebé y por supuesto no quería perderlo.

—Vamos —murmuró.

Ya no podía gritar.

No tenía voz.

Solo una promesa que debía cumplir resonó como una orden en su mente: no permitir que se fuera de este mundo.

Vamos al barco- dijo con urgencia, pero Artemisa todavía estaba en shock.

Elian no podía esperar a que Artemisa reaccionara.

Así que comenzó a caminar

Se abrió paso entre la gente sin detenerse.

Ni los marineros ni los guardias osaron interrumpirlo.

Bajó con pasos firmes y veloces hacia la habitación que compartían en el barco.

Entró y cerro la puerta.

Lo acostó sobre la cama con manos que se negaban a aceptar el temblor.

Leo no reaccionaba.

Su cabecita ladeada, el pecho que subía y bajaba con esfuerzo, los labios resecos.

—Campeón...... —susurró Elian—. ¿Me escuchas?

No hubo respuesta.

Buscó un paño, lo empapó en agua y se lo colocó sobre la frente, cambiándolo varias veces por otro más frío.

No tenía tiempo, si seguía así, Leo No iba a soportarlo más.

Le limpió el sudor del cuello, del pecho, de las mejillas, hablándole en voz baja, como si con sus palabras pudiera anclarlo al mundo.

—Ya está... Estoy aquí... No pasa nada... —susurraba, pero en sus ojos había miedo.

No era su hijo.

No era suyo.

No llevaba su sangre, no compartían historia alguna.

Pero eso no importaba en este momento.

Porque Elian se había encariñado con él. Más rápido de lo que habría creído posible.

Después de casi dos meses de viaje con ellos, después de verlo reír por primera vez con esa risa hueca y desordenada que solo los bebés tienen, de cargarlo cuando lloraba, de escucharlo decir “papá” sin entender lo que decía... Elian no pudo quedarse quieto.

Había dado la orden en privado: que en el palacio comenzaran el desarrollo de una cura para la enfermedad de cristal. Discreta, sin protocolos públicos ni registros imperiales.

Solo un encargo silencioso y un poco urgente.

Todo comenzó con una leve curiosidad.

La enfermedad de cristal es muy rara y Elian no había visto un caso como este.

Al principio lo había pedido por un simple capricho pero después de esos casi dos meses se lo tomo enserio, no quería ver a Leo sufrir y aunque esa medicina en desarrollo no lo curará, podría estabilizarlo.

“Un caso aislado”, había dicho. “Urgente, pero confidencial.”

Elian no sabía en ese momento por qué le importaba tanto.

Ahora sí.

Leo no era su hijo.

Pero había llenado un vacío que ni siquiera Elian sabía que tenía.

Lo había hecho reír.

Lo había hecho hablar menos como rey y más como una persona común.

Y ahora ese pequeño cuerpo tembloroso parecía estar apagándose frente a él.

Elian se incorporó.

Tocó dos veces el cristal que descansaba sobre su muñeca.

No podía esperar más.

El rostro de Kael se proyectó en el aire frente a él.

—¿Su Majestad?

—Tráeme el prototipo que desarrollaste—Su voz era tensa, rota, sin el más mínimo matiz de formalidad.

Kael parpadeó.

—¿El prototipo?

—Sí. El primero. tráelo de inmediato—Miró a Leo—. No tardes.

—Entendido.

No hubo luces, ni círculos brillantes, ni símbolos flotando en el aire. Solo un crujido sutil, como de aire colapsando.

En un instante después, Kael estaba ahí, en la habitación.

Llevaba un maletín de cuero cerrado con broches metálicos. Su cabello estaba revuelto y respiraba agitado.

—Aquí está —dijo, acercándose cerca de él—. Está concentrado. Solo media dosis. Fue lo más estable que pudimos hacer con el tiempo.

Elian no respondió.

Abrió el maletín con rapidez, sacó una jeringa ya preparada, con un líquido apenas iridiscente, de tonalidad gris azulada. No hacía falta decir nada más.

Kael le pasó un frasco con alcohol y una gasa.

Elian limpió el muslo de Leo con movimientos precisos, casi quirúrgicos.

El niño apenas se movió.

No quiso pensar que eso era una mala señal.

Introdujo la aguja con lentitud y presionó el émbolo.

Después de retirarla, le presionó la herida con una gasa limpia y la aseguró con una cinta.

Kael, mientras tanto, sacaba otros instrumentos del maletín y se los entregaba a Elian.

Elian ya había pedido que trajera una tela térmica, agua de calma, extractos de flor nocturna para ayudar a reducir el estrés del sistema nervioso del bebé, a través de un mensaje holográfico momentos antes.

Elián asintió.

Tomó la tela térmica y lo colocó sobre la frente del niño.

Luego le dio una cucharadita de flor nocturna disuelta en el agua de calma.

—Kael.

—¿Sí?

—Creo que no es solo la enfermedad.

Kael lo miró en silencio.

Sabía lo que Elian iba a decir.

Realmente lo habían pensado mucho.

—Es probable que sea un mestizo. Su cuerpo no se estabiliza del todo.... No reacciona como debería, de hecho no hace más que empeorar.

Kael asintió con gravedad.

—Eso complicaría las cosas..

Elian bajó la mirada.

Le limpió con cuidado la comisura de los labios a Leo.

La piel le temblaba.

Estaba pálido.

parecía demasiado frágil.

—No puedo perderlo, Kael.

—Lo sé.

El silencio se hizo espeso.

Kael se levantó y le colocó una manta suave al niño sobre el pecho.

—Pediré al equipo del palacio que prepare nuevas versiones del prototipo, ajustadas para un cuerpo mestizo. ¿Alguna idea de la raza?

—Aún no estoy seguro —susurró Elian—. Necesito hablar con Artemisa.

Elian le acarició una vez más la cabeza con ternura.

Leo se agitó levemente.

Leo por fin reaccionó.

—mmmhp.. —balbuceó, casi inaudible.

Elian cerró los ojos.

No era su hijo.

Pero su corazón no lo entendía así.

Kael lo miró en silencio, sin atreverse a interrumpir.

Elian tocoba cabecita del bebe.

—Estoy aquí —susurró—. No me ire

Después de eso, Elian se levantó y le dijo a Kael que cuidara de Leo mientras iba a usar a Artemisa.

Elian abrió la puerta con rapidez, pero al dar un paso afuera se detuvo en seco.

Allí estaba ella.

Sentada en el suelo, justo a un lado del marco, con las rodillas abrazadas y la espalda encorvada.

Artemisa estaba allí.

El cabello le caía desordenado sobre el rostro, y sus hombros temblaban levemente, como si aún estuviera conteniendo un sollozo.

No lo miró.

No reaccionó siquiera al sonido de la puerta.

Él se agachó despacio, bajando hasta quedar a su altura.

—Está estable —dijo en voz baja.

Artemisa respiró hondo, como si recién recordara cómo hacerlo. Cerró los ojos, apretándolos con fuerza.

—No quería entrar —murmuró—. quería verlo sufrir.

Elian sacudió la cabeza con suavidad.

—Ya paso lo peor, puedes estar tranquila..

Por un momento, ninguno de los dos dijo nada.

El aire entre ellos era denso, saturado de angustia.

Elian dudó antes de hablar de nuevo, con la voz más suave de lo que esperaba.

—Artemisa... necesito preguntarte algo. Es importante para su tratamiento.

Ella levantó la mirada, temerosa.

Sus ojos estaban vidriosos, llenos de algo entre culpa y cansancio.

—¿Tu hijo... Leo... es mestizo?

Artemisa no respondió.

Bajó la mirada.

Apretó los labios.

La pregunta flotó entre ambos como una herida sin cerrar.

—He estado observándolo —añadió Elian con calma—. Su cuerpo reacciona de forma inusual. Como si estuviera tratando de sostener dos fuerzas distintas... y fallara, de ahí viene el por qué parece empeorar más con el tiempo.

Los segundos pasaron.

Artemisa tragó saliva.

Se frotó los brazos, nerviosa.

—Yo... —empezó, pero la voz se le quebró.

Volvió a intentarlo.

—No quería... que eso pasara.

Elian la observó, esperando, sin presionarla.

—Sí —susurró al fin, casi sin voz—. Lo es.

Un hilo de voz. Apenas una confesión audible.

—Su padre es humano —agregó después de un silencio largo—. Y yo... no del todo.

—¿Elfa? —preguntó Elian en voz baja.

Elian que había viajado por un largo tiempo, tenía la certeza de que era una elfa, realmente tenía unas cuantas características que eran muy claras en los elfos, probablemente ni Artemisa sabía esas características.

Ella asintió, sin levantar la mirada.

— Soy Mitad elfa. pensé que leo no tendría ese rasgo. pero tal parece que es lo suficiente para que él también lo fuera.

Elian asintió con lentitud, comprendiendo más de lo que decía.

—Eso explica muchas cosas —dijo—. Su cuerpo está en dos peleas. No sabe qué seguir. Por eso le cuesta tanto... resistir.

Artemisa dejó caer la frente sobre sus rodillas, murmurando:

—No pensé que...... sería tan grave.

Elian extendió la mano y la posó sobre su hombro.

Su tacto fue cálido y firme.

—No es tu culpa.

Ella no respondió, solo respiraba entrecortadamente, como quien intenta no romperse en mil pedazos.

—Puedo ayudarlo —dijo Elian, con voz baja—. Kael puede hacer un dispositivo que suprima ese rasgo.

Una chispa de esperanza titiló en el rostro de Artemisa, pero Elian la apagó con suavidad, sin crueldad.

—Pero la enfermedad de cristal no se puede curar.

 El silencio era muy marcado y helado.

—Solo podemos ayudarlo a que no lo afecte mucho como hoy —añadió, con pesar—. Menos dolor, una mejor calidad de vida. Pero no… no hay cura.

Artemisa cerró los ojos.

Un suspiro largo le tembló en el pecho.

Ella no lloró.

No hizo ningún gesto dramático. Solo… asintió. Como quien ya lo había presentido en lo más profundo de sí.

—Gracias —murmuró.

— No tienes que agradecerme, yo debería hacerlo, gracias por confiar en mi Artemisa. - dijo con una voz cálida realmente cálida.

-¿Quieres entrar a verlo?- pregunto Elian.

Artemisa levantó la cabeza y asintió.

Ella aún tenía los ojos húmedos.

Elian se puso de pie primero, y luego le ofreció una mano para ayudarla.

Cuando los dedos de Artemisa tocaron los suyos, por un segundo él sintió la misma fragilidad que había sentido al sostener a Leo.

Él realmente se había enamorado de artemisa. Y con eso caminaron juntos hacia la habitación en silencio.

Realmente desde el fondo de su corazón, Elian se hizo una promesa: los iba a cuidar, sin importar lo que tuviera que hacer.

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Salomé Páez
Ojos
Salomé Páez
Demasiados espacios
Salomé Páez
Zero
Salomé Páez
Como es el nombre? zero, zone o zane? ya hay 3 nombres diferentes
Aly🍀: mi auto corrector 😔, no me había dado cuenta
total 1 replies
🔹Lili🔸🐦
Me dio ternura 😭😭❤️❤️❤️
🔹Lili🔸🐦
Que bonito 😭😭😔
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